Capítulo 1

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Resiliencia.

¿Alguna vez se han puesto a pensar en las maravillas que la vida nos ofrece?, pasamos demasiado tiempo deseando tener lo que no tenemos, en vez de disfrutar lo que nos está pasando, la vida nos regala momentos invaluables, maravillosos e inolvidables. Somos jóvenes y está bien cometer éste error, sólo hay que tener cuidado de no darnos cuenta muy tarde.


¿Les han roto el corazón?, sé que es un cliché del amor, pero quienes lo han experimentado en carne y hueso saben qué es tener el alma hecha pedazos, sentir tanto dolor, tanto frío y un vacío que parece no llenarse con nada. Me pasó cuando lo conocí, ¿a quién?, lo llamaremos "Él"; no tengo que darles una explicación de quién era o cómo era, porque se darán cuenta de ello conforme la historia avance.

Ah, olvidé presentarme, yo soy Eunice, no les diré que mis amigos me dicen tal o cual sobrenombre, porque sencillamente mi nombre no puede abreviarse, créanme, lo he intentado, alguna vez salió algo como "Euni" pero sonaba igual o más patético de lo que suena justo ahora en mi mente, recuerdo que una amiga me llamó una vez "Uni", no supe cómo tomarlo, sé que lo hacía con buena intención, pero sonaba como "universidad", así que decidí que mi nombre me gustaba, jamás tuve una amiga o una conocida que se llamara igual, era mi autenticidad, me sentía especial.

No quiero empezar esta historia hablándoles de "Él", habrá más de eso después, así que hablemos un poco de lo que era antes de que llegara a mi vida:

Tenía 17 años y, según yo, estaba en la mejor etapa de mi vida, tenía a mis "amigos", y tenía a "el amor de mi vida" conmigo desde hace cuatro meses, Eduardo; segundo año de bachillerato, mis semanas se resumían en tareas, trabajos, proyectos  y ver a Eduardo, y los viernes, sábados y domingo salía con amigos, estaba con mis papás o dormía. Era feliz, no digo que no, pero siempre sentí que no encajaba, al menos no con la "bolita" en la que estaba, éramos Alejandra, Grace, Eduardo, David y Mario, nos gustaba creernos los más cotizados del salón e incluso de la escuela, mis amigas tenían fama de ser sangronas y criticonas, muchos las consideraban bonitas y vaya que lo eran, pero siempre creí que les faltaba más, que podía ser mejores personas, más amigables, más humildes, mis amigos tenían fama de "galanes primerizos", ya que no ligaban a tantas chicas como les gustaba decir, pero varias veces escuché en los pasillos decir a algunas "Mario está súper bueno, le pediré que salgamos" o "¿ya vieron hoy a David, se ve más guapo de lo normal", eran bastante patanes pero lograban atraer, y ese era su objetivo, Eduardo no era catalogado como patán, pero era bastante popular para ser de segundo grado, muchas querían con él y me miraban feo cuando se enteraron que empezamos una relación. Recuerdo cuando nos conocimos, ambos éramos bastante inmaduros e inexpertos, pero también teníamos cierta inocencia, nos hablamos porque él había faltado a su primer día de clases, me pidió la tarea y junto con ello mi número de teléfono, fuimos amigos por casi dos años, y después nos hicimos novios, Grace lloró aquel día, se emocionó más que yo, Alejandra también se veía feliz, aunque algo en su mirada la hacía verse perdida. Después de cuatro meses de relación, Eduardo creyó que era oportuno tener relaciones, justificó sus necesidades diciendo que lo que sentíamos los dos era amor, y amor del bueno, de ese que es para siempre; creo que, por un momento lo creí, y no niego que sentíamos algo el uno por el otro aunque, tiempo después, me di cuenta que en realidad no era amor. Supongo que me convenció, como muchas chicas me creí su discurso y también estaba el hecho de que en realidad me gustaba mucho, pero siendo sincera no me gustaba como para dar ese paso, no me lo tomen a mal, no digo que quisiera perder mi virginidad con la persona que sería mi esposo, el padre de mis hijos, el dueño del rostro que vería a diario cada mañana al despertar, es sólo que Eduardo aun no me transmitía tanta confianza, al menos no como novios.

Ese día, viernes, faltamos a la escuela, Eduardo me había hecho acompañarlo a comprar los preservativos que usaríamos, morí lentamente de la vergüenza, imagínense la escena, llegó a la farmacia y yo me quedé afuera, pidió unos condones, él no trabajaba, así que no tenía mucho dinero, por ende pidió lo más baratos que tenían, el señor que le atendió me vio afuera de la farmacia y me sonrió, sentí cómo mi cara se ponía de un rojo intenso y sólo quería que la tierra me tragara. Llegamos a su casa, no estaban sus papás y dijo que tenía todo listo para que fuera especial, subimos a su habitación y me encontré con flores en la cama, debo admitir que fue un lindo gesto, pero algo no se sentía bien, les resumiré todo el teatrito: Después de un beso, me arrepentí y salí corriendo, Eduardo gritó mi nombre a mis espaldas y yo no hice más que correr y tomar un bus a mi casa, me sentí mal, me sentí bien, me sentí la peor, supuse que él comprendería que no estaba lista, pero que probablemente estaría molesto. Llegué a casa y lo primero que hice fue enviarle un texto diciendo "Lo siento", me dispuse a preguntar la tarea y me dediqué exclusivamente a ello toda la tarde, llegó la noche y comencé a recibir muchos mensajes, hasta ese día jamás había tenido la pantalla del celular tan saturada, abrí el primero de un número desconocido "¿Qué es peor: ser la santurrona novia de Eduardo o ser la tonta ex novia de Eduardo?", no comprendí hasta que abrí otro y otro, y conforme leía las palabras, las dudas empezaron a aparecer. Le llamé una, dos, tres, cinco veces a Eduardo, jamás contestó, le llamé a David.

-¿Hola, Eunice?

-David, necesito que me ayudes.

-... ¿Qué pasa?, primero que todo, quiero que sepas que yo le dije a Eduardo que no estaba bien, que no era buena idea, que era mejor esperar y que su primera vez juntos fuera especial a ir y revolcarse con Alejandra...

-¿Q... qué?

-¡Rayos!, Eunice, lo siento, ¡dije lo que no debía!

-¿Es... en serio?

-Voy camino hacia tu casa.

No les daré un discurso de esto, resultó que Eduardo estuvo saliendo con Alejandra, mi amiga, durante tres meses hasta ese día, digamos que me fue fiel un mes; aquel día, cuando me fui de su casa, le llamó a Alejandra para que fuera e hicieron lo que tenían que hacer, sea cual fuera la razón por la que lo hizo, dolor (lo dudo), enojo, o que le haya picado el orgullo, me traicionó. En ese momento entendí porqué Alejandra se veía tan distanciada desde que Eduardo y yo nos pusimos de novios, lloré como no se imaginan, David no sabía qué decirme, nunca fue un mal amigo, tampoco el mejor, pero estuvo conmigo en aquel momento, dijo nada y se lo agradecí, agradecí tanto que me permitiera llorar, desahogarme y que no me haya interrumpido. Se despidió, se disculpó incluso y se fue. Y yo me quedé ahí, llorando, sin explicaciones, con la garganta ardiendo de dolor, de rabia o sepa Dios porqué razón y con el corazón hecho pedazos. Todo mi fin de semana se resumió a ver innumerables mensajes diciéndome "tonta, crédula, santurrona". Con el alma aún destrozada, me presenté el lunes en la escuela, tuve la peor suerte al encontrarme a Eduardo y Alejandra acurrucados en donde antes era mi lugar en el salón, ni siquiera notaron mi presencia y sólo me dirigí a la parte de atrás, me senté y, como toda adolescente masoquista, hice una playlist con las canciones más deprimentes que encontré en mi celular, coloqué mis audífonos y me perdí en la melancólica melodía de la música.

Las últimas cuatro semanas de clases pasaron lentas, supongo que así es como pasa el tiempo cuando no eres feliz, no quise darle mucha importancia a lo de Eduardo, y quise ponerme bien, feliz, y una gran parte del tiempo lo logré , pero siempre al estar sola el dolor volvía, no por él, no por mi "amiga", sino porque me di cuenta que, por mucha fe que tuviera en la humanidad esto no cambiaría el enorme egoísmo y egocentrismo en la misma. Eduardo sólo se había preocupado por él, y eso era algo que no podría perdonar.

En esas semanas ni Grace, ni David, ni Mario se acercaron a mi, mi último contacto con ellos fue aquella noche en mi casa, cuando David supo cómo ser un buen amigo, después de eso, ninguno preguntó cómo estaba, cómo me sentía, parecía que yo había dejado de existir para ellos, para todos en realidad, pasé de ser "la novia de Eduardo" a "¿quién es Eunice?" en cuestión de días, no se sentía bien, en algún momento creí que yo era la culpable de todo eso, que si yo hubiera estado aquel día con Eduardo seguiría todo normal, pero al analizar bien todo, me di cuenta de que era un sentimiento erróneo, ¿cómo iba a sentirme culpable yo?, yo no había hecho algo malo, simplemente tomé mi decisión, buena o mala, pero estaba en todo mi derecho de hacerlo.

El último día de clases fue, sin duda, uno de los más difíciles, algunos lloraban porque no volvería el próximo año, otros hablaban de a dónde irían a pasar las vacaciones de verano, y yo estaba ahí, al final del salón, con mil cosas en la cabeza y en la boca, callada y gritando por dentro, me sentí sola, no tenía amigos, no tenía con quién hablar de cosas absurdas o más importantes. Ese día al salir, me prometí a misma que todo cambiaría, absolutamente todo, y bendito sea el destino que me jugó una buena pasada.

Así era él. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora