Capítulo 35

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MARATÓN 2/2

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A veces debemos dejar que los demás hagan cosas por nosotros, sino nunca sabremos si les importamos o no.”




Esperamos allí sentados hasta que suena la campana y luego nos ponemos de pie juntos para caminar hasta la secretaria del colegio. La chica con un rodete rojizo y los ojos claros nos mira con una cara amargada y malhumorada, tienes leves bolsas grises bajo los ojos y pregunta lo ocurrido para poder escribir en el papel.

XxX: Sábado a las nueve de la mañana —dice viéndome a mí.

Laura se limita a apoyar los codos sobre el escritorio y darse la vuelta para observar a su alrededor mientras yo pongo la cara y hablo por los dos. Recibo el papel y tomo a mi amiga por el codo para sacarla de allí.

— ¿Qué ocurre si no vengo? —me pregunta.

— Te meterás en más problemas de los que ya tienes.

Su boca forma una perfecta O y me sigue por el largo pasillo del colegio. Cuando dos chicas caminan enfrente nuestro dirigiéndose por el pasillo al contrario de nuestro camino, ella me toma por el brazo y entrelaza nuestros antebrazos pegando su rostro en el costado de mi cuerpo. Las dos chicas se quedan en silencio al pasar por al lado nuestro y observan a Laura, ella se intenta esconder un poco más detrás de mí como si eso fuera posible.

— Son unas malditas perras —murmura.

— Lo vi en sus rostros.

— El año pasado me dejaron encerrada en uno de los cubículos individuales del baño.


¿Cómo puede existir tanta gente dañina en el mundo?


La sonrisa de Laura ha desaparecido por hoy. No le gusta nada la idea de tener que quedarse en detención el sábado por la mañana, no sabe qué es portarse mal, hacer estupideces.

— ¿En qué te vas? —Le pregunto mirando mi reloj.

Ella alza la vista de su block rayado con apuntes de la última clase y sus ojos se encuentran con los míos. Están vacíos, tristes.

— Caminando —responde y desvía la vista.

Mi reloj marca la hora exacta de la salida y la campana suena dejando en silencio al profesor y llenando el salón de actividad apresurada. Cada uno se prepara rápidamente y comienza a salir por la puerta del salón mientras entablan una conversación. Laura guarda sus cosas en silencio y se cubre las muñecas con la manga de su campera antes de esquivarme para salir del salón. Guardo mi cartuchera y cierro la mochila de un tirón para correr fuera del salón. Laura me espera parada en la puerta.

— ¿Quieres que te lleve a tu casa? Mamá viene a buscarme porque está lloviendo, ya sabes.

— Ooww, Ross y su mami.

Frunzo las cejas y la fulmino con la mirada. Comenzamos a caminar por el pasillo atestado de alumnos.

— ¿Quieres o no?

— No, gracias —dice casi en un susurro—. Puedo irme como he venido. Tengo un impermeable en la mochila.

— Ni lo sueñes. —Niego con la cabeza—. Si le digo a mamá que te acerquemos a tu casa, va a decir que sí.

— No quiero ser una molestia, Ross. —Rueda los ojos. Engancha su brazo con el mío por la parte interior de nuestros codos y se afirma en mi —.Siempre que llueve te haces cargo de mí, la última vez tuviste problemas.

— Le pregunto, si ella dice que no, es no —le digo—. Pero sabes que no va a negarse.

— No, no, Ross. —Ladea la cabeza para observarme cuando llegamos a la entrada embarrada del edificio—. Puedo caminar.

— Vas a enfermarte.

— Pareces una mamá —dice casi riendo—. No necesito que me cuides, puedo hacerlo sola.

— Si tú dices. —Ruedo los ojos. Mi móvil vibra en mi bolsillo y lo saco lo más rápido que puedo. Laura deshace el agarre y se mete las manos en los bolsillos—. ¿Mamá?

Estoy afuera, amor —dice dulcemente y me hace acordar la burla de Laura.

— ¿Podemos llevar a Laura hasta su casa?

Veo a mi amiga fruncir el ceño y negar con la cabeza. Hace amague de salir del edificio y la tomo por el codo.

Claro, no hay problema.

— Voy para allá.

Finalizo la llamada e intento arrastrar a Laura conmigo. Ella tira de su brazo y se libera de mí.

— No, Ross —dice intentando calmarse—. Puedo caminar, en serio. No quiero que te preocupes por mí.

— Vamos, Laura. —Me cruzo de brazos—. ¿Puedes aceptar ayuda una vez en tu vida?

— No quiero pelear contigo porque me sigues pareciendo puto.

Intenta sonreír, pero no le sale. Solo me demuestra lo vulnerable que es y que en serio no quiere pelear conmigo, por eso dice algo que desvíe el tema de conversación.

— Voy a estar bien. Si me quedo varada por allí o no puedo caminar porque me congelo, te llamo.

— Si no estás bien, me llamas —le digo señalándola con un dedo. Ella asiente rodando los ojos —. ¿Lo prometes?

Alza una ceja.

— No, yo no prometo.

— Entonces… Sólo dime que lo harás.

— Lo haré.

Le doy un fugaz beso en la mejilla.

— Cuídate, Laura, y me llamas cuando llegues a casa.

Laura: Sí, papá —dice burlándose de mí.

Le saco la lengua antes de salir del edificio e intentar divisar el auto de mamá. Allí está ella con el limpiaparabrisas encendido y las luces intermitentes del auto negro.

Corro hasta ella y me subo en el asiento del copiloto.

— ¿Y Laura? —Me pregunta apenas cierro la puerta.

— La vienen a buscar —miento. No puedo decirle que es tan terca que va a caminar hasta su casa porque mi mamá es capaz de bajarse y buscarla —. ¿Vamos? Muero de hambre.

Invisible [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora