Capítulo 3

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Aprendí rápido cómo funcionaban las cosas en la cafetería, lindo nombre tenía, por cierto, "Donde se cumplen sueños". Y fuera por el café, por el nombre o por el lugar, pero al estar ahí te sentías en casa, diario iban docenas de personas, terminaba exhausta, pero me gustaba.
Con el tiempo, los chicos y yo, comenzamos a llevarnos mucho mejor. Todos tenían 18 años, habían perdido un año de preparatoria, me aseguraron que había sido por causas de fuerza mayor, y gran sorpresa me llevé cuando supe que estaban en la misma escuela que yo, jamás los había visto, tal vez porque eran un año mayores, cursarían el último año ahora, al igual que yo. Mar y Luis se conocieron el primer día de clases en primer año, Roberto conocía Mar desde que eran pequeños, vivían relativamente cerca el uno del otro, y ambos conocían a Carlos porque iban en la misma escuela desde preescolar. Luis conocía a Ange desde secundaria y le presentó a Mar, todos se llevaron bien de inmediato y así comenzó su amistad, que ya tenía varios años.
Cierto día Mar y Ange, quienes eran muy entusiastas, me preguntaron por Eduardo, alguna vez les mencioné que mi último ex novio se llamaba así, pero jamás les había contado lo que había sucedido, hasta aquel día, un lunes en la mañana; decidí que ellas y, en general, todos merecían saber qué había pasado con Eduardo, estábamos en el área de empleados y casi no habían clientes, supuse que podría contarles en ese momento. Les conté absolutamente todo lo que había pasado en aquel entonces, desde que nos conocimos, hasta el día que David me ofreció su hombro para llorar.
-Se acostó con quien creí era mi mejor amiga.- Dije algo bajo, al recordar lo que había pasado sentí... ¿nostalgia?, no supe qué sentimiento había invadido mi interior al pronunciar aquellas palabras.
-Era una zorra.- Dijo Mar, despreocupada.
-Y él un pendejo. Discúlpanos, Eunice, porque sabemos que los querías, pero no tenían derecho a engañarte así. Tu amigo hizo bien en decirte, tal vez no era la manera correcta, pero merecías saber que estaban traicionándote.- Había algo de ternura en la voz de Ange, como si le doliera al imaginarme sufriendo por Eduardo.
-Me sentí muy mal. No entendí porqué lo habían hecho.
-Es normal, Eunice, así somos los hombres.-Habló Roberto.
-Hey, habla por ti.-Dijo Luis, algo divertido.
-Las personas nos equivocamos, hay algo de verdad en lo que dice Roberto, pero no te agobies por ello. Perdónalos, ellos te fallaron, y seguramente después se arrepentirán. Deja el pasado donde debe estar, atrás, muy atrás.-Carlos tenía una manera tan especial de hablar, lo que dijo era tan real, tan sincero. Me limité a sonreírle, aún me ponía nerviosa el estar con él, era imponente, supuse que era por ello. Y él me sonrió de vuelta, mirándome directamente a los ojos.
-En fin, ¿qué les parece si vamos a ver una película este fin de semana?, anden, ¿sí?-Dijo Mar, haciendo un puchero.
-Por mí está bien.- Dijo Carlos, aún viéndome, aún sonriendo.
-Claro, también voy.-Dije, y aparté la vista de Carlos.

Era sábado, la cafetería cerraba temprano, por ende nuestro turno terminaba temprano. Había una plaza cerca, decidimos que ahí sería dónde iríamos a ver una película. Llegamos caminando, durante el camino todo era risas y diversión, Mar y Ange reían junto con Luis y Roberto, Carlos iba a mi lado, riendo de lo que hacían y decían sus amigos. Me temblaban las piernas cada vez que estábamos cerca, ¿por qué tenía ese efecto en mí?

-Eres muy callada, ¿eh?
-Eh... Creo que algo, soy callada cuando no tengo nada bueno qué platicar.
-Cualquier cosa es buena, háblame de ti. Lo que quieras que yo sepa.-Me dijo sonriendo y algo se removió en mi estomago.
-Ya me sale bien la espuma de los cafés.-Dije, realmente fue lo primero que vino a mi mente.
-¡Jajajaja!-Río fuerte y yo me sorprendí, ¿qué era tan gracioso?
-¿Qué es tan gracioso?, no bromeo.
-Yo sé que no bromeas, en realidad sí, te salen muy bien. Es sólo que creí dirías algo más, algo que no tuviera que ver con el trabajo. Vamos, Eunice, hay más sobre ti, mucho más, cuéntame.
-Bien, me gusta el color azul.
-¿Por qué?.-Preguntó en cuanto terminé la oración.
-Es lindo, ¿no crees?, hay muchas tonalidades, de ese color es el cielo, el mar, existen ojos azules muy bonitos y...
-Me gustan más los ojos color café.-No me dejó terminar.
-¿Por qué?, hay colores de ojos más bonitos, los café son muy comunes.
-Tus ojos son color café, ¿alguna vez te diste cuenta que tienen diferentes tonalidades, el uno del otro?
-¿Cómo?.-Debía estar bromeando.
-Así es, mira.-Sacó su celular del bolsillo de su pantalón, abrió la cámara frontal y levantó mi cara, para que la luz del sol diera directo en mis ojos.-Aquí, ¿lo ves?, tu ojo derecho es más claro que tu ojo izquierdo. No es común pero, sin duda, es especial.
-Creo que no lo había notado. Gracias, supongo.
-De nada, supongo.-Sonrío y me guiñó un ojo, mis piernas temblaron más de lo normal.

Al llegar vimos una película de miedo, me encantaban las películas así, el único problema era que, por la noche, no podía dormir por miedo a que algo me poseyera y yo intentara matar a mi familia. Saliendo caminamos de regreso a la cafetería, ahí habían dejado sus coches Roberto y Carlos. De nuevo Carlos me llevó a casa, era un hábito que se le había hecho, supuse que así era él, amable. Aquella vez sólo fuimos él y yo en el auto, en el camino encendió el radio, y se escuchó una dulce melodía que nos envolvió a ambos.

-Me agradas, Eunice. Eres alguien con quien se puede platicar de cualquier tema pero, no es necesario hacerlo para estar a gusto, tu silencio también es agradable.
-Vaya, gracias, Carlos. También me agradas, ¿sabes?
-Lo sé.-Dijo sonriendo de lado. Una sonrisa que me encantaba. (¿Qué te pasa, Eunice?)

Llegamos a mi casa, abrí la puerta para salir, pero una voz me detuvo.

-Espera, permíteme.-Carlos abrió su puerta y bajó del auto, lo rodeó  y se colocó a un lado de la puerta abierta, me extendió la mano y me ayudó a bajar del coche. Jamás había hecho algo así, sí, era amable, pero no había tenido ese tipo de gestos, al menos no conmigo, quise creer que era porque estábamos creando una amistad más consolidada.

-Gracias.-Dije algo apenada y sentí cómo la sangre subía hasta mis mejillas y, de pronto, me sentí torpe.
-Es un placer.-Me sonrió.
Me acompañó a la puerta de mi casa.
-Descansa, Eunice. Nos veremos el lunes.
-Descansa, Carlos. Hasta el lunes, conduce con cuidado.
-Lo haré.-Bajó la mirada y sonrío, como apenado.

Se dio media vuelta y caminó hasta su coche, antes de entrar hizo un ademán con la mano, y espero a que le devolviera el gesto y entrara a casa. Por supuesto, cuando entré vi por el cristal cuando el auto se alejaba, estaba tranquila ya que el cristal no permitía ver de afuera hacia adentro.

Sonreí más de lo normal aquel día en la cena, mamá y papá preguntaron qué pasaba, me limité a decir que me gustaban los silencios cómodos.

Así era él. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora