23. Otro punto de vista

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¿Por qué? Él lo sabía. Entendía perfectamente porqué lo había hecho y también le había dolido. Él era un Slytherin, pero tenía, muy en el fondo, un corazón valiente. Él no quería dejarla ir, él quería quedarse a su lado, abrazarla o llorar junto a ella... pero nunca nada fue fácil para el joven Malfoy. La vida de Draco siempre estuvo rodeada de infelicidad disfrazada de poder, amor falso y manos frías; el rubio nunca había sentido verdadero amor o una real y tan fuerte atracción por alguien como lo había sido con Granger, y eso fue su perdición.

Su sonrisa, su cabello, su piel, sus labios, su inteligencia, su carácter, su todo... absolutamente todo le gustaba de ella, aunque fuese una Gryffindor fraternizada con Harry Potter, alias: el cara-rajada. ¡Por Salazar! ¡Como la odiaba! Pero ese profundo rencor que sentía hacia ella era proveniente del verdadero amor que le causaba la castaña, y él, un Malfoy, no podía enamorarse, y mucho menos de una sangre sucia. Y si lo hacía o lo confesaba, probablemente terminaría humillado y desheredado de por vida.

¿Cómo era posible que una chica tan simple fuese su más grande debilidad? De vez en cuando la miraba discretamente desde la mesa de Slytherin en el Gran Comedor; a veces la veía sonriendo y hablando muy animada con sus amigos (incluido la comadreja Weasley) u otras veces se hipnotizaba viéndola leer, ¿Cómo algo tan simple como ver su ceño fruncido o las pequeñas pecas disimuladas que tenía en la nariz podía hacerlo tan feliz? ¡Feliz! ¿Cuándo fue la última vez que Draco Malfoy había estado feliz? Ni él mismo lo recordaba.

Creyó ser fuerte, no iba a dejarse vulnerar por una sangre sucia, pero no lo logró. La tuvo tan cerca tantas veces que creyó que no iba a poder resistirse, y logró disimular todo bastante bien. ¿Y si Hermione también gustaba de él? No, que estupidez, Granger jamás sentiría algo por él, ya que eran profundos enemigos desde primer año. Tener que verla todos los días era una verdadera tortura, que ella pase caminando a su lado y poder oler su delicioso perfume... Dios, eso era lo peor.

Aquella noche la había tenido tan cerca como nunca, en el vacío corredor, solos, sus labios separados por una escaza longitud de centímetros... le sorprendió que Granger no se hubiese apartado, pero se asustó aún más al notar lo que estaba haciendo. ¡Por las barbas de Merlín! ¡No podía besarla por nada en el mundo, no debía hacerlo! Entonces él se apartó bruscamente y se retiró por las escaleras, para dirigirse hacia su Sala Común.

No pudo dormir en toda la noche, por lo que al día siguiente decidió despejar su intranquila mente con un baño en la tina de prefectos. No podía dejar de pensar en ella, tan cerca... tan lejos, no poder tenerla entre sus brazos, no poder besarla y abrazarla, no poder gritarle en la cara todo lo que sentía de una vez por todas. Eso ya era demasiado, el amor que sentía hacia Hermione Granger era algo descomunal para él, era una verdadera presión que sentía en el estómago y en el pecho y creía que estallaría en cualquier momento como si se tratase de un Bombarda interior. Y fue allí cuando no aguantó más y dejó caer sus lágrimas... desahogándose de las cargas que sentía. Casi ni él mismo podía creer que estuviese llorando, Draco... el príncipe de Slytherin hijo de Lucius Malfoy.

Y entonces la vio. Ella estaba mirándolo estupefacta, descalza y con un suéter en la mano; ¡No! ¡Ella no podía haberlo visto llorar! Draco, instintivamente, levantó su varita y le apuntó, amenazante. Pudo ver el miedo reflejado en un instante en el rostro de la castaña, pero luego ella se tranquilizó y no se marchó y, de alguna manera, él también pudo conservar un poco de calma. El corazón le latía a mil por hora, parecía como si de repente pudiese salir de su pecho. Su cuerpo temblaba de pies a cabeza... Dios, ella se estaba acercando. Hermione rozó sus dedos con los de él, y pudo sentir un terrible pero acogedor escalofrío. Quería gritarle y sacarla de allí, pero no era tan fuerte, no podía resistirse a esa tierna y compasiva mirada. Ambos pares de ojos largaban chispas.

—¿Por qué...?—Quiso preguntarle.

—Shhh...—Intervino Hermione mientras retenía una lágrima que caía por la mejilla de él. —A veces las palabras no alcanzan para explicar el motivo de las lágrimas... Pero si quieres, puedes contarme.

Ya no podía controlarse, su temblor y sus nervios eran notorios y la opresión en su estómago por tener a la castaña tan cerca lo volvía loco, más loco que los Lovegood.

—No puedo. Es remotamente imposible—Le dijo con un hilo de voz, le había costado demasiado soltar esas palabras.

—¿Qué cosa? —Preguntó la muchacha, había tanta inocencia en su voz...

Pero ya le había valido todo, ya no pudo contenerse y se abrió por una vez en su vida ante sus sentimientos, su frío corazón pudo recobrar vida cuando se lanzó hacia ella y la abrazó. La abrazó tan fuerte como pudo, porque ya no quería dejarla ir. Eso era lo mejor que había hecho desde hacía mucho tiempo. Pero de repente, sintió que caía; Hermione había resbalado con el suelo enjabonado y ambos cayeron en picada hacia la gran tina repleta de agua y espuma.

Se hundieron por un segundo, se sintió desconectado. Cuando volvieron a salir a la superficie notó la vista más bella que jamás había tenido en su triste vida... Hermione estaba mojada de pies a cabeza, unas gotas caían y se deslizaban por su rostro, tenía la blusa pegada al cuerpo y el cabello revoloteado y empapado. Ya no pudo aguantar el deseo y se abalanzó nuevamente hacia sus tiernos y cálidos labios; era lo más vivo que había sentido jamás y pudo notar como su frío corazón comenzaba a latir con ímpetu y parecía echar llamaradas de fuego en su interior. Amaba a esa muchacha, verdaderamente la amaba con toda su alma que anteriormente creía no tener, deseaba pasar con ella el resto de sus días... y, si fuera por él, no le hubiese molestado permanecer abrazado a ella en esa tina del baño de prefectos por el resto de la eternidad que anteriormente creía perdida.


♥Traición Mestiza♥ #DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora