Capítulo 6

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Brittany estaba en su despacho, mirando por la ventana. Sus dedos, como hacían a menudo, hacían girar el anillo que, casi un año después, colgaba de su cuello en una cadena.

No tenía ganas de que llegara esa noche, porque tenía que hablar con sus padres.

Hacia once meses que no tenía ningún contacto con Santana. Once meses para que Brittany empezara a sanar. Pero seguía sin haber empezado.

Le dolía recordar los buenos ratos.

Los ratos malos casi la habían matado.

Sorprendentemente, ni siquiera sabía si lamentaba haberla conocido.

Santana Lopez había cambiado su vida, a pesar de su brevísima incursión en ella. Conocerla la había cambiado. El infierno hacía más fuerte a la gente. Brittany había decidido que solo tenía una vida y por fin iba a cumplir su sueño y estudiar para ser chef. Solo le quedaba decírselo a sus padres. Y lo haría esa noche.

Lo extraño era que le habría gustado contarle su decisión a Santana; estaba luchando consigo misma para no ponerse en contacto con ella. Por doloroso que fuera recordar, por brutal que hubiera sido su marcha, una parte de ella agradecía el mayor error que había cometido en su vida. Las lágrimas le quemaron los ojos.

Eso era lo único distinto ese día.

No había llorado por ella desde aquella mañana. De hecho, sí había llorado una vez, un par de semanas después cuando le bajó el periodo. Brittany había caído de rodillas en el suelo del cuarto de baño y lloró, pero no de alivio, sino porque ya no quedaba nada entre ellas.

Nada que contarle.

Ninguna razón para llamarla.

Aparte del papeleo, todo había acabado.

Así que durante casi todo un año había intentado no pensar en ella, aunque le resultaba imposible no hacerlo.

Cada día esperaba la llegada de un grueso sobre legal con matasellos brasileño que no había llegado nunca.

Cada noche era una lucha para no pensar.

A veces Brittany sentía la tentación de buscar en Internet y descubrir más sobre la mujer a quien no podía olvidar, pero le daba miedo hacerlo. Temía que solo ver su cara en la pantalla la llevaría a telefonearla y suplicar.

Hasta ese punto lo echaba de menos.

A veces se enfadaba y quería ponerse en contacto con ella para que iniciara los trámites de divorcio, pero sabía que no era más que una excusa para llamarla. Brittany sabía que no necesitaba hablar con ella, pero no había iniciado el sencillo proceso de divorcio porque cuando lo hiciera todo dejaría de ser el sueño que parecía.

Entonces, tocaba el frío metal del anillo y se convencía que había sido algo real.

Miró el reloj y comprobó que era hora de almorzar. Agradeciendo la oportunidad de tomar un poco de aire fresco mientras dilucidaba cómo decirles a sus padres que iba a dejar la empresa familiar, estuvo a punto de no contestar al teléfono que sonaba.

Deseó no haberlo hecho, porque Helen, su secretaria, le comunicó que unos nuevos clientes insistían en verla de inmediato. –No sin cita –Brittany movió la cabeza. Estaba harta de clientes exigentes que contaban con su disponibilidad–. Me voy a almorzar. –Ya les he dicho que estás a punto de salir a almorzar –Helen parecía nerviosa–. Pero han dicho que esperarían a que volvieras.

Insisten en verte hoy.

Brittany estaba harta de esa palabra, todo el mundo «insistía» últimamente. Y como no había demasiado trabajo, sus padres también insistían en plegarse a las irrazonables exigencias de clientes en potencia.

Carcel de Amor -Adaptación Brittana G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora