Sinopsis.

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Cinco malditos meses encerrada en esta celda, cinco malditos meses encerrada sin ver a mi bebé ¿Qué habrá sido de él? ¿Seguirá con la maldita de Allison? ¿Pensará en mí? Joder, la cabeza me explotara en cualquier momento.

Y era claro que sintiera ese gran dolor en mi cabeza si estaba colgada en las sabanas que había colgado en los barrotes de arriba, me encantaba ponerme en esa posición. Sentir que la sangre se venía a mi cabeza y sentirme mareada, sentir que la cabeza me exploraría de un momento a otro. Sujeta solo de mis piernas y con los ojos cerrados, abrí ampliamente mis brazos con la fallida intención de tocar el suelo.

Inhala, exhala...

El corazón me late a mil, sonreía y me balanceaban como una pequeña niña en un columpio, solo que no existía columpio sino que era una sabana con un movimiento de va y ven, y que en cualquier momento me caería de cabeza si no lograba sujetarme bien.

—Dylan... Dylan O'Brien. Mi señor D, mi amado señor D —canturree.

En eso siento que se habré la puerta, no de la celda, si no la de la gran habitación en la que se encontraba mi pequeña celda. Veo que entra John, mi querido amigo John —el jefe de policías encargado de mí vigilancia— caminando por el techo hacía mi.

—Preciosa, baja de ahí —dice a unos pocos centímetros de mi celda.

Me levantó un poco para agarrarme con mis manos y doy unas pequeñas volteretas con la sabana y bajo dando pequeños saltos hasta llegar al frente de John, pongo mis manos en los fríos barrotes que me separaban de él.

—Ya saben que hacer si intenta algo —dice hacía el techo.

—Que raro ¿no? Hace unos momentos tú estabas en el techo y ahora estas en el suelo —rió a carcajadas señalando el suelo con mi dedo índice.

—Vengo a proponerte un trato —dice acercándose un poco para que lo escuchara mejor. Sonrío con mis labios y pongo mis manos en los barrotes que estaban frente a él— No toques eso y aléjate, por favor —levantó mis cejas y paso mi lengua por el largo barrote— Oh diablos. No, no, no. No hagas eso, pequeña diablilla.

—Entra a jugar conmigo —digo con mi voz como si en cualquier momento fuera a llorar— Vamos, quiero jugar con alguien —insisto

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—Entra a jugar conmigo —digo con mi voz como si en cualquier momento fuera a llorar— Vamos, quiero jugar con alguien —insisto.

—Nadie entrara a jugar contigo Thompson —negó con su cabeza— Ya sabes donde terminó el último que entró a jugar contigo.

—¿Dónde? —junte mis cejas.

—En el hospital y con varios huesos rotos —suspiró— A lo que venía. Tu novio ha estado haciendo muchas atrocidades allá afuera.

¿Novio? Él te abandonó, eso no hacen los novios. Lo que tú necesitas es a un gángster. Los gángster aman mejor y muere por la mujer que aman, no se marchan sin ella...

Un gángster... —susurré.

Si, tú novio es un gángster —me interrumpe John.

—¡No! —grite y comencé a pegarle a los barrotes— El idiota me abandonó.

Hazlo —dijo John.

En una fracción de segundo una corriente de electricidad me golpeó en el cuerpo, siempre hacían eso cuando me alteraba o algo por el estilo. El golpe de corriente me hizo saltar y caer de espaldas al suelo, comencé a reír desquiciadamente mirando el cielo, un pequeño rayo de sol entraba por el techo de la habitación.

—¿____?

—¿Qué? —sigo riéndome en el suelo.

—¿Quieres ayudarme a encontrar a tu novio? —pregunta John mirándome de su posición inicial pero ahora estaba en cuclillas mirándome.

—¿Qué gano yo con ayudarte? —me levantó con dificultad y él también se incorpora.

—Diez años menos de prisión —sonrió de lado.

¿Diez años menos? Solo me dieron quince años... Estaría aquí cuatro años y siete meses. Si, lo haría.

Me acercó dando pasos de bailarina de ballet y le estrechó mi mano por medio de los barrotes.

—Trato hecho.

Disaster II • Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora