16 | Te amo

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La advertencia en su mensaje aún seguía revoloteando sobre el aire

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La advertencia en su mensaje aún seguía revoloteando sobre el aire.

     Mi corazón completaba los latidos de un segundo recostado a mi lado. Suspiré dejando el celular en la cómoda ubicada al costado de mi cama.

     Me recosté nuevamente sintiendo los gruesos brazos de Jordán, abrazándome. Giré sobre mis hombros, buscando el contacto con el pecho duro, y me encontré frente a frente con el fino rostro adormilado, parecía incluso más joven. El cabello castaño caía prominente encima de sus cejas, desordenado y rebelde, un contraste con su personalidad. La oscuridad de una noche seductora no me permitía apreciar el dorado y destellante color de su cabellera, aun así, me permití imaginarlo.

     Detuve mi atención un momento en sus labios, respiraba y suspiraba sin descanso, una melodía casi imperceptible; gruesos y rosados como los pétalos de una rosa, tan alcanzables, pero encerrando un enigma. Pude distinguir un pequeño lunar en la base superior de su labio, casi invisible.

     Sonreí por el camino al que se dirigían mis pensamientos.

     —Te parezco exageradamente atractivo, ¿no? —preguntó en un murmullo, apenas despertando de un sueño que parecía haberle gustado mucho.

     Le miré con los ojos entrecerrados.

     — ¿No estabas dormido? —ataqué evitando la sorpresa que generó su arrebato—. Además, estás borracho, no sabes lo que dices.

     Se acomodó de nuevo cerca de mí.

     Su aroma invadió mis sentidos, aunque un rastro del olor a alcohol siguiera presente.

     —Mentira ―replicó, moviendo los labios tan lento que perdí la noción del tiempo―. Ya no me siento tan mareado.

     Formé un puño para evitar la sensación que intentaba obligarme a acariciar su mejilla.

     —Estás delirando, Jordán —repliqué mordiéndome el labio, evitaba caer en sus profundidades―. ¿Por qué te vería?

     La curva en sus labios me distraía. Odiaba ser tan evidente.

     — ¿Por qué no? —inquirió—. Me gustas y yo a ti.

     —El alcohol te hace malinterpretar las cosas.

     Negó con la cabeza, como pudo, y sonrió, sabiéndose seguro, con la firmeza que se tiene cuando uno se sabe amado.

     —No, ya no estoy borracho. Tu aliento choca en mi rostro constantemente, era obvio que sabría que me observas.

     Desvié la mirada.

     —Un consejo, cariño. Deberías lavar tus dientes.

     Rio entre suspiros, y me reí con él.

Más allá de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora