Capítulo 50

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“Tienes miedo de ser feliz porque siempre que lo intentas algo malo ocurre.”




Para que las calificaciones de mi chica invisible no sigan yendo en picada hemos decidido terminar el trabajo de historia esta tarde en su casa. Me toca conocer a su hermana mayor e interactuar con su prima, como ya hemos acordado antes, Laura va a ser lo más ella posible, sin esconder sentimientos ni negar pensamientos. Sin fingir sonrisas y alejar llantos, todo lo que ella sea en realidad recién voy a conocerlo ahora en estos días, semanas.

— ¿Vienes en la moto? —Pregunta haciendo dibujos en el borde de su hoja.

— Sí, ¿problemas?

— No, solo pregunto —dice con una tímida sonrisa.

— Y para tu información, se llama Boo.

— ¿Qué? ¿La moto tiene nombre? ¿Boo? —Una risita divertida se escapa de sus labios y pronto cubre su boca para que nadie más la escuche y puedan llamarnos la atención porque estamos en clase—. Eres de lo más anormal.

— Oye, lo normal es aburrido.

La punta posterior de su lápiz vuela hasta sus labios y la muerde mientras se ríe por lo bajo.

Asiente levemente sin quitarse el lápiz de la boca.

— Buen punto.

— Entonces, ¿vamos hasta tu casa en Boo?

— Boo —repite y ríe por lo bajo —. Claro.

Sus ojos miel me escrutan por unos segundos hasta que mi sonrisa le gana a mis labios brindándole la felicidad que en realidad siento por dentro. Laura me devuelve la sonrisa y luego vuelve los ojos a la pizarra, donde el profesor de matemática copia unos ejercicios que para nosotros son un tanto imposible.

Cuando toca la campana de la salida, Laura pide manejar la moto, pero me niego hasta que comprende que es una de las cosas más preciadas que tengo y se mueve para que yo me acomode al frente. Me hace burla hasta el punto de hacerme reír cuando le pido que se ponga el casco por su propia seguridad. Su risa no tarda en escaparse de sus labios cuando comienzo a reírme, pega su pecho a mi espalda y abraza mi cuerpo desde atrás para luego apoyar su cabeza y suspirar, deja de reír.

— Ya, mueve a Boo.

Una tierna risa se escapa de mis labios y pongo la moto en marcha para salir del estacionamiento lo más pronto posible. Nos detenemos a almorzar en un lugar de comida rápida y luego de pedir la comida y que nos la entreguen, nos sentamos en una pequeña mesa al fondo. Mi chica invisible habla a rienda suelta pasando de un tema al otro dejándome comentar una sola vez. Y por primera vez desde que la conozco me doy cuenta que realmente no sé nada sobre ella, no sé nada sobre su verdadera personalidad. ¿Quién iba a pensar que la misma chica que llora tanto de noche es la misma que ahora se encuentra hablando sin parar ni poner puntos? Sus ojos revolotean de un lado al otro y de vez en cuando pregunta si la estoy escuchando y comprendiendo, luego larga una risa hermosa y sigue hablando como si nada, como si nadie nunca pudiera hacerla dejar de hablar.

— Se te van a enfriar las papas.

— ¿Es muy aburrida mi historia?

— No lo es, pero puedes hablar mientras comes.

Una pequeña sonrisa asoma en sus labios y se lleva una papa a la boca. Se ha quedad callada, sorprendentemente, toma su vaso y bebe un sorbo, dos sorbos y lo apoya sobre la mesa con tranquilidad.

— ¿Ross?

Aquí vamos de nuevo.

— Dime.

— ¿Cuál es tu país favorito?

Mi ceño se frunce sin querer y una sonrisa confusa adorna mis labios.

— ¿Y esa pregunta?

— No lo sé, solo pregunto. —Alza un solo hombro hasta que toca su mejilla y luego lleva una papa a su boca—. El mío es Italia.

— Bueno, no tengo uno en particular, no lo sé.

Asiente levemente mientras se lleva otra papa a la boca, sus ojos se pasean por el lugar a la vez que toma el vaso entre sus manos.

— Ross.

— Laura.

— ¿Alguna vez terminaste tu canción linda?

Alzo una ceja hasta transformar ambas cejas en un ceño fruncido. Cambia de tema cada dos segundos y no logro comprender a dónde va con cada conversación.

— No, no la he acabado.

— Yo quiero oírla terminada.

— Pero no la he acabado.

— ¡Y acabala, pues!

Le sonrío, tomo mi vaso y la escruto con la mirada.

— Apenas la termine vas a escucharla, ¿hay apuro?

— Lo hay, me gusta tu voz.

Ross: ¿Ah si?

— Si, soy tu fan.

Ruedo los ojos, ella se ríe divertida y toma otra papa para llevarla hasta su boca, y cuando sorbe de su sorbete la hago reír hasta el punto de hacerla ahogar. Cierra los ojos para aclarar su garganta mientras yo río de ella. Vuelve a abrir los ojos y luego me lanza una papa a la cara, la tomo y me la como. Deja de toser pronto y aparta la vista para poder tomar Coca Cola en paz y no atragantarse nuevamente.

Cuando acabamos con la comida nos dirigimos rápidamente a la casa de Laura para poder terminar el trabajo de historia de una buena vez. Mi chica invisible se comporta de una manera totalmente extraña a la que siempre lo ha hecho, sus miradas siguen cargadas de miedo y esperanzas, pero su sonrisa te pide que no te preocupes por ella, aunque sepas que sus muñecas están llenas de cortes.

— No creo que mamá esté en casa.

Boo se queda en el garaje para que nadie se la lleve y por ello, entramos por la puerta trasera de la casa. Mary nos observa desde el sillón y no tarda ni dos minutos en sonreírle a su prima que la saluda agitando una mano. La niña corre hasta ella con su dedo índice en la boca, Laura se pone a su altura para recibirla con los brazos abiertos. Me llevo una gran sorpresa al darme cuenta de que la intención de la niña es abrazarme a mí también, así que le devuelvo el tierno abrazo antes de que salga corriendo nuevamente hacia el sillón.

— ¿Dónde está Vanessa?

La pequeña de ojos café se encoge de hombros. Laura rueda los ojos y me toma por la muñeca.

— Vamos a mi habitación, Mary. Si necesitas algo, pega un grito.

— Entendido mi capitana —dice la niña captando la orden.

Laura y yo nos reímos.

A diferencia de la última vez, la habitación de Laura está completamente ordenada. Tiene tres libros sobre el escritorio y unos apuntes del colegio, la cama está bien hecha y la ropa en su lugar. Se quita las zapatillas y me suelta el brazo para cerrar la puerta tras nosotros.

— Fíjate si en ese cajón están las fotocopias y empezamos. —Su mano señala un cajón de su escritorio.

Asiento sin que ella me vea, se sienta en la cama y se quita las medias de los pies, abro el cajón mientras ella revisa su móvil. Saco las fotocopias y al quitarlas de allí descubro una pequeña cajita de madera con dibujos tallados sobre la tapa, flores de distintos tamaños y pajaritos volando sobre ellas. La intriga ronda por mi mente haciéndome que abra la caja solo un poco. La mano me tiembla al ver lo que contiene y termino por cerrar el cajón de una patada, las fotocopias se caen a mis pies y mi corazón late desbocado.

Invisible [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora