Capítulo treinta.

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Capítulo treinta.

Lo miré inexpresiva, mi boca se abrió escasamente y las palabras que acababa de escuchar a procesaban lentamente en mi cerebro. Mi tío no puede estar muerto. Llevé mi mano hasta mi cara y sostuve mi cabeza para calmar el repentino dolor de cabeza que se desarrolló. Me sentía mareada, débil, exhausta.

Negué con la cabeza repetidas veces mientras articulaba pequeños y horrorizados "no's" que no podían ser escuchados. Instintivamente di un paso hacia atrás pero choqué con mi amigo, el cual me sostuvo antes de caer.

—¿Estas bien? —preguntó Alex, más por educación que por curiosidad.

Negué nuevamente con la cabeza mientras seguía en mi estado estática, en mi garganta comenzó a formarse un desagradable nudo que me impedía respirar normalmente y que se sentía asquerosamente mal. Mi boca seguía entre abierta, mis labios pálidos y sólo una cosa pasaba por mi mente.

Mi tío esta muerto.










Habían pasado ya tres días, tres asquerosos días y este era el peor. Me encontraba junto a Alex en el funeral de Douglas, mi tío. Se encontraban varias personas que le conocían y afirmaban que fue un buen hombre. Observé a mi al rededor y pude ver unos cuantos pares de personas vestidas de negro que velaban la muerte de mi tío, el cual se encontraba encerrado en esa horrible caja de madera.

Agradecí internamente tener unos lentes de sol puestos para que a si la gente no viera lo patética que soy llorando. Seguro mis ojos y mi nariz ahora están perfectamente combinadas con el rojo de mi cabello, odiaba llorar. Pero era mi tío, era la única persona que me había recibido con los brazos abiertos, era la única persona que me había prestado un hogar. Era mi única familia.

Mentalmente reproduje la historia de mi vida, específicamente cada vacaciones que pasaba junto a él, esas vacaciones en las cuales me perseguía a la orilla del río. Me daba muñecas en Navidad. Esas vacaciones en la cuales era una niña y tenía familia. Aquellas vacaciones en las que tenía una vida. A mi mente llegó el vago recuerdo de una tarde helada, en las cuales mi padre, mi madre y mi tío se encontraban cantando alegremente frente a la chimenea. Yo, por otra parte, los miraba desde un rincón mientras sonreía porque ellos lo hacían, luego sacudí mi cabeza para volver a la realidad y me di cuenta que ellos ya no estaban.

Analicé el ambiente y vi como cada una de las personas presentes pasaban una por una frente al ataúd ya introducido en el orificio y lanzaban una pequeña rosa. Alex me tomó de la cintura y me guió hasta allá, cosa que no quería.

—Es tu turno. —informó él.

Caminé a regañadientes hasta que pude visualizar la caja de madera cubierta de algunas flores. Dirigí la mirada hacia mi mano, la cual sostenía una rosa más igual al resto y luego miré a Alex que me regaló una sonrisa reconfortante. Volví mi vista al angosto hueco donde descansaba el cuerpo de mi tío y sin previo aviso, lancé la rosa.

Esta cayó lentamente, o seguro era yo que lo observó en cámara lenta. Todos mis sentimientos se iban en esa rosa, toda mi familia se iba en esa estúpida rosa.

—Te voy a extrañar... —susurré para luego sin notarlo, comenzar a llorar desconsoladamente. Me abracé a mi misma— No te vayas, despierta.

Era patética. Llorándole a una caja. Era jodidamente patética, las palabras salían disparadas de mi boca sin antes poder prevenirlas así que sólo me di media vuelta y noté algunas miradas apenadas que me observaban en mi lloradera. Quería salir de allí ya, no lo soportaba. No quería estar presente cuando comenzarán a arrojar tierra allí, no quería ver como me separaban de mi tío, así que sólo esquivé a Alex y me dirigí hacia el lado opuesto de la escena.

Sin resistirme me senté en la acera y me largué a llorar sin vergüenza alguna. Ya las personas se estaban marchando y de verdad no me importaba lo que pensaran. De igual manera escondí mi rostro entre mis piernas y mojé todo mi pantalón, estaba hecha un desastre.

Una mano se posó en mi hombro para luego hacer que levantara mi cabeza y la apoyara en su hombro, tenía la vista borrosa y no veía pero sabía que era Alex. Tan bello mi amigo. Abracé a este y seguí llorando sobre su camisa, llenándola de asquerosas lágrimas.

—Vamos cariño, no me gusta verte llorar. —Un poco extrañada levanté la mirada y sequé mis lágrimas rápidamente. Esa no era la voz de Alex.

—¿Qué haces aquí?

—Hm, ¿abrazarte? —soltó un pequeña risa, tenía tanto tiempo sin escucharlo reír.

—No dejes de hacerlo, por favor. —cerré mis ojos y escondí mi cabeza en su cuello. De verdad no me importaba nada, sentía la necesidad de estar allí, sin pensar, sin hacer nada. Sólo disfrutar de este sentimientos tan reconfortante que invade mi estómago cada vez que esta cerca de mi. Él tenía un efecto muy notorio en mi. 

No dijimos nada por un largo tiempo, sus brazos me envolvían completamente y sentía una protección que ni un policía podría brindarme. A mi mente acudieron más recuerdos sobre mi tío y comencé a llorar en silencio, definitivamente extrañaría a ese viejo.

Darren levantó sus manos, deshaciendo el abrazo y tomando mi rostro con ellas. Me observó detalladamente, escrutando mis muecas y luego con sus pulgares limpió mis lágrimas simultáneamente. Acto seguido llevo sus dedos a su boca tocando con su lengua el amargo y salado sabor de mis lágrimas. Su expresión cambió a una de asco, donde arrugaba la nariz y fruncía el ceño. Se veía tan adorable. No sabía se reír u ofender y sólo pude preguntar "¿por qué hiciste eso?" Se me escapó una risita tonta que causo sacar una sonrisa en Darren.

—Porque solo quería aclararte que tus lágrimas no son buenas. No me gustan... Te quiero, lo sabes.





N/A:
DISCULPENMEEEEE, las adoro.
Besos desde Venezuela.

Deja de llamarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora