Catorce.

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Sentía que la cabeza me explotaría en cualquier momento, lleve mis manos a mi cabeza pero no pude, unas sogas se aferraban en mis muñecas y me impedían que pudiera moverme. Abrí mis ojos de golpe y me encontré con una habitación totalmente desconocida.

—¿Dónde mierda estoy? —pregunté a la nada pero me sobresalté al escuchar que alguien me respondía.

—En el paraíso, muñeca —busque con la mirada de quien se trataba y era el mismo hombre que vi antes de que todo se volviera negro.

—¿Qué quieres de mi? —junte mis cejas confundida.

¿Qué demonios querría este imbecil de mi? Jamás en mi puta vida lo he visto.

Yo quiero hacerte muchas cosas —se levantó de donde estaba sentado y se acercó a mi, llevo sus manos a mi pierna y paso lentamente su mano sobre ella— Pero no puedo, porque el jefe me mataría. Pero si moriría feliz después de hacerte mía —sonrió asquerosamente y pasó su mano por mi estomago.

—Saca tus asquerosas manos de mi cuerpo ¿o quieres que te mate ahora mismo? —trate de sonar lo mas firme posible y creo que funcionó.

—Preciosa, no puedes moverte y crees que ¿me podrás lastimas? —rió a carcajadas— No seas tonta.

Pude darme cuenta que nada impedía que moviera mis piernas, justo en el momento en que Mike se me acercó lo suficientemente cerca como para que mis piernas lo golpearan en la cabeza, lo hice. Llevé rápidamente mis piernas hacía su cabeza y lo golpee con mis rodillas, se tambaleó llevando sus manos a su cabeza y le sonreí ampliamente.

—¿Te duele algo? —reí a carcajadas— ¡Suéltame ahora misma jodido hijo de puta!

Pero no me esperaba esto: sonrió y se me acercó tanto que podía sentir su respiración a centímetros de mi rostro. Su mano se posicionó en mi cabello dandole tirones para acercarme mas a su rostro.

—Serás mía, solo mía —paso sus labios por mi mejilla— No sabes cuanto esperé por este momento. Tenerte solo para mi.

—Jamás en tu vida seré tuya —solté con asco.

Una bofetada recibí de su parte. Mi vista se quedo fija en la pared, como si fuera lo las interesante que haya visto.

—No volverás a ver la luz del sol, jamás nunca —escuchaba su respiración agitada y en eso, sonó un teléfono, era de él— ¿Jefe? Si, aún no logro encontrarla —me miro con una sonrisa— Apenas la encuentre, lo llamaré. ¿Ahora? Si.. Bueno, voy para allá —y cortó— Que lástima, mi jefe me llama. Pero antes tomate esto —puso sus manos en mis mejillas haciéndome abrir la boca e introdujo tres pastillas blancas y agua para hacérmelas tragar a la fuerza— Buena chica.

—¿Quién es tú jefe? —pregunté apenas trague el agua.

—El señor Jay —dijo como si nada mientras guardaba una pistola en su pantalón.

—¿Señor Jay? —pregunté confundida y recordé.

—No quiero que me vuelvan a separar de ti otra vez.

—¡Si te amo tanto! —chillé lanzándome a sus brazos para abrazarlo.

La fingida tos de alguien en la sala me hizo separarme de Dylan, nos separamos manteniendo una distancia pequeña y nos giramos para encontrarnos con un hombre de unos cuarenta años más o menos.

—Patrick —habló Dylan— ¿cómo te ha ido con la venta?

—No tan bien que digamos —una mueca se formo en sus labios.

Disaster II • Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora