Capítulo 15: Algo extraño.

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A la mañana siguiente, cuando tocaba retirarse, Kitty andaba actuando de una forma muy peculiar, apenas hablaba, no andaba con el celular en la  mano como siempre, ni siquiera intentó tomarse una fotografía. No mostraba gran ánimo.

Numerosas veces Emma le preguntó "¿ocurrió algo?", "¿cómo te sientes?", "¿puedes hablarme del tema?", nunca obtuvo una respuesta que le dejara por aclarado algo. Regresaron a casa sin más, no mucha conversación existió.

Sus padres les preguntaron cómo la pasaron en la fiesta, la respuesta fue seca y con una sonrisa forzada:

"Bien."

Era temprano todavía en la mañana y aún no desayunaban, por ello, lo hicieron en compañía de sus padres. La cartilla con las calificaciones de los últimos exámenes recién había llegado, felicitaron a Kitty por lo bien que ha estado académicamente hablando. La de coletas asintió, forzándose a comer aunque no tuviera hambre. Se le notaba incómoda, más aún cuando sus familiares la miraban fijo, algo ocultaba, eso era claro, pero... ¿El qué?

Luego de que la mayor terminara de lavar por voluntad propia los trastes del desayuno, se acercó a Kitty para preguntar:

  — ¿Todavía sigue vigente la "tarde de chicas" o quieres dejarlo para otro día? —hizo referencia a que ese día acordaron en arreglarse las raíces del cabello teñido de negro azulado, hacerse mascarillas y exfoliaciones tanto como pintarse las uñas de diversos colores.

— Hoy, hermanita —contestó borde.

— ¿Segura, segura?

— Sí, sí —realizó una sonrisa falsa.

— Está bien.

Las horas pasaron, donde cada una iba por su rumbo, no fue hasta después de almorzar, tipo dos y media de la tarde, Emma le estaba tiñendo el cabello a su pariente mientras esta última se miraba fijo en el espejo de enfrente, quitándose las cejas con una pinza.

— No es necesario que te saques tanto —le advirtió su hermana—. Tus cejas naturales son lindas, lo juro, sólo necesitabas sacarte un poco del entrecejo, el resto era para parecerte a mí la otra vez.   

— Igual quiero —dijo y se quejó porque tiró muy fuerte.

— ¿Quieres que lo haga yo? —recibió una respuesta positiva.

Le pareció extraño, Kitty nunca fue taan obsesionada con ese tema del aspecto físico, claro que vestía a la moda y se arreglaba a su pinta, pero nunca pasaba más allá de depilar lo justo y necesario, de querer tener una piel perfecta y señalar a pleno detalle los lugares en que se le notaban las raíces del cabello. Nunca tan vanidosa.

— ¿Te estuvieron molestando en la escuela? —consultó sin miedo, esa era una de sus hipótesis, le negaron— Entonces, ¿por qué tan interesada en verse perfecta?

— No quiero perder a alguien —respondió, ahora quitándose el mínimo vello que tenía por bigote, casi nada, ni se notaba.

— ¿Perder? —frunció el ceño— ¿Acaso el chico con el que salías te dijo que no le gustaba como lucías o algo? Porque no tienes que cambiar por un chico, Kit, si no le gusta, entonces que se busque a otra. No te fuerces.

— No es eso, es por mí, no me siento en seguridad suficiente y quiero impresionar a mi cita.   

— ¿Hablas en serio? —asintió— ¿Promesa? —volvió a hacerlo— ¿Por la garrita? —acercó su dedo meñique y la otra lo juntó con el suyo.

— Por la garrita —sonrió ahora de forma más natural.

— Haz actuado muy raro, por favor, déjame claro: ¿te hicieron algo en esa fiesta? —negó— Entonces, ¿por qué te encontré tirada en las escaleras?

La menor tragó saliva con nerviosismo.

— Me emborraché —admitió—. Más de lo que planeaba, es que... ¡Parecía no surtir efecto! ¡Y cuando lo noté, era muy tarde! ¡No pude hacer nada!

— Oh, entiendo... Sólo quería saber eso. Lamento si soné muy antipática y pesada con el tema  —hizo una mueca.

—No pasa nada... —suspiró, iba a decirle algo más, prefirió callar... a medias.— Sabes, tengo algo que confesarte, pero aquí no porque están nuestros padres cerca y eso me pone nerviosa.

— ¿Confesar el qué?

—  Ya verás...  

...

Días transcurrieron, se suponía que todo regresaría  a la normalidad y no fue así. Kitty apenas hablaba con sus amigos, manteniéndose calladita casi todo el rato. Comía muy poco, parecía como si anduviera con vergüenza de algo, la pregunta primordial sería de qué.

Su hermana la descubrió a la hora del almuerzo muy decaída en las mismas escaleras en que se quedó dormida la otra vez, acariciando los escalones, como si guardaran algún secreto.

— Kit, no estás actuando como siempre, no estás siendo tú, dime: ¿qué pasó?  

— Tengo miedo...   —respondió al borde del llanto. 

— ¿Miedo? ¿De qué?

— C-creo que... —titubeó, soltando varias lágrimas, se cubrió el rostro, avergonzada— ¡Tengo miedo de estar embarazada!

Don't Say You're Lazy (TOTAL DRAMA, Nemma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora