32. ¡Cuéntame todo!

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Despertó a su lado, sintiendo su agradable y exquisita fragancia. Ella estaba abrazada a él, viéndolo dormir como un niño. Dios, era demasiado bello. Draco relucía su perfecto y anguloso rostro con su suave piel blanquecina como la seda. Respiraba lentamente y, después de mucho tiempo, por fin Hermione podía verlo realmente tranquilo. El Slytherin abrió los ojos lentamente y la miró, luego sonrió y bostezó.

—¿Cómo está mi leona? —Le preguntó.

—De la mejor manera posible, usted ¿cómo amaneció? —Interrogó la castaña, sonriéndole de oreja a oreja.

—Ha sido la mejor noche del mundo—Respondió.

Hermione volvió a abrazarlo, aferrándose a su pecho como si fuese su único y propio tesoro. Amaba sentir la serena respiración de Draco y la tibia piel de su torso.

—No sé si se te he afectado tanto como para que te olvides, pero hoy tenemos clases—Dijo el Slytherin, acariciando el cabello de la muchacha.

Hermione se incorporó de un salto y, para su vergüenza, recordó que sólo estaba vestida con su ropa interior, la fina camisa de Draco y el jersey de su novio, que le quedaba enorme; por lo que se ruborizó e intentó taparse con las cobijas mientras el chico reía a carcajadas.

—No tienes de qué avergonzarte...—Le dijo—Eres perfecta.

Pero la castaña aún no se acostumbraba realmente a eso, por lo que atrajo su ropa con un hechizo de convocación y se vistió rápidamente.

—¿Qué hora es? —Preguntó mientras se ponía la túnica.

—Las siete, ya deberíamos bajar a desayunar.

Y los dos, después de haberse acomodado la vestimenta, salieron de la Sala de Menesteres rogando que no hubiese nadie en los pasillos; y como era muy temprano, así fue. La castaña se maldecía en sus adentros porque sabía que sus amigos le iban a interrogar sobre dónde había estado anoche y qué estaba haciendo, por lo que decidió ir inventándose una excusa.

Hermione se despidió de Draco y se dirigió rápidamente hacia la torre de Gryffindor, tal vez cabía la posibilidad de que nadie haya notado su ausencia... aunque era poco probable. Pasó por el retrato y caminó en puntas de pie hacia su dormitorio y, por suerte, sus compañeras estaban profundamente dormidas. La castaña suspiró aliviada y abrió el baúl de su ropa para cambiarse el uniforme arrugado que tenía por otro en mejores condiciones, hasta que oyó un ruido detrás de ella.

—¡Ginny! —Exclamó en voz baja, para no hacer escándalo.

—Explícame ya dónde has estado—Ordenó la pelirroja, cruzada de brazos y con una extraña sonrisa en el rostro.

—No tengo nada que explicarte, no eres mi madre—Afirmó la castaña.

—Venga, Herms, tenme confianza... ¿Tiene que ver con el hurón?

—¡Cállate! —Replicó Hermione, haciéndola guardar silencio.

—Me callo si me cuentas todo—Propuso Ginny. La prefecta suspiró y puso los ojos en blanco, iba a decírselo de todos modos.

—Está bien... pero no ahora, esta noche te lo digo.

La pelirroja hizo un baile de victoria y salió de la habitación, pero se detuvo en la puerta.

—Por cierto, Mione, haces bien en cambiarte, porque esa camisa te queda muy grande—Dijo, y luego le guiñó un ojo y se fue.

¡Diablos! Aún llevaba la camisa de Draco, pero qué despistada estaba... De igual modo, se vistió rápidamente y bajó cuando ya había varios alumnos debajo, en la Sala Común. Y las malditas interrogaciones comenzaron cuando se dirigieron a desayunar.

♥Traición Mestiza♥ #DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora