Prólogo

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Ahora mismo mi cara resulta de lo más cómica, mientras le pido a mi padre que me de dinero para ir a comprar el regalo de despedida de mi mejor amiga. En realidad, soy demasiado independiente, pero estoy ahorrando mi dinero para comprarme un coche. Veo cómo los labios de mi padre se mueven mientras me habla, pero no presto atención a lo que sale de su boca.
-Lexa, ¿me estás escuchando? – al oír mi nombre salgo de mi trance. Sonrío inocentemente y mi padre suspira-. Te he dicho que trabajarás durante el verano en el hotel para ganarte un sueldo.
Mi padre es el dueño de uno de los hoteles más famosos de la ciudad. Sinceramente, me encanta pasar tiempo allí, es enorme y bonito, moderno, nada de adornos estúpidos y floreros por doquier. Además, no vendría mal un poco de dinero fácil. Mi padre sigue hablando y yo sigo sin escuchar una palabra de lo que me dice.
-... en la cocina, al servicio de limpieza –al ver mi cara de asco añade-, solo cuando sea estrictamente necesario, en el servicio de habitaciones de la gente extranjera, sabes que el inglés de Roberto deja mucho que desear.
Supuse que estaba numerando mis labores en el hotel. Me emocioné al saber que podría trabajar en la cocina, sinceramente me encantaba estar rodeada de comida y preparar deliciosos manjares. Lo del servicio de habitaciones no lo tenía tan claro. Era verdad que el inglés de Roberto daba pena y a mí me encantaba hablarlo, pero eso de estar de cara al público no era lo mío. Tener que poner siempre una sonrisa forzada en la cara no me agradaba en absoluto, además de que mi paciencia era escasa, para no decir nula. Pero bueno, no podía quejarme, tenía trabajo y eso suponía dinero. El dinero suponía un coche, y el coche, poder salir a dónde quisiese sin tener que depender de nadie.
-Genial, papá. ¿Cuándo empiezo?
-Mañana.
Perfecto. Espera, ¿qué? ¡¿Mañana?! Oh, señor.

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