Los humanos siempre guardamos algo de rencor, siempre hay un punto débil, todos somos orgullosos y tercos, hay personas que no tienen motivos para hacer daño, y aún así lo hacen, porque disfrutan ver el dolor de los demás.
El tiempo seguía pasando, y con ello la amistad que llevábamos los seis se fortalecía, cada día me daban nuevos motivos para confiar en ellos, eran especiales. Gloria, nuestra jefa, no estaba siempre en la cafetería, tenía otros negocios que atender cerca de ahí, y solo pasaba a dar la vuelta y verificar que todo estuviera bien. Quedaban dos semanas de vacaciones, pronto entraríamos a clases y yo no sabía si extrañaría más la cafetería o las vacaciones, pronto renunciaría, sabía que no podría con la escuela y un empleo.Cierta tarde, todos reunidos en el trabajo, los chicos estaban en el área de empleados y yo salí a ver si habían más clientes recién llegados, entró una pareja de novios a la cafetería, cuál fue mi reacción al levantar la vista y ver quiénes eran, Eduardo y Alejandra estaban justo frente a mí, viéndome tan despectivamente, como si miraran a un insecto. Siempre había sido alguien educada, los salude con "Buenas tardes, ¿en qué les puedo ayudar?", a lo que Eduardo contestó, de muy mala gana, "Dame dos cafés fríos, con crema batida", les cobré y comencé a preparar las bebidas. Al entregárselas, las probaron y, como sincronizados, una mueca de repugnancia apareció en sus rostros, acto seguido lanzaron sus bebidas sobre mí.
-¡Hey!.-Grité, y todos se volvieron a ver la escena, mis amigos salieron del área de empleados a ver qué ocurría.
-¡Esto es un asco!, eres una estúpida, ¿acaso no puedes preparar un simple café?.-Eduardo alzó la voz.
-¿Quién crees que eres tú para levantarle la voz a una mujer?.-Carlos me tomó delicadamente del brazo y me colocó detrás de él, quedando así frente a frente con Eduardo.
-Éste no es asunto tuyo.-Eduardo miro despectivo a Carlos.-El problema es con esa.-Me señaló y puso énfasis en la palabra "esa".
-Ella tiene un nombre, y no creo que seas tan ignorante como para no saber leerlo en su placa. Y sí, es mi asunto. Te pido de la manera más atenta te disculpes con ella.-Roberto y Luis se colocaron a mis lados, y las chicas se quedaron detrás mío, sobándome los hombros, como si quisieran calmarme.
-¿Acaso ya tienes nuevo novio que te defienda?, ¿qué hiciste para conseguirte a alguien así?, ¿le diste lo que no me quisiste dar a mí?
-¿Eduardo?, jajaja, ¡vaya que eres tan estúpido como creí!, tal vez más. No está sola, si tienes algún problema con ella, lo tendrás conmigo.
-¿Así que sí lo hiciste, eh zorrita?.-Dijo en tono burlón.
-Eduardo, basta.-Alejandra susurró.
Tan pronto como Eduardo terminó aquella frase, Carlos cruzó la barra y quedó justo frente a Eduardo, muy cerca. Los chicos se quedaron conmigo, como tratando de protegerme.
-Largo de aquí.-Le dijo, ahora parecía bastante molesto, jamás había visto esa parte suya, siempre estaba sonriendo, riendo, siempre alegre.
-Tal vez quieras presumir que por fin alguien se cogió a la santurrona. Me voy, pero sólo porque ya no hay más que decirle a tu noviecita.-Las personas que estaban en la cafetería fueron saliendo, no era una escena que quisieran ver.
-¿Tan herido quedaste de que no fuiste su primera vez que tienes que hacer éste tipo de escenas?, vete de aquí, no me haré responsable por tus dientes en el suelo si pierdo los estribos.
-¡Já!, adiós zorrita.-Dijo, antes de tomar bruscamente del brazo a Alejandra y darse la vuelta, antes de poder dar el primer paso, Carlos lo jaló del hombro, no era difícil para él supongo, le ganaba en altura, y le propició un golpe en la quijada, Eduardo cayó al suelo y Alejandra gritó. Las pocas personas que quedaban en la cafetería salieron rápidamente al ver aquello.
Carlos se dirigió a la barra, me extendió la mano y la crucé, volteó a ver a los chicos.
-Discúlpenos con la señora Gloria, nos vemos mañana.-Les dijo, y todos asintieron.
-No te preocupes, Carlos, cuídense por favor.-Habló Ange, algo preocupada, y ¿cómo no iba a estarlo?, había un chico inconsciente en el suelo de la cafetería, ahora vacía.
-Vamos.-Me dijo, aún tomándome de la mano, yo estaba temblando. Y caminamos hacia la salida.
-¡Lo pagarán!.-Escuché a Alejandra a mis espaldas, pero decidí no voltear. Carlos, al escucharla, puso su mano en mi cintura, haciendo que acelerara el paso para salir.
Llegamos a su coche y me abrió la puerta, entré y la cerró. Rodeó el coche, subió y comenzó a andar.
-¿Estás bien?-Me preguntó, parecía más tranquilo.
-Creo que sí.-No sabía si lo estaba realmente, estaba temblando, por miedo, por coraje, por todo a la vez.
-Estás temblando, ¿estás segura?
-Lo siento.
-No te disculpes, ¿te asustaste?
-Creo que fue eso, o tal vez por coraje de tanta impotencia.
-Tranquila.
-Gracias.-Apenas caí en la cuenta de que me había defendido, que había hecho algo por mí.
-No agradezcas. No tiene derecho a hablarle así a una mujer, menos a ti. Fuiste su novia, no debería pensar así de ti, menos decir cosas como esas.-Se veía calmado, bastante sereno, pero había cierto enojo en su voz.
-Gracias, de nuevo.-No supe qué más decir. Sonrió y me quedé admirando la forma en que sus labios se curvaban al hacerlo, como se arrugaba su nariz y como entrecerraba los ojos.-¿A dónde vamos?.-Pregunté cuando vi que no se desvió para ir hacia mi casa.
-Necesitamos tranquilizarnos, no puedo dejarte en tu casa así, y si yo no me voy molesto también, podría ocurrir un accidente.
-Vaya, gracias.-Estaba realmente agradecida, y más tranquila.
Aparcó en el estacionamiento de una pequeña plaza, apagó el coche y, como ya era su costumbre, rodeó el auto para abrirme la puerta. Me extendió la mano y bajé, caminamos así, tomados de la mano, una ola de emociones recorrió mi cuerpo y dio lugar a un temblor en la mano que estaba atada a la suya.
-¿Qué pasa?, ¿estás bien?.-Me dijo al darse cuenta de ello.
-Eh... Sí, sí. Me dio un poco de frío.-Dije lo primero que se me ocurrió. (¿Frío, Eunice?, si eran las 3 p.m, ¿qué frío iba a estar haciendo?)
-Debe ser por las bebidas frías que te tiraron encima. Descuida, ya había pensado en eso.-Me salvé, tenía sentido que tuviera frío, aunque sabía bien qué esa no era la razón de aquel estímulo de mi cuerpo. Carlos me daba una tranquilidad inmensa y, a la vez, me hacía sentir tan nerviosa que no podía caminar bien.
Paramos en una tienda de ropa y entramos, la ropa era bastante bonita pero no tenía presupuesto, en aquel momento, para algo de ahí
-¿Qué hacemos aquí?.-Pregunté.
-No puedes estar con esa ropa, está sucia y tienes frío. Escoge lo que más te guste.
-Oh, Carlos, no tengo dinero conmigo para pagar algo de aquí. Mejor vayamos a otra.
-No recuerdo haber dicho que tú pagarías.-Dijo, haciendo un ademán como si tratara de recordar algo, y sonrío.
-Oh, no, no, no... No aceptaré algo así.-Me negaba rotundamente.
-Acepta esto en forma de disculpa por haberte hecho pasar un mal momento.-Tomó mi mano y sentí un choque eléctrico que recorrió todo mi cuerpo.
-Tú no me hiciste pasar un mal momento.-Dije bajo, viendo la unión de nuestras manos.
Levantó mi rostro, para que pudiera verlo a los ojos.-Acéptalo como un regalo, como un recuerdo de nuestro último día trabajando en la cafetería.
-¿Por qué nuestro último día?-Me alarmé.
-¿Quieres regresar ahí?.-Preguntó cómo si no me comprendiera.-Gloria es muy buena persona, pero no aceptará que haya golpeado a un cliente, y creí que tú no querrías regresar por lo sucedido.-Tenía razón, la señora Gloria no aceptaría ese tipo de comportamiento, y quería regresar a la cafetería aunque, de cualquier forma, pronto renunciaría, no había motivo para regresar. No dejaría de ver a mis amigos, ya que estaríamos en la misma escuela.
-Tienes razón.
-Bueno, ya. Elige tu ropa, por favor. Te esperaré aquí afuera.-Dijo, al mismo tiempo que soltó mi mano y me sonrió.
-Pero...
-Nada, por favor, acéptalo.-No me dejó terminar.
-Te lo pagaré, lo prometo.
-No te permitiré hacerlo, lo prometo. Es un regalo, Eunice, no puedes pagármelo.
-De acuerdo, gracias.-No sabía qué más decir, era un lindo gesto, pero creí que era demasiado. Algún día le regresaría el favor.
Se sentó en una banca para esperarme, y yo elegí un conjunto, cuando iba hacia el probador, miré hacia abajo, mis zapatos también estaban sucios de café, regresé y elegí un par de tenis. Entré al probador, me vi en el espejo ya con el conjunto puesto, no quedaba mal, aunque claro quedaría mejor en un cuerpo de modelo, no me gustaba menospreciarme a mí misma, jamás me consideré una belleza exótica, pero sabía que no era "fea". Salí del probador y vi a Carlos sentado, escribiendo en su celular. Alzó la vista y sus ojos brillaron, era algo normal supuse, siempre tenía ese brillo.
-Gran elección.-Me sonrió, se levantó y se dirigió hacia mí.-Vamos, aún hay más paradas.
-Vamos.-Sonreí.
Pagó y salimos de ahí. Caminamos y llegamos a una heladería, se ofreció a comprarme un helado, accedí pero esa vez pagué yo.
Nos sentamos en una banca, frente a una fuente, mientras comíamos el helado.
-No terminaré de agradecer lo que hiciste por mí hoy.
-No iba a permitir que alguien le hablara a una dama de esa manera, menos si es a ti. Estoy sintiendo mucho cariño por ti, Eunice.-Dijo mirando hacia la fuente, sentí ternura, sentí felicidad fugaz.
-Creo que compartimos el mismo sentir.
-Me alegra saberlo.-Sonrió.-No te agobies por lo que sucedió esta tarde con Eduardo, aún piensa de forma inmadura, perdónalo; los hombres solemos ser unos patanes, tal vez no entiendas cuál fue la razón por la que actuó de esa forma, le diste muy fuerte en el orgullo al no tener relaciones con él y más si era su primera vez.
Era cierto, Eduardo alguna vez me contó que era virgen, entendí su enojo.Pasaron las horas, me llevó a casa, me acompañó a la puerta y de despidió con un beso fugaz en mi mejilla.
-Avísame cuando quieras ir a la cafetería a renunciar oficialmente, también iré.
-De acuerdo.
-Te veré pronto, Eunice.-Me dio otro beso en la mejilla y se fue. Entré a casa y me quedé ahí, inmóvil, con una sonrisa en el rostro y aún desconocía la razón.
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Así era él.
Teen FictionUna estrella fugaz llegó a mi vida, para enseñarme todo lo que desconocía.