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Yo mantenía mis manos en sus mejillas y mis ojos fijamente en su rostro que comenzaba a tomar un adorable color.

   —¿Y ahora qué haremos?— preguntó, le sonreí y me quedé en silencio, sin responderle, solo mirándolo fijamente con una sonrisa ladeada, y mi pulgar comenzando a hacer pequeñas caricias en su mejilla colorada. Algo en mi decidió que debía acercar mi rostro más al de el, y así lo hice, todavía no sentía su respiración así que para mi no fue suficiente, me acerqué aun más tocando su nariz con la mía, sintiendo como estaba fría e inevitablemente comparándola con la de un cachorro, pero no cualquiera si no, un dálmata, específicamente. Porque para mi eran los más tiernos de los cachorros, así como Chandler era el más tierno chico que había conocido. Sentí como estaba nervioso, lo notaba en su respiración que se volvía un poco mas lenta, aun sin separarme de su rostro bajé mi mano hasta la suya, tocándola un poco y uniéndola con la mía. Sonreí y miré el suelo cuando escuché su suspiro. Devolví mi vista a el y noté como el miraba atento la unión de nuestras manos, con mi mano libre tomé su mentón ligeramente haciendo que elevase su vista hasta a mi, pestañeo un par de veces mientras yo volvía a acercarme rozando nuestros labios sólo un poco, el suspiró de nuevo y se mordió su labio inferior. Vi como cerró sus ojos al soltarlo mientras yo los rozaba de nuevo pero no los unía completamente.

  — H-hay que ir a clases...— musitó, yo sonreí y negué mirando fijamente sus labios para luego mirarlo a el. —¿Se supone que así me harás cambiar de parecer, A-austin?— preguntó, pestañee un par de veces y volví a rozar nuestros labios.

  —Si esto ayuda en algo... — murmuré. Escuché unos pasos que venían del pasillo, y supuse que era el típico chico que se encarga de que no haya nadie en ellos después de que el timbre sonase. Sabía que si nos veía nos llevaría a la oficina del director por lo que tomé mas fuerte la mano de Chandler y lo guíe rápidamente hasta el pequeño armario que había en donde se guardaban las herramientas de ese jardín. El me miró confundido.

  —¡¿Por qué fue eso?!— preguntó ligeramente enojado y confundido.

  —Shhh... — el frunció su ceño.

  —¡No me voy a callar!— habló.

  —¿Hay alguien aquí? — escuché como el chico preguntaba a la nada, realmente. Chandler iba a hablar una vez más, pero lo evité tomando sus mejillas una vez más y uniendo nuestros labios.

CYSTIC FIBROSIS; AUSDLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora