Llegó el día de Navidad y me di permiso de sentirme bien, de no recordar y sentarme a llorar en el sofá como cada año desde que mi hermano se fue, porque, no importaba qué tanto intentara no sentirme mal, no sentirme triste, al final de la noche ahí me encontraba, llorando y deseando que él estuviera, que todo volviese a ser como era antes. Me permití apagar por un segundo esa parte de mi que siempre estaría rota y extrañándolo. Miré por la ventana y vi todas las casas llenas de luces y adornos, me sentí extraña, estaba feliz, estaba triste, estaba nostálgica.
Salí de mi habitación y fui escalera abajo, llegué al umbral de la puerta de la cocina y me quedé ahí, viendo a mi mamá que estaba terminando de preparar algo para la cena. Sabía que si había alguien a quién le resultara más difícil pasar aquella época era a ella. Mi mamá perdió un hijo, una parte de ella, un ser al que le dio vida, amor incondicional y todo lo que una madre puede dar.
Lo cierto es que, cuando ocurrió lo de mi hermano, tuve un momento de colapso en el que pensé en que yo debía estar con él, si él no estaba aquí yo tampoco debería, yo quería estar con mi hermano, quería volver a abrazarlo, quería volver a verlo y sabía que había sólo una forma de conseguirlo, cuando caí en la realidad de mis pensamientos me sentí mal, estaba siendo egoísta, mis padres no merecían eso, ya habían perdido demasiado, y no era correcto que yo les quitara algo más, tenía que vivir por mí y por él, en su honorPapá y yo salimos a comprar unas cuantas cosas para la cena, me gustaba estar con él, aunque no pasábamos mucho tiempo juntos.
Al regresar, acomodamos la mesa y cenamos, era relativamente temprano, al terminar nos dispusimos a ver una película en la sala, una comedia romántica. La película estaba a punto de terminar cuando mi celular comenzó a vibrar. Leí en la pantalla el nombre de mi novio y contesté.-Hola, tú.-Lo saludé entusiasmada.
-Hola, cielo. Feliz casi Navidad.-Hizo énfasis en el "casi".
-Feliz casi Navidad a ti.-Reí bajito.
-¿Estás lista para tu regalo?
-Realmente no, me tomaste por sorpresa.
-Entonces, sal.
Me levanté del sofá y salí, vi a mi novio recargado en su coche, vestido de manera formal, tan guapo como siempre, con una sonrisa preciosa. Corrí a abrazarlo y deposité un corto beso en sus labios.-Te extrañaba.-Le dije, recargando mi cabeza en su hombro.
-Y yo a ti, cariño.-Me apartó de él y lentamente me dio un beso.
-¿Por qué no estás con tus abuelos?
-Bueno, esta vez prefirieron salir a cenar en lugar de estar en casa. ¿Te molesta si paso un momento aquí?
-Por supuesto que no. A mí papás les encantará verte.-Lo tomé de la mano y entramos a casa.
Saludó a mis padres quienes estaban a punto de salir.
-Iremos a comprar algo para beber, cariño.-Mamá me dio un beso en ambas mejillas.-No tardaremos. Pórtense bien.
Carlos y yo fuimos a la sala, mientras yo buscaba una película.
-¿Cómo te sientes?.-Preguntó y yo aún veía el televisor.
-Bien.-Me volví para verlo, y sonreí a medias.-¿Y tú?
-Muy bien.-Sonrió sinceramente.
Me senté a su lado y acomodé mi cabeza en su pecho.
-Gracias por estar aquí.-Me acurruqué.
-No agradezcas, cielo. Me gusta estar contigo.-Besó mi frente.
La película era tan aburrida que mis ojos comenzaron a cerrarse involuntariamente.
-Oye, despierta.-Sentí uña manos picando delicadamente mi abdomen, lo cual me causó cosquillas, reí fuerte.
-No es justo, déjame.-Dije con dificultad. Carlos se reía de mí.
-Dormías mientras yo veía una aburrida película, eso no es justo.-Continuó haciéndome cosquillas.
-Para, por favor.-Grité entre risas.
-De acuerdo.-Paró y me dio un pequeño beso.-¿Lista para tu regalo?
-Sí.-Sonreí y le di un beso.
Sacó de su pantalón una cajita, la colocó en la palma de una de sus manos y con la otra la abrió, dentro había un brazalete en color dorado, era hermoso, lo sacó y yo me quedé sin palabras. Tomó mi mano y puso el brazalete en mi muñeca, lo pude observa más a detalle, tenía varios dijes dorados colgando simétricamente.
-Éste es del día en que nos conocimos.-Tocó con sus dedos un pequeño dije en forma de taza para café, tenía sentido, sentí mariposas en mi estomago al recordar el día en que empecé a trabajar en aquella cafetería y todo lo bueno que me había traído el haber tomado aquella decisión. Sonreí.-Cada uno representa algo. ¿Te gusta?
-Me encanta.-Dije bajito, tratando de contener un par de lágrimas que querían salir de mis ojos.
-Te adoro, Eunice.-Tomó mi rostro entre sus manos y besó mi frente.
-Yo también te adoro.-Me abracé a su cuerpo.-Y también tengo un regalo para ti. Espera aquí.
Me dirigí a mi habitación y tomé la bolsita que contenía el regalo, me volví para ir abajo y me encontré a mi novio parado en el umbral de la puerta.
-Qué colorido.-Dijo sonriendo al ver mi recámara.
-Me gustan los colores.-Le dije y me acerqué a él.-Aquí tienes.-Estiré mi mano hacia él dándole el regalo. Tomó la bolsita y sacó lo que había dentro, sonrió ilusionado al ver la cajita que guardaba un reloj, al abrirla sonrió aún más.
-Me encanta.-Me dio un beso.-Gracias, cielo.
Volvimos a la sala y nos quedamos sentados, disfrutando del momento, no hablábamos, pero lo cierto es que no nos resultaba incómodo. Al cabo de un rato llegaron mis padres y nos sentamos para poder brindar con vino. Carlos les habló de él y de sus planes a futuro, que se centraban específicamente en entrar a la universidad. Mis padres estaban fascinados con Carlos, y era completamente normal, él tenía mucho carisma y presencia, hacía sentir cómodas a las personas que estaban a su alrededor.
Unas horas después se fue a casa, para ir a cenar con sus abuelos a algún restaurante del cual no memoricé el nombre.
-Me encantó poder estar contigo hoy.-Me abrazó.
-Gracias por venir, fue el mejor regalo.-Me separé unos centímetros y lo besé.
-Te adoro, Eunice. Soy el más afortunado y jamás me cansaré de decírtelo.
-Y yo a ti te adoro.-Nos besamos durante unos segundos, nada más existía para nosotros, sólo él y yo.Mis papás se encontraban limpiando la mesa cuando volví a entrar a la casa, me sentí feliz de tenerlos en mi vida, realmente no podía pedir nada más, salvo una cosa, aunque estaba completamente consciente de que era imposible tener aquello. Mi familia estaba algo rota, y no había manera de repararla, pero estábamos juntos, había amor, había salud, y apoyo incondicional por cada uno de nosotros. La vida nos quita mucho, pero, de alguna extraña forma, no nos quita todo.
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Así era él.
Genç KurguUna estrella fugaz llegó a mi vida, para enseñarme todo lo que desconocía.