Capítulo 30

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Desperté oyendo un pitido, detrás de otro. Abrí un poco los ojos y vi unas grandes luces fluorescentes. Miré hacia otro lado, ya que dolía mirar directamente a ellas. Miré mi brazo y vi que estaba conectada a una máquina. Me incorporé. ¿Dónde me encontraba? Entorné un poco los ojos y lo vi. Estaba en un hospital, ¿pero cómo había llegado hasta allí yo sola?
-¿Cómo se encuentra? –dijo una voz femenina- Ha llegado bastante mal.–afirmó.
Era una enfermera, tendría unos treinta y largos. A pesar de eso, no era una mujer fea. Tenía los rasgos muy femeninos, y el cabello corto a la medida de las orejas.
-Voy a avisar al doctor. –sonrió amablemente y se fue.
¿Era posible que yo sola marcara el número de emergencias antes de desmayarme pero yo no me acordara? Me miré la ropa y vi que estaba vestida tal y como me había vestido después del baño. Posiblemente me había levantado en medio del mareo y había llamado a  urgencias, era solo que en ese momento no me acordaba.
-Bueno, ¿a quién tenemos aquí…? –dijo un hombre de unos cuarenta años muy guapo. Por la bata y por su etiqueta supuse que era el doctor.
-Esto yo…
-No, no hace falta. Ya sé quién eres, Elisabeth –sonrió. Pronuncio mi nombre tan suave que se me aceleró el corazón.
-¿Qué hago aquí?
-Mejor di que tienes suerte de estar aquí. –Puso un taburete cerca de mi- ¿Cuánto hacía que no comías?
-Bastante…-dije removiéndome en la cama a la vez que me sonrojaba.
-Oye Eli, no tienes porque no comer, tú estás muy bien. No necesitas adelgazar, pero si es eso, hay otros modos, ¿entiendes?
-No, no, no. –dije incorporándome de golpe- Si yo como. ¡MUCHO! –le afirmé- Lo que pasa es que hoy me he olvidado…
-¿Olvidado?
-Sí, verá…es que últimamente mi vida es un poco caos, ¿sabe? –él se echó a reír.
-Claro, como la de todo adolescente. –me sonrojé- Pero escucha, tenías mucha fiebre y al no comer nada te ha pasado factura. Siempre que tengas fiebre tienes que comer algo, lo que sea.
-Lo sé, bueno…es solo que estaba dormida y no sabía hasta que punto de fiebre tenía, hasta que el dolor me ha despertado. Simplemente no le he dado importancia….
-Bueno –se levantó y me sonrió- ahora, ya estás mejor, de aquí media hora podrás volver a casa. ¿Vale? Te recetaré unas vitaminas, creo que te hacen falta.
-De acuerdo.
Se fue de la habitación dejándome sola. Dios mío, ¿cómo había llegado al punto de estar en el hospital? Realmente, era muy descuidada. A partir de ese momento tendría que ponerme alarmas para comer. La verdad es que nunca le había dado importancia a comer en horas normales. Sobre todo, fuera del instituto. Cuando eran vacaciones comía cuando me daba la gana, o cuando mi barriga me lo pedía.
Se abrió la puerta y sonreí al ver quién era. Así que él era el que me había llevado hasta el hospital.
-Esta vez me has dado un susto enorme. –dijo enfadado.
“Mierda” pensé mentalmente. Harry estaba cabreado, pero no como las otras veces, sino, que esta lo estaba de verdad.
-Lo siento.
-¿Solo lo sientes? Menos mal que he pasado de tu amenaza y he ido a verte. ¿Sino qué?
Volví a revolverme dentro de la cama y me mordí las mejillas.
-Está bien, tienes razón. Pero es que solo era fiebre.
-No era solo fiebre. Y lo sabes.
-Bueno, quizás no he comido, pero es que tenía más sueño que hambre.
Negó repetidas veces con la cabeza. Y vi en su mirada que estaba preocupado.
-¿Sabes el susto que me he llevado cuando he llamado repetidamente a tu puerta pero no contestabas? ¡Pensaba que te habían secuestrado o yo que sé! Lo peor ha sido cuando he pensado que realmente no me querías ver. Estaba a punto de darme por vencido, pero sentía que algo no estaba bien e he ido por el jardín. Cuando te he visto tirada en el suelo, juro que he muerto por dentro. Mira –me enseñó la mano, y en los nudillos había rasguños y sangre- para abrir la puerta le he pegado un puñetazo. Y cuando te he cogido respirabas con dificultad. He conducido tan rápido que probablemente tenga tres o cuatro multas de velocidad.
Le cogí la mano y se la acaricié. Todo había sido por mi culpa, era realmente horrible por mi parte y se lo había hecho pasar mal a él.
-Lo siento…-dije cuando mis lágrimas empezaron  a rodar silenciosamente por mi cara- Yo no me imaginaba que esto pudiera pasar…
-Eli, preciosa, no llores. –dijo besándome las mejillas y después mis labios- Entiende que me he llevado un buen susto. –me susurró.
-Lo sé. Y lo siento.
-Lo peor es que pensaba que me evitabas. Que te habías asustado. Dios, he imaginado que te alejabas de mi y no he podido evitar ir. Pero ha sido verte ahí e imaginar que te habías ido de mi lado, y juro que no encontraba otro motivo por el que seguir luchando.
-No, yo no voy a irme a ningún lado. Ha sido un descuido, solo eso…
Puso su frente contra la mía.
-Lo sé, pero es que eres tan frágil…Escucha, ahora nos vamos a comer, ¿Vale? –asentí- Nadie sabe nada de esto, ¿quieres avisar a tu madre?
-No, no, ella mejor que no sepa que he estado en el hospital, o se puede generar un gran drama.
-¿Elba?
-No, es mejor no preocuparla. Pensándolo mejor, creo que esto puede ser nuestro pequeño secreto. Mejor que nadie se entere. –le puse el meñique- ¿Promesa? –sonreí-
-Como una niña pequeña…-dijo uniendo su dedo meñique mientras sonreía.

Me dieron el alta poco tiempo después. Harry y yo fuimos a comer a un McDonalds. Aunque en realidad tuvimos que coger la comida para llevar y comérnosla dentro del coche al lado de un parque. Ya que había muchas adolescentes y Harry prefería solo centrarse en mi. 
Estuvimos media hora en el coche, yo estaba apoyada en la puerta y tenía los pies puestos encima de los muslos de Harry. Estuvimos hablando tontamente mientras nos  tirábamos patatas fritas. Me puse las patatas fritas de colmillo e hice de morsa. Harry se rió tanto que le salió la coca-cola por la nariz manchando todo el parabrisas. No hace falta decir que después de eso tuvimos que ir a lavar el coche. La peor experiencia de mi vida, no sabía que lavar un coche me iba a costar tanto. Yo preferí aspirar el interior, de dónde saqué veinte patatas fritas, creo que más de medio paquete estaba ahí. A Harry le tocó fregar el parabrisas y toda la carrocería. La verdad es que no fue muy buena idea. Hacía mucho frio, ya que eran las doce de la noche, y estar ahí con el agua era horrible.
Harry me dejó en casa sobre la una. Le comenté que era mejor que durmiera sola, ya que necesitaba descansar después de todo lo que había pasado. Él lo comprendió, aunque se puso triste ya que al día siguiente tampoco nos íbamos a ver. Ya que él tenía trabajo.
Entré en casa y me encontré a Elba durmiendo en el sofá. Apagué el televisor y la tapé con una manta. Subí a mi habitación y me cambié de ropa, por tercera vez. Me tiré en la cama, pensé que Harry era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, suspiré cual gilipollas enamorada y me dormí con una sonrisa estúpida en la cara.
Levanté sobre las doce del mediodía, bajé al comedor pero no había rastro de Elba. ¿Dónde se había metido?
-¡ELBA! –llamé.
Nadie contestó. Subí a su cuarto, pero tampoco estaba. Parecía que se hubiese cambiado de ropa para irse. ¿Pero, con quién?
Me dirigí a la cocina a comer algo. Me preparé un bol de cereales y dos tostadas con mermelada de frambuesa. Me planté delante de la televisión y me puse a ver programas estúpidos.
-Ah…-suspiré- como he echado de menos esto.
Era cierto. Llevaba como loca una semana. Que si Harry, que si Elba, que si Evan, que si Bella, que si Rachel….Era pensar en eso y ya me debilitaba de nuevo.  Llevaba cuatro días con Harry y habían parecido siete siglos. 

Pasé toda la tarde pintándome las uñas, comiendo y viendo series. No había rastro de Elba, ¿dónde se había metido? 
Sobre las siete de la tarde fui a buscar el teléfono para ver si tenía alguna noticia sobre ella. Efectivamente tenía ocho mensajes, pero no sabía de quien. 
Abrí el teléfono, tenía un mensaje de Harry dándome los buenos días. Sonreí tontamente, pero decidí no contestarle, si estaba en el trabajo no lo quería molestar. Me encontré unos seis mensajes con fotos de mi madre con mi padre en Estados Unidos. Vaya dos. Las fotos eran borrosas, y apenas podía diferenciar la cara de mi madre a la cara de mi padre. Aún les quedaban dos o tres días por volver, si es que decidían volver, claro. 
Y por último tenía un mensaje de Elba:
“Buenos días bella durmiente. ¿Solo sabes dormir o qué? Finalmente Harry vino. Pude ver que no estabas en casa, así que tan mal no te supo, ¿verdad? Supongo que llegaste tarde, no te oí entrar. Nos vemos más tarde”.
¿Solo eso? Pero, ¿dónde se había metido si ellos estaban trabajando? Decidí no preocuparme. Al fin y al cabo se trataba de Elba, se sabía valer por si sola.

Fui a darme una ducha rápida. No me lavé el pelo ya que no me hacía falta y en unos diez minutos estuve lista. Me puse mis zapatillas de oso y decidí pasearme por todo el pasillo. Me puse música y bailé un rato. Estaba realmente genial, había descansado lo suficiente, y había comido. Así que estaba feliz, y aún más si pensaba que mi chico era increíble. Se apagó la música y giré la cabeza. Elba apareció mirándome raro con el cable de la radio en la mano.
-¿Qué haces, prima? –dijo.
-Bailar.
-Oh, eso ya lo veo. ¿Cuándo has llegado?
-¿Yo…? Si no me he ido. ¿Dónde has ido tú?
-¿Cómo que no te has ido? ¿Yo? Yo he estado con los chicos, el único que ha faltado ha sido Harry, pensaba que estaba contigo.
-¿Q..q…qué? –me atraganté- Harry me ha dicho que hoy tenían trabajo.
Elba me miró y yo dejé de respirar. 

Déjame Amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora