Nuevo trabajo

1K 45 9
                                    

(Media hora antes)


No, no y no. Me niego en absoluto.


-¡Papá! No llevaré ese vestido. ¡Es de prostituta! -me quejé observando con una mezcla de horror y asco el uniforme que mi amado padre (nótese el sarcasmo) pretendía que llevara puesto mientras trabajaba en el hotel.


-Alexa, por favor. No seas tan exagerada. El uniforme es bonito.


-¿Bonito? Papá, actualiza tu definición de bonito -me miró entrecerrando los ojos e hice un puchero-. Déjame ponerme lo que quiera, unos vaqueros y una blusa están bien para ir a trabajar. Anda, papi, porfiiiiiiiis...


El susodicho suspiró y negó con la cabeza: -Está bien, pero llevarás al menos el delantal.


Me rendí, no era tan horrible. Y había conseguido deshacerme del espantoso vestido del uniforme. Eché a mi padre de mi habitación con toques suaves y delicados.


¿Toques suaves y delicados? Casi le descolocas los hombros.


Os presento a Patricia, mi conciencia. Se dedica a contradecirme en todo lo que puede y me amarga la existencia.


Te recuerdo que tú y yo somos la misma persona, así que, técnicamente, te estás amargando la vida a ti misma.


Cállate, Patricia.


A lo que iba. Me puse unos vaqueros apretados y una blusa coral. Me até el delantal con rapidez mientras bajaba las escaleras corriendo. Mi padre me esperaba en el coche para ir al hotel. Era mi primer día de trabajo y no estaba para nada nerviosa.


¿No? Entonces, ¿por qué estás sudando como un cerdo?


Patricia, nadie ha pedido tu opinión.

(Ahora)


Después de 15 minutos con 38 segundos exactos llegamos a nuestro destino. El conocido hotel se levanta ante nosotros impotente, despertándome recuerdos de cuando era pequeña, ya que pasé la mayor parte de mi infancia aquí. Suspiro para mantenerme serena y sigo a mi padre a través de la enorme puerta giratoria de cristal. El hall sigue tal y como lo recordaba, alto y señorial, invitando a los huéspedes a elegir este lugar para dormir y no otro cualquiera. Sonrío al servicio que me reconoce y me saluda y me apresuro a corretear en busca de mi, ahora, jefe.


-Tu primera orden del día es ayudar en la cocina. Haz todo lo que Jeff te pida y, por el amor de Dios, Lexa -añade casi suplicante-, no saquees la despensa.


Le saco la lengua por el comentario y me dirijo a mi destino, contenta con que no me haya tocado limpiar los baños. Puaj.


-¡Alex! -noto unos fuertes brazos rodeándome y dejo de sentir el suelo bajo mis pies. El cocinero, Jeff, me da unas cuantas vueltas antes de dejarme ir-. Pequeña, cuánto tiempo, ya no vienes a vernos.


-Lo siento -río ante su intento de puchero-, pero ahora estoy a tus órdenes. Así que dime, ¿qué debo hacer?


-Después de lavarte las manos -sonríe-, pela toda la caja de patatas, déjalas en remojo en ese enorme recipiente blanco de ahí. Cuando acabes ve a por todos los trozos de pollo que están en el frigorífico de la derecha. Dan te ayudará, hay mucho. Luego ponte a picar cebolla con Lina y corta medio recipiente de patatas para hacer tortilla y el otro para hacer patatas fritas. Ya sabes cómo las quiero.


-Para tortilla a láminas y alargadas para patatas fritas -interrumpo. Cuando era pequeña solía ayudarle en labores como esa.


-Eso es, mi pequeña. Después ve a ver a tu padre y averigua qué otra tarea te ha asignado.


Asiento y preparo todo lo que necesito para empezar. Cojo el pelador del cajón de los utensilios y arrastro el taburete del rincón hasta donde se encuentra la caja llena de patatas y el recipiente ya con agua. Me paso dos horas sentada, pelando. Luego voy a por el pollo que me ha pedido Jeff, Dan y yo hacemos como una docena de viajes para sacar toda la carne del frigorífico. Luego pico cebolla durante tres cuartos de hora más. Hacemos un descanso de 30 minutos, en el cual merendamos y tomamos un respiro antes de volver al trabajo. Si ya me quejaba cuando había estado pelando las dichosas patatas, lo que me espera ahora no tiene color. Una hora y media para cortar las patatas alargadas. Y esa es la tarea fácil y rápida. Dos horas y diez minutos más tarde, corto el último trozo. Os estaréis preguntando, ¿y por qué no compran patatas ya congeladas, como hacen la mayoría de los hoteles? Bueno, mi padre tiene un concepto muy claro de la calidad, por lo que solo ofrecemos lo mejor de lo mejor, tanto en la comodidad de las habitaciones, como el servicio y, por supuesto en la comida. Así que aquí me tenéis, oliendo a patata de pies a cabeza. Recojo todo y subo al despacho de mi padre. Está reunido, así que espero fuera mientras me recupero un poco. Presto más atención a la canción que suena por los altavoces y pongo una mueca de asco. Lo que suena es una canción de Youth, la boy-band revelación del año. Simplemente se trata de cuatro niñatos ricos a los que sus padres les han pagado el contrato con una discográfica para que vendan su horripilante disco. Son inmaduros, egocéntricos, narcisistas, infantiles, mujeriegos, arrogantes, idiotas, estúpidos, asquerosamente ricos y, por mucho que me duela decirlo, son increíblemente guapos. Pero eso no perdona nada de sus numerosos defectos. Tres hombres trajeados y con pinta de ser importantes salen del despacho de mi padre, devolviéndome a la realidad, quien los saluda con una sonrisa y un apretón de manos. Cuando me ve, me hace pasar y me dejo caer delicadamente sobre la silla frente su escritorio.


Te desplomas como una foca marina.


Patricia, ¿dónde queda tu autoestima? Te acabas de llamar vaca.


Cállate.


Cállate tú.


Enfadada con mi conciencia, me remuevo en el asiento y espero.


-¿Cómo te ha ido con Jeff? -pregunta después de guardar unos papeles en el archivador.


-Bien, pero hace demasiado calor ahí abajo.


Mi padre ríe y me entrega una tarjeta. Me doy cuenta de que se trata de la llave de la suite principal. Le miro con el ceño fruncido.


-Necesito que ayudes a Marie a limpiarla. Los huéspedes que había se han ido esta mañana y la han dejado hecha un desastre. Además, tenemos poco tiempo. Mañana por la noche llegan otro huésped y tiene que estar impoluta. Es muy exigente en ese aspecto.


Suspiro resignada. Odio limpiar. Y ahora mismo odio a esos nuevos huéspedes que son tan exigentes.


-¿Y se puede saber quién es, ese Don La-habitación-tiene-que-estar-perfecta? -el bufido que sale de mí se asemeja al de una vaca.


-Más bien, quiénes -me corrige mi padre. Lo miro confundida-. Se trata de Youth.


YouthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora