♡ La niña de mis ojos 2: Revelación (Sailor Moon)

CAPÍTULO XV: Desiciones

SHIELDS COMPANY S.A

Oficina de Armando.

—Señor Shields tiene una llamada de parte de una tal Serena Tsukino.

Armando levantó la mirada de modo aburrido y frunció el ceño.

—Páseme con ella.

—¡De inmediato señor!

Continuó indagando hoja por hoja de una carpeta de negocios, mientras esperaba el sonido de la voz de Serena desde el otro lado del teléfono.

—¿Hola? —la escuchó insegura desde el altavoz.

Su temple se ablandó.

—Bonjour petit Serena, ¿bonne nuit?

—Bonjour Armandu, lulu bienedu, ¿tú, tú?

Armando rió.

—Que graciosa eres. Te escucho querida —dijo apartando hacia un lado las hojas, y comenzando a jugar con el sello de la empresa sobre un bloc de notas.

—Hace días que estoy intentando comunicarme con la mansión, pero nunca te encuentro. ¿Podemos vernos? —preguntó insegura.

Los ojos de Armando se abrieron con sorpresa mirando con curiosidad el teléfono.

—Oh, mi agenda está muy ocupada...

—Ah...

—Pero siempre hay un lugar para ti en ella. Dime cuando y nos veremos.

—Mañana, ¿está bien? —preguntó de modo atropellado.

Armando agarró su agenda personal y la abrió sobre la fecha solicitada. Estaba llenó de actividades. Su boca se curvó con disgusto.

—¿Hora?

—A las diez.

—¿Lugar?

—Cafetería Antonin Mercié.

—¿Dónde queda eso?

—Cerca de dónde trabajas, ¿no?

Armando parpadeó con rapidez y sus mejillas se encendieron. Tachó con una enorme equis todo lo escrito en la hoja y en el ultimo rincón escribió: "Cita con Serena, hora 10 en Antonin Mercié. NOTA: averiguar bien dónde queda."

—Oh, parfait, justo no tengo nada que hacer durante todo el día.

—¡Muchas gracias Armando! —agradeció Serena con suma alegría.

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El día los encontró con un sol radiante.

Entraron en la cafetería ambientada en Paris y se sentaron en una mesa apartada del público. Armando examinó con curiosidad a Serena. Ella vestía una polera ajustada a rayas blancas y negras, unos vaqueros negros a juego con unas botitas de taco bajo del mismo color, una chalina gris sobre el cuello y una boina clásica francesa.

—¡Te ves como una pintora!

Serena sonrió de medio lado arrastrando suavemente sus pestañas.

—¿Me hace mas francesa?

—No.

Frunció el ceño y Armando sonrió.

—Tú eres linda con todo lo que te pongas —enfatizó el atractivo hombre.

Las mejillas de Serena se encendieron y sus hombros se cohibieron. A veces la presencia principesca de Armando la abochornaba.

De la nada apareció una moza.