Capítulo XXII

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1 día.

24 horas.

1440 minutos.

Ese era el tiempo que había pasado desde... desde... Bueno desde el beso. Si sólo había pasado un día, ¿Por qué se sentía como una eternidad? Ya quería verle. Ya quería tocarle. Ya quería besarle.

¿Pero qué pasa ahora? ¿Significa que le importo? ¿Significa que quiere algo? Pero si eso sucediese... No sería algo normal, ni si quiera él es normal. ¿Entonces qué sería?

Aquí viene de nuevo la Laura estresada. No podía calmarme, era algo que  no controlaba, simplemente pensaba demasiado, sentía demasiado.

Derek.

¿Qué había pasado con él? Lo último que recuerdo es que estaba en la habitación y luego... Bueno luego sucedió el "accidente" y no supe nada más. Nathan lo sabía, pero claro, a saber cuando lo volvería a ver. Si se dignaba a volver.

A lo mejor Derek me podía explicar que pasaba. A lo mejor él me explicaría la verdad.

Con esa idea en la cabeza, y de nuevo con un mal plan, me dirigí a casa del oji verde. Extrañamente no se encontraba muy lejos de la mía y eso facilitó las cosas. Llegué en menos de 10 minutos y toqué al timbre. Me daba igual que estuviese durmiendo, me daba igual que me cerrase la puerta en la cara, me daba igual todo. Sólo quería la verdad.

Cuando el moreno abrió la puerta vi su cara de asombro.

--¿Qué haces aquí? --Dijo seriamente.

--Vengo con un objetivo concreto y tú me vas a ayudar a descubrirlo. --Le dije entrando sin permiso a su casa y sentándome en su sillón. No me fiaba de él pero era la única manera.

--Quiero. No, no. Te exijo que me expliques lo que pasa. --Le dije sin ningún cuidado.

--¿Qué pasa de qué? --Preguntó sentándose a mi lado y mirándome interrogativamente.

--¿Qué se supone que sois? --Pregunté para comenzar la conversación.

--¿Que qué somos? --Dijo con una sonrisa.

--Explica. --Exigí.

--¿O si no qué? --Contestó Derek.

--Explica y punto. --Me estaba pasando, pero necesitaba saberlo ya.

--Pero qui... --Comenzó a decir. Pero se interrumpió a él mismo. --Oh está bien. ¿Quieres saber la verdad? Te explicaré. --Dijo como si de un momento a otro se le hubiese ocurrido una fantástica idea.

--Como ya te habrás dado cuenta con tu maravillosa cabecita, no somos humanos cualquieras. Ni si quiera somos humanos. --Fue directo al grano.

--¿Cómo que no sois humanos? ¿Entonces qué sois? ¿Pero cómo hacéis esas cosas? ¿Y por qué tenéis este aspecto? Pero yo no... --Dije rápidamente pero me interrumpió antes de acabar.

--Cariño relájate ahora te explicaré. --Dijo calmándome. Afirmé para que siguiera explicando.

--Somos una especie muy peligrosa. Sobretodo para los humanos. --Dijo tan normal, como si yo no fuera una humana y no tuviese miedo por lo que acababa de decir. --Oh bonita no te asustes, ya llegará el momento pero no hoy. --Siguió hablando cuando vio mi cara de terror.

--Continúa. --Le obligué aparentando tranquilidad.

--¿Sabes el típico mito de los ángeles custodios y bla bla bla no? -- preguntó y a lo que yo asentí intentando averiguar que vendría a continuación. --Bueno pues es cierto. Sólo que se saltaron una pequeña parte de la historia. Como siempre la que no es muy bonita. --Rodó los ojos.

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