Ocho.

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Mis ojos casi se salieron de mi cabeza, la vista se me nubló y las piernas me comenzaron a temblar.

¿Acaso ese disparo me llegó a mi? ¿Estoy muerta? ¿Mi vida acaba ahora? No, no puede ser... soy demasiado diva para morir.

De pronto, la vista se me aclaró, mis piernas sé estabilizaron y parpadee varias veces. Bajé la mirada a mí cuerpo revisando si tenía algún rastro de sangre pero no.

Si ese disparo no me llego, entonces...  ¿a quién le llegó?

Levanté la mirada y noté a Violet con una maldita sonrisa en su cara, me giré rápidamente para comprobar de que no había sido Dylan el que había recibido el disparo y, él seguía a mi lado, lo revisé rápidamente con la vista y pude comprobar que tampoco tenía rastro de sangre o alguna herida.

Entonces.. no, no, no. John, no.

Mi cara demostraba preocupación, lo sabía. Me giré lentamente para ver a John que tenía su mano sobre su pecho, su mirada perdida y sus labios entreabiertos. La sangre comenzaba a manchar su ropa blanca con un intenso color rojo y su rostro tomó un color pálido, sus labios comenzaban a perder el color rosado que siempre tenía y mi vista nuevamente se nubló.

—¡No! —un grito desgarrador salió del fondo de mi garganta, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos y corrían como cascadas por mis mejillas— ¡John! No, no, no, no —corrí hasta llegar a su lado, justo en el momento en que él caía al piso de rodillas, me apoye sobre mis rodillas en el suelo y lleve mis manos a sus pálidas mejillas— No puedes dejarme, John. Por favor —le supliqué con una sonrisa en mi cara que demostraba solo tristeza—, quédate conmigo.

—Tú provocaste su muerte —habló Violet a mis espaldas.

—John, háblame —le di pequeños golpes en el rostro con la palma de mi mano— Tú no puedes morir, no puedes simplemente morir y dejarme así.

—Cui...dala —dijo en un susurró, sabía que se dirigía a Dylan, que estaba a un lado mío.

John cerró sus ojos y dio un gran suspiro, su último suspiro, su último aliento. Las manos me temblaban sobre su cuerpo que estaba tendido entre mis brazos, no podía creer que estaba muriendo. Me negaba a creerlo.

Me levanté del suelo para tomar la pistola que tenía Dylan en su mano y apuntar nuevamente a Violet, una sonrisa burlona apareció en sus labios y las ganas de golpearon crecieron en mi.

—___ no lo hagas —escuche el susurro de Dylan a mi lado.

—Cállate —gruñí con mis dientes apretados— Esta maldita bruja me las pagará.

—Oh ¿te afectó la muerte de John? —su tono de voz transmitía solo burla en cada palabra que decía.

—Ahora tú morirás —le sonreí de lado.

—No te atreverías —levantó sus cejas retándome, pensaba que no lo haría pero estaba muy equivocada, esta bruja no me conocía lo suficiente.

—Oh si, si lo haré.

No dije más y apreté el gatillo de la pistola, la bala fue director al centro de su frente. Violet cayó en una fracción de segundo al suelo, de su boca comenzó a salir sangre y sus ojos se pusieron blancos. Me acerqué a su cuerpo y comencé a darle golpes con mis pies, sin dejar de llorar; pude vengar la muerte de John. Era demasiado bueno como para que terminara así. Había sido la mejor persona que alguna vez conocí.

No sabia cuantos golpes ya le había dado a Violet, pero sentí la presión de unas manos en mi cintura que me hicieron levantarme del suelo, mis pies ya no lo tocaban y se me hacía imposible llegar al cuerpo sin vida de Violet. Dylan me llevo hasta la habitación, sentía que no tenía ganas de vivir, ni de respirar, ni seguir los pasos de Dylan que me ordenaba cosas pero no las lograba escuchar con claridad, mi mente estaba perdida en un lugar lejano, exactamente en el día que conocí a John, el día en que me llevó una bandeja de comida comestible, el día en que me llevo una taza de café cuando tenia frío, el día en que puso música para mi porque yo quería escuchar música y muchos momentos más.

Cerré fuertemente mis ojos y al abrirlos, noté que Dylan sacaba un bolso del ropero en el cuál introdujo varias armas: cuchillos, pistolas, metralletas, granadas, etc. No entendí por qué hacía eso, hasta que me agarro tan fuerte del brazo que me hizo arrugar mi cara del dolor.

—Tenemos que irnos —ordenó.

No quise protestar ni nada por el estilo, solo obedecí. Salimos por la ventana que daba hacía el bosque, al saltar de la ventana me doble el pie con los grandes tacones que llevaba puestos, pero no me importó. Dylan corría a unos pasos adelante de mí y yo lo seguía como perro faldero, miré hacia mis espaldas y pude darme cuenta que ya se encontraba la policía y una ambulancia.

—¿Por qué huimos? —pregunté con mi voz agitada.

—Porque la policía llegó y no pueden encontrarnos aquí y no quiero que me atrapen —hubo unos segundos y Dylan tomó mi mano mientras corríamos—, tampoco quiero que te atrapen a ti, otra vez.

*

Han pasado horas desde el encuentro que tuvimos con Violet en la cabaña del bosque, y donde la vida de John terminó. Mi vista estaba pegada en el suelo, en ese momento el suelo era lo más interesante que había en el lugar, ya no me salían más lagrimas, me sentía seca.

—Deja de sentirte mal por la muerte de ese idiota —escuche a Dylan en la habitación, rompió el hermoso y acogedor silencio que habitaba en nosotros.

—No lo entiendes —susurré bajo— Tú jamás entenderás lo que siento en éste momento.

El silencio se volvió apoderar de la habitación, solo pude escuchar los pasos de Dylan acercarse a mí. Sus pies se quedaron justo en el centro del suelo en donde se posaba mi vista.

—Acaso... ¿Te gustaba? —su voz sonó áspera.

—No —respondí rápidamente— Es solo que, con el tiempo le agarré un cariño especial...

—¿Especial? —rió sin gracia— ¡¿ESPECIAL?! —gritó y me hizo sobresaltar, lo miré con mis cejas juntas y él llevó rápidamente su mano a mi cuello presionándolo con fuerza— No puedes tomarle un cariño especial... a nadie, solo a mi.

—Suel... —no podía articular las palabras ya que no pasaba el oxigeno a mis pulmones.

—Que te quede claro que eres mía, solo mía — me soltó del cuello poniendo sus manos en mi cintura y acercándome bruscamente a su cuerpo, rozó su mejilla con la mía—, y nadie más pondrá los ojos sobre ti. Me perteneces.

Cerré mis ojos fuertemente y una que otra lagrima rodó por mi mejilla.

Disaster II • Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora