El sonido encapsuló en una burbuja al tiempo, atrapándolo en sus barreras, nuestra parálisis duró tantos segundos que mi pulso se aceleró. No podíamos movernos, teníamos esa sensación, dentro, insistente.
Alrededor los colores se difuminaron en contrastes aún más borrosos.
Mis manos vibraron, y me sujeté del valor acercándome a Jordán, busqué en el silencio la respuesta de una incógnita que atravesaba su mirada, tardía como el propio amor.
La luz resplandecía entrando por la ventana, alistándose fuera de la oscuridad.
Encontré un motivo para refugiarme de mis demonios.
Avanzamos esperando en cualquier momento algo que necesitábamos conocer. Me preparé mentalmente para lo que podía suceder, el miedo entraba sutil alojándose en mi cuerpo, quebrando mi voluntad. Las ideas coherentes levitaron escasas, imposible fue tomarlas, se alejaron mientras se burlaban de mí.
Jordán sujetaba mi mano con firmeza, en un instante se agarró fuertemente y le devolví el apretón, haciéndole saber que estaba dispuesto a afrontar todo como hasta ahora lo habíamos hecho, juntos.
La ventana rota dejó pasar un destello del arcoíris, cautelosamente entrando por el hueco. Resultaba irónico que justamente algo tan hermoso pudiese florecer con mayor belleza en la oscuridad.
Dejé de lado aquel pensamiento al retomar mi camino junto a Jordán, la puerta cerrada permanecía estática, reflejaba un tipo de extraña tranquilidad.
El silbido de mi respiración acelerada era lo único que se escuchaba.
—Quédate aquí, mi amor —murmuró Jordán en voz baja al soltar mi mano―. Iré a revisar.
—No —respondí buscando el espacio que tanto amor me había brindado.
Me dio una mirada rápida, en ella, la advertencia quedaba clara.
—Por favor, haz lo que te digo por una vez ―suplicó, alejándose unos pasos―. Es peligroso.
—Sabes muy bien que no lo haré. —Entre los límites de mi desesperación busqué sus dedos—. No te dejaré solo en esto. Somos un equipo, ¿no?
Parpadeó borrando las lágrimas que se acumulaban en su mirada.
Suspiró.
—Lo somos —respondió asintiendo.
Entonces el sonido de un motor destrozó el silencio, atravesándose como una flecha, provocando eco.
Las pisadas se incrementaron cuando el castaño corrió apresurado, tomando con fuerza mi mano en el camino. Llegamos a la puerta, abriéndole de par en par.
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Más allá de tu mirada
RomanceUna mirada es suficiente para demostrar amor, escondido en la sombra del prejuicio. Este gesto encierra eternidades; algunas escondidas y otras más libres. Byron sabía perfectamente que enamorarse no era un juego, esperaba a su otra mitad con e...