Su mirada asustada palpitó en el fondo de mi corazón, desmoronando poco a poco mi fuerza. Sus párpados caídos destilaban dolor, y sus ojos rojos revivieron miedos internos.
La mirada triste de Jordán estaba concentrada en la mía.
Él podía romperme mil veces con sus acciones imprudentes o con la cobardía que a veces mostraba, pero el dolor que sentí cuando vi esa mirada, fue más allá de una simple fisura. Me rompía en pedazos porque no sabía cómo salvarlo, él me había traído a la vida y yo no podía hacer nada.
Me encerré en un mundo de sombras del que escapé antes, era necesario regresar para rescatarlo. Enfrentaría a quien fuera por él, porque no importaba cuanto me lastimara, siempre volvería para luchar contra su miedo, ayudarlo de ser posible para siempre.
Sería su espada y escudo también, el protector de su alma libre.
—No quiere que te vea más —confesó en voz baja cuando le había preguntado hacía muchos minutos―. Me golpeó hasta que se cansó.
Evité contestar, permanecí paralizado con su cuerpo encima del mío y la cabeza apoyada en la fría pista de hielo. Después de meditarlo lo había enfrentado, observando su mirada atenazada por el miedo.
Me devolvió el gesto, mirándome expectante y mi reacción siguió siendo impasible. Mi razón gritaba que escapara.
Él terminará destruyendo lo que queda de ti. Acabará con el valor que recuperaste al olvidar tu pasado, te consumirá.
Y a pesar de que me advertían y tenían razón, arriesgué aquel corazón que se formó en su nombre. Ese mismo que tartamudeaba cansado de sentir, de intentar y no ganar.
Me atreví a lanzarme al vacío sin esperar nada.
—No me dejes, por favor. No puedo solo —murmuró derrotado—. Te necesito.
Mirarlo dolía, por primera vez dolía. Nada tenía sentido si los dos no éramos libres, no bastaba con uno afuera de la jaula.
—Jamás te dejaría, aunque lo hiciera siempre estarías en mi corazón, quiero que lo entiendas —apunté a tiempo vislumbrando el choque de miradas entre los dos―. Esto no es fácil para mí. Te he contado lo que viví con mi madre. Aún hay más.
―Cuéntame ―pidió, preparándose para lo que venía, yo también lo hice, recordar todavía me pesaba, aún me quemaba.
Por un momento miré mi muñeca, y el recuerdo de la venda que estuvo rodeándola me hizo sentir abatido.
―Entiendo lo que es tener miedo ―susurré, parpadeando para evitar romperme―. En la escuela, un grupo de compañeros me humillaba. Me arrastraban hasta el baño, en el patio, donde nadie los viera patearme.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de tu mirada
RomanceUna mirada es suficiente para demostrar amor, escondido en la sombra del prejuicio. Este gesto encierra eternidades; algunas escondidas y otras más libres. Byron sabía perfectamente que enamorarse no era un juego, esperaba a su otra mitad con e...