Capítulo 38

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“No necesitas un lindo cuerpo para ser hermosa.”






— Laura, ya, ya, ya para. —Ruedo los ojos.

— No me hagas callar.

— Sí, ya cállate.

Coloca su mano en mi barbilla y me hace verla a los ojos. Su mirada es reprobatoria y sus labios se curvan en un morro tierno y sencillo.

— No quise hacerte daño.

— Ya, Laura. —Vuelvo a rodar los ojos.

Sus dedos hacen cosquillas bailando por la piel de mi barbilla y lentamente sube hasta mi mejilla.

— No te afeitaste hoy.

Tomo mi mano con la suya y la obligo a quitarla de mi cara antes de que pueda llegar a cometer un error.

— Vamos a clases.

— ¿Y si nos vamos a desayunar por ahí?

Una de mis cejas se alza y una sonrisa divertida se hospeda en mis labios. Laura junta sus manos sobre su estómago y se encoge de hombros.

— Tenemos que entrar a clases, no podemos irnos por cualquier lado.

— ¿Por qué no?

— Primero, porque siempre nos vamos; Segundo, porque mamá se enojó conmigo por lo de detención y no quiero que me vuelvan a poner en detención; Y tercero, porque no.

— Porque no, no es una razón.

— Alguien tiene muchas ganas de hablar hoy.

Su tierna risa inunda mis oídos y me hace reír a mí también. El recuerdo de Calum diciéndome que ella es muy callada y seria ronda por mi mente. Claro que no lo es, solo que él no la conoce en lo absoluto. Miro por detrás del hombro de Laura y no hay ni rastro de la presencia de Calum.

— A que no sabes —dice Laura sacándome de mis pensamientos.

Su mano toma mi codo y me obliga a caminar por el pasillo en dirección al salón.

— Dime entonces.

— Llevo tres días, Ross.

Frunzo el ceño sin comprender. Al no responderle ella alza la cabeza para analizarme mientras entramos al salón. Chasquea sus dedos frente a mis ojos.

— ¿Tres días de qué?

Sus ojos dan un tour completo de ciento ochenta grados y luego bufa. Suelta mi codo y camina delante de mí.

— Sin comer.

Mi ceño se frunce aún más mientras la sigo por el pasillo del salón. Por un momento creo estar enojado, pero analizo el tono sarcástico de su voz y me tranquilizo porque eso avisa que no está hablando en serio.

— ¿Quieres que te meta un paquete de galletas por la boca? Mira que ni el papel voy a quitarle.

— Exagerado —dice y se sienta en su lugar. Cuelga su mochila en el respaldo de la silla. Me quedo observándola—. Es una broma, bobo.

— Yo sé, boba.

Me regala una de sus más sinceras sonrisas y palmea la silla a su lado. Inclino la cabeza como una reverencia y ella se ríe despacio. Me siento y suspiro. Creo que ya caí.

— Te felicito entonces.

— Lento —dice alargando la palabra. Se ríe.

— No estoy acostumbrado a hablar encubierto.

Invisible [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora