11 | El amor ocurre una vez

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Lentamente mis párpados ascendieron, acostumbrándose a los brazos del dolor que me arropaban, y al incesante zumbido en mi cabeza

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Lentamente mis párpados ascendieron, acostumbrándose a los brazos del dolor que me arropaban, y al incesante zumbido en mi cabeza.

     El envolvente sudor y la falta de respiración causaron un sobresalto. Un oscuro panorama se abría adelante, limpiando el área oscura de un recóndito lugar apartado del resto.

     Vestigios de la realidad se unieron a la fantasía creando espirales inconexas. Ocasionalmente los pensamientos hacían más daño que las propias palabras.

     Erguí mi cuerpo, y miré alrededor, absorto en la confusión, la mayoría de lo que observaba parecía irreal igual que un sueño, entrelazado a una pesadilla que se hacía realidad. Analicé la vía intravenosa conectada a mi brazo, y la pequeña pinza que indicaba el ritmo de mi corazón.

     Resoplé cansado de la situación, abriendo puertas dispuestas a cerrarse y deslizando emociones por las fisuras de una máscara rota. Entendí que, a este ritmo, lo mejor sería reservarme ya un cuarto en el hospital.

     Intenté recostarme sobre la almohada nuevamente.

     Entonces le vi.

     Hasta el fondo de la habitación blanca, extrañamente tediosa, se encontraba un chico sentado sobre el sofá. La luz escasa que brindaba una lámpara en la cómoda se volvía imperceptible, casi oscura frente a la penumbra.

     No podía verle el rostro, parecía una silueta oscura cual sombra bajo un árbol.

     Permanecí paralizado.

     — ¿Hola? —enfaticé confundido, esperando el momento en que actuara por si se tratase de un desconocido.

     La luz se veía engullida, aniquilada tras la inmensa oscuridad.

     —Mmm —gruñó comenzando a levantarse de la incómoda posición.

     Entre las sombras la nitidez de su rostro ascendió, le noté cuando apareció acercándose a mí y no pude creerlo.

     Rozó la penumbra con una intensa mirada, similar a las avellanas, resaltó así la obviedad de su atractivo.

¿Qué hace él aquí?

     — ¿Te sientes mejor? —preguntó Marcel preocupado mientras inspeccionaba los hematomas de mi brazo.

     Miré extrañado al chico frente a mí, esperando una explicación que tardó en llegar o cualquier oración resuelta en dudas, que en mi cabeza se generaron como cadenas. Mis ideas eran un lío, deliraban juntas y navegaban perpendiculares, lejos del ajetreo en el que se convirtió mi memoria.

     No pude entenderlo.

     —Estoy bien. ¿Qué haces aquí? —reaccioné después de un instante, arrepentido por la forma brusca en que hablé.

Más allá de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora