Capítulo 21: ¿McGonagall en pijama? Permíteme dudarlo.

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La profesora McGonagall nos dirige una expresión neutra, no dice nada, ni tampoco nos mira a ninguno de nosotros en concreto. He de decir que tengo las piernas como gelatina, ahora mismo.

—Estoy completamente disgustada con ustedes, pensé que eran más responsables —dice con los brazos cruzados.

A pesar de llevar el pelo despeinado, ojos de dormir y una bata de lana escocesa, sigue siendo la profesora McGonagall. Cualquiera sentiría respeto hacia ella aunque estuviera vestida de payaso. Una sonrisa se escapa de mis labios imaginando tal escena.

—¿Le hace gracia, señorita Crown? —me pregunta con seriedad.

—No, profesora. —Me disculpo inmediatamente, bajando la vista a mis pies, avergonzada.

—Nada, repito, nada autoriza a ningún alumno a vagar por los pasillos a estas horas de la noche. Pensé que lo habíamos dejado claro a principio de curso.

—Pero, profesora... —intenta explicar Mérida.

—Silencio, Dumbroch —ordena la mujer—. Nunca me he sentido tan avergonzada de los alumnos de Hogwarts. ¡Cuatro alumnos fuera de la cama a deshora! ¡Y encima fuera del castillo! Menuda desfachatez —sigue murmurando y maldiciendo en voz baja durante un rato.

—Se les descontarán 100 puntos a cada casa por vuestra infracción —mira a Mérida con una profunda expresión de decepción en sus ojos—. Nunca antes había tenido que sancionar de esta manera a mi propia casa. Espero que esté contenta.

Veo un atisbo de sonrisa en la cara pálida de Frost. Si en algún momento ha existido la más mínima posibilidad de tregua entre nosotros, se acaba de esfumar por arte de magia. Nunca mejor dicho, tratándose de Hogwarts. McGonagall habla para todos.

—Los cuatro seréis castigados, mañana enviaré una lechuza a vuestros dormitorios para anunciaros la sanción.

—Perdone, profesora —interrumpe Frost—. Ha dicho los cuatro, pero ellos sólo son tres...

Me parece ver durante un instante un brillo de superioridad y burla en los ojos de la profesora, antes de volver a su expresión imperturbable.

—Usted también ha estado fuera de su dormitorio, señor Frost. Aunque sus intenciones fueran buenas —dice con un matiz sarcástico—, no deja de incumplir las normas.

Jack se queda en el sitio, asimilando que su plan de hacer que nos castiguen ha terminado yendo en su contra. Hipo, que es amigo de Jack, le mira como diciendo: "se supone que somos amigos ¿no? Pues si me castigan a mí, tú te vienes conmigo." Mérida y yo le dirigimos una mirada sincronizada que emana superioridad.

—Vuelvan a sus dormitorios, mañana recibirán noticias del castigo.

Cuando estamos fuera, en el pasillo y McGonagall ha desaparecido de nuestra vista, Jack se vuelve hacia nosotros con los puños apretados.

—Esto no va a quedar así —dice con los dientes apretados.

—¿Sabes? Yo que tú me plantearía eso de ser un chivato de mierda —replica Mérida.

—Te ha salido mal la jugada Frost —agrego yo—, métete en tus asuntos y no volverás a pasar por eso.

—Pensaba que éramos amigos —intervino Hipo, verdaderamente tocado por la situación—, e ibas a delatarnos para hacer que nos castigaran sólo por tu orgullo. Tú no eres el Jack que conozco desde pequeños.

Jack baja la cabeza alicaído, sé que supuestamente no soy tan mala como debería serlo un Slytherin. Pero creo que tanto tiempo con ese chico ha corrompido algo en mi interior. Porque lo que digo a continuación le duele de verdad.

—Déjalo Hipo, es de Slytherin. Las serpientes son así, no les importa la amistad, sólo ellos mismos. Scorpius Malfoy le ha lavado el cerebro.

Jack levanta la vista hacia mí, en un claro movimiento que indica que me acerco al límite. Pero no paro ahí, me apetece ver hasta dónde puede ser capaz de controlarse.

—¿Sabes lo peor? Que podría haber llegado a ser buena persona, se cree superior a la gente por llevar la túnica de color esmeralda. Como si Slytherin fuese la casa más poderosa.

—Es que lo es —dice él intentando recuperar la compostura.

Yo me vuelvo hacia él, como si me hubiese dedicado el peor de los insultos, le fulmino con la mirada para después dedicarle una mueca de desagrado.

—Más quisieras, todas son igual de poderosas.

—No con toda esa morralla en Gryffindor y Hufflepuff. ¿Cómo se llama ese chico? Ah, Angus, sí, tengo entendido que le tiene miedo hasta al ratoncito Pérez. Ah, y no pueden faltar los Dumbroch —se vuelve hacia Mérida—, que tienen más hijos de los que pueden mantener.

Mi amiga da un paso adelante, pero le impido seguir avanzando.

—No le hagas caso Mérida, eso es lo que quiere que hagas. Nos veremos mañana en el castigo, que tengas una mala noche —y me doy la vuelta para volver a mi cuarto.

***

Unos golpecitos constantes me despiertan a la mañana siguiente, miro la hora y resoplo.

Las seis y media de la mañana, por Merlín.

Me restriego los ojos para intentar despejarme y veo que lo que origina el constante ruido es una lechuza blanca y majestuosa posada en el alféizar por fuera de la ventana. La dejo entrar y cojo de su pico una nota, el animal se marcha volando de nuevo.

Señorita Crown:

Le informo de que su castigo será esta noche a las once y media. Debe reunirse con sus conpañeros frente a la puerta del Gran Comedor. Filch os llevará al lugar de su castigo.

Un saludo:
    
                           M. McGonagall.

Suspiro con cansancio y dejo la nota encima de mi cama. Miro por la ventana cómo los primeros rayos de Sol despuntan en el horizonte e iluminan la fachada de Hogwarts, el Lago Negro resplandece y siento que estoy ante un espectáculo sobrecogedor. Ahora más que nunca sé que Hogwarts es mi casa, no importa lo demás. Bajo la mirada y veo la cabaña de Hagrid en la linde del Bosque Prohibido, frunzo el ceño al ver allí al director Dumbledore. Está junto a Hagrid, que mira con nostalgia un pequeño baúl que está siendo sacado de la cabaña por dos hombres. También distingo a Cornelius Fudge, el Ministro de Magia y otro hombre que está al otro lado de Hagrid. Es corpulento y pelirrojo, y una poblada barba cubre gran parte de su mandíbula. No sé cómo pero reconozco en él al padre de Mérida, que me dijo que trabajaba en el Ministerio. Con un nudo en la garganta averiguo que lo que aquel baúl transporta es un dragón; concretamente Norberto. Y que el padre de Mérida trabaja en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas.

Hagrid se ve realmente afectado, espero poder hablar con él pronto. De verdad que quería ese dragón. Suspiro y me doy la vuelta, tengo que poner al día a Mérida y a Hipo.

The Big Four: Hogwarts y el despertar de la Oscuridad. {✓}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora