5.Pasillos interminables en el castillo rojo.

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Tic toc tic.
Los zapatos, inquietos, chocaban contra el suelo de la inmensa sala, mientras un silencio envolvía a los presentes. Así que la princesa estaba en sus aposentos, y se negaba a verlos, que irrespetuosa.

Yori acomodó su pulcra túnica gris y miró donde estaban todos aquellos jóvenes que consideraba herederos. Parecían inquietos.
Giró a su derecha y vio a Hyō inquieta mirando el suelo y balanciando sus pies. Reposo una de sus manos en su hija en ademán tranquilizador y suspirando pareció tomar una decisión .

-Acérquense- ordenó en dirección a sus jóvenes hijos y una vez colocados en fila, los presentó de uno en uno.

-Emperador Il, estos son mis herederos- dijo sin poder esconder aun su descontento.
- Ese de ahí es Suna Kain -señalo al primero en la fila y este sonrio amablemente por respuesta.

-Fey Hao- un joven de aire soñador y de aspecto vidente asintió a la mención de su nombre.

-Kuro Seo- se dirigió hacía el joven de ojos oscuros.

- Hamin Fai- presentó así al más joven de sus elegidos, quien poseía una actitud juguetona y enérgica y se giró colocando su mano en dirección al último joven en la fila.

-Este último es mi hijo mayor, Himani Neo-.

-Mucho gusto- dijo el Emperador Il y guiñándoles un ojo continuo - confío en que harán su mejor esfuerzo para suceder a su padre- ante esto, Himani alargó la comisura de sus labios y miró despectivo a sus hermanos, ignorando por completo a su hermana. Si ese había sido el final de la conversación no lo supieron, pero su padre se despidió de ellos con un gesto de mano y se alejó con el Emperador cuchicheando por lo bajo.

Dando por terminada su participación en aquella reunión, Hyō se alejo por su parte y siguió el camino que la princesa pelirroja había elegido momentos atrás.

Recordó, entonces, lo que un sabio le había dicho una vez.

"Debes cuidar tus pies pequeña, ellos te llevaran por delante y si no los controlas...no sabrás a dónde te llevarán. "

-Quizá sea cierto- masculló Hyō, mientras dejaba que sus pies le guiarán y sus pensamientos la perdieran.

Caminos de piedra, techos rojos, árboles, si muchos árboles; verde, rojo, blanco, dragones en altos murales; pasillos interminables entre la murallas del castillo rojo.

Tras mucho caminar encontró por fin ,una desviación que le llevó a un pequeño jardín, el cual tenía ya un rato al lado del camino, lo tomó y sintió por fin el pasto bajo su persona. Se sentó bajo un gran árbol y cerró los ojos, concentrando toda su atención en los sonidos que le rodeaban; pasos, zapatos chocaban contra el suelo a lado suyo, arriba, a través de las hojas del árbol, se escuchaba la simpática sinfonía que el viento dejaba a su paso. Luces y colores se mostraban como sombras a través de sus párpados creándo una sensación de sosiego.
Súbitamente una sombra oscureció el interior de sus ojos, avisándole una presencia frente ella. Abrió los ojos lentamente y vio ante si una cortina de largos cabellos negros, adornados al final con una cinta de color azul, subió la vista buscando el origen de esos cabellos y lo que encontró fue un rostro de forma alargada, hermosamente adornado con facciones delicadas y ojos soñadores. 

- Fey Hao- susurró ella a modo de saludo.

 La comisura de los labios del joven se curvaron en una sonrisa temerosa, irguió su espalda retirándose así de la vista de Hyō, y prosiguió a sentarse a su lado.

 - Hyō Kin- asintió él con la cabeza y miro el cielo - El sol hoy se esconde muy rápido, y la noche no parece traer nada bueno-  dijo pensativo y Hyō vio en sus ojos oscuridad. Luego la miró de nuevo como extrañado por sus palabras  y aunque su rostro esbozó una sonrisa algo en el evocaba tristeza.
Por la forma en que había hablado su hermano, Hyō sentía que había escuchado una profecía, pero esa idea le pareció absurda así que decidió mirar el cielo, y en efecto el sol se escondía de nuevo, marcando el final del día. Hyō entonces recordó alguna vez haber escuchado que todos los días el sol moría para renacer de nuevo.

- Quizá- dijo ella - pero todavía no puede morir - miró a su joven hermano directo a los ojos, y encontró en ellos todo un mundo distinto; eran verdes, pero no uno común, era uno de color muy oscuro y el brillo en ellos era majestuoso, podría jurar que estaba en un bosque profundo, de esos que no dejan penetrar al sol y que sin embargo encierran tanta luz.

-¿Qué no debe morir?- Suna que acababa de llegar se reposo contra el árbol y cruzando sus brazos les miró interrogante.

-El sol- contestó Fey. Parecía  un joven de pocas palabras.

-¿El sol? - Suna se acomodó al lado izquierdo de Hyō y miró el cielo. -Pero que tonterías dicen- alzó su mano y la extendió como queriendo alcanzar al sol.
-El sol no muere, mañana verán cómo vuelve a izarse en el cielo- bajó lentamente su mano hasta dejarla reposar en el pasto, que le recibió recelosa.

-¡Que extraños son!- Hamin, el menor de los hermanos, se acercaba a ellos por la misma entrada que Hyō había utilizado para entrar al jardín. - Hablar del sol como si de una persona se tratase... es cosa de locos- y los miro reprimiendo una sonrisa. Prosiguió entonces a sentarse al frente de todos, invitándoles a cambiar de posición, terminando en un pequeño círculo.

Esa tarde abrieron sus mentes dejándose conocer el uno al otro. Debatieron por un largo rato temas que, para la mayoría sonarían absurdos y banales, y que sin embargo para ellos representaban preguntas interminables, comentaron por ejemplo, el origen del pasto que solían pisar constantemente, antiguos mitos de la creación, e incluso cuestionaron la razón de los colores  en la naturaleza. Hacía tiempo que Hyō no conversaba de aquella manera, siempre se planteaba aquellas cuestiones en la soledad o con su primo-hermano Natlat, quien en general era muy pragmático y simple, así que poder compartirlo de aquella manera  con personas que parecían entenderla le pareció simplemente maravilloso. Sin embargo, un mensajero vestido en colores vino, interrumpió la acalorada conversación que sostenían, sobresaltándolos momentáneamente.

-Príncipes- llamó este y con un ligero gesto de cabeza continuó- princesa, es tiempo de partir-.

Así que tan pronto cómo habían llegado se retiraban.

Ante sí, Hyō encontró de nuevo la misma carroza que había cumplido el menester de llevarle hasta el castillo, y en ese momento se le antojó extraña, como ajena. Frunció el ceño, sin saber realmente por qué, se volvía a sentir melancólica, exactamente como lo había hecho días atrás mientras se sentaba a lado de su maestro. Giró su rostro y miró de nuevo  las murallas del castillo rojo, en una de sus murallas se posaba una mariposa negra dirigiéndose dentro, hacia el gran castillo. Hyō la observo hasta que despareció en su interior y ante un aviso más prosiguió a subirse a la carroza para emprender la marcha de regreso a su país.

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4/sep/ 2016
Voten y comenten😀
Este capítulo lo he dejado hasta aquí, pues me parecía ya muy largo. El capitulo que le seguirá es de suma importancia, ya que nos acercaremos al inicio de esta gran odisea de Hyo.

Akatsuki No Yona.Erendini. #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora