CAPÍTULO XVI: Limonada

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—¿Puedo pasar?...

Darien asintió, permitiéndole el ingresó. Serena entró con un ligero e inconciente movimiento de caderas. Él se percató al instante de ese pequeño detalle tan naturalizado en ella. Desde hacía años, en realidad, no se había detenido a analizarla minuciosamente, con aquella profundidad con la que sabía -a conciencia, como un lector ávido a su libro favorito- el reflejo de la personalidad femenina en cada pequeño gesto físico. Ahora se veía ligeramente más adulta, más curvilínea, con un temple más decidido y fuerte. Sólo eran déjà vus fantasmales de lo que pronto seria: una mujer recta y autónoma. Aquello ciertamente le ocasionaba inseguridad...

¿Qué sería del amor adolescente qué tanto le profesaba Serena? Aquel amor tan intenso y en ocasiones ciego que se enfrentaba a cualquier racimo de racionalidad: ¿maduraría hacia algo más realista o se esfumaría paulatinamente hasta ser nada? No quería analizarlo. Sabía que debía dejar que las cosas fluyeran con su ritmo natural.

Cerró la puerta y apoyó su espalda contra la dura madera.

Serena se mantuvo unos segundos observando los alrededores.

—Vaya... —comentó sin ocultar la admiración—, que lindo apartamento Darien.

—Gracias...

—Seguro te estás preguntando quién me dio la dirección —él asintió y Serena le sonrió con leve picardía—, fue Armando —confesó como si nada, permitiéndose dar un fugaz recorrido por toda la sala.

Darien alzó las cejas persiguiéndola con la mirada.

—¿Armando? Ustedes dos se llevan viendo muy seguido —dio por hecho, intentando ocultar los traspiés emocionales que aquello le ocasionaba.

—No tanto. Es un hombre agradable.

—Eso lo dices porque todavía no te ha agregado a su colección romántica de mujeres...

—Creo que tienes un mal preconcepto respecto a tu hermano y sus parejas...

—Lo conozco de toda la vida.

—Eso no es suficiente para asegurar nada.

Entonces, con aquella sobrada confianza arañando sus palabras, ella se sentó sobre el sillón como si fuera ama y señora del lugar.

—¿A qué has venido? —cuestionó él enfocándose en el asunto principal.

—He venido a verte —respondió como si fuera lo más obvio.

—¿Por qué?

—Hace días que no te veo por los alrededores del colegio.

Él sabía de antemano que detrás de la excusa de "verse" había un trasfondo más intenso.

—Ya no voy a ir más —confesó con transparente sinceridad—. Lo que resta de mi licencia estaré en mi apartamento sin hacer nada —se sentó con pereza en el mismo sillón que ella.

Serena lo observó de reojo, con disimulado interés. Darien se veía delicado y cansado, con tenues tonos rojizos en la piel, como si estuviera por enfermarse.

—¿Por qué me miras tanto? —cuestionó irritado, ya sin poder aparentar la incomodidad que le generaba la mera presencia femenina.

Ella hizo una leve mueca de disgusto.

—Puedo mirarte cuanto quiera, no hay nada que lo prohíba.

Darien suspiró derrotado, apoyando la cabeza contra el espaldar y cerrando los ojos.

♡ La niña de mis ojos 2: Revelación (Sailor Moon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora