27. Hogsmeade

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Aquel momento había sido bastante incómodo, de tan solo imaginar que la profesora Hooch pudo haberlos visto en el armario se le ponían los pelos de punta. Su relación con Draco era algo emocionante por así decirlo, ya que debían estar todo el tiempo escondidos y sintiendo el peligro; además, eso hacía que sus encuentros fuesen más deseados... lo cual era completamente cierto.

El sábado iban a dar un paseo por Hogsmeade, ya que tenían su tarde libre para ir al pueblo. Hermione no pudo negarse a aceptar ir con Harry, Ron y Ginny a beber una cerveza de mantequilla en las Tres Escobas, pero tenía planeado desaparecer en un momento para verse a escondidas con su novio... Merlín, era tan extraño llamarlo así...

Draco iba a hacer lo mismo, iba a salir con sus amigos a dar unas vueltas y luego se encontraría discretamente con la castaña detrás del solitario bar de Cabeza de Puerco. Era el plan perfecto, ya que su tiempo para estar juntos era verdaderamente escaso y limitado.

Salieron del castillo por la tarde junto con todos los demás, y la pareja intercambió una fugaz mirada; eso era lo mejor, ya que tan solo con sus ojos podían decirse todo. Al llegar se separaron, Hermione salió con sus amigos Gryffindor hacia las Tres Escobas mientras charlaban animadamente sobre hechizos extraños, la tienda de Sortilegios Weasley y un poco de Quidditch y del próximo mundial.

Buscaron una mesa cómoda y la mesera les trajo cuatro espumosas cervezas de mantequilla, las cuales estaban deliciosas como siempre. El lugar resultaba reconfortante comparado con el frío que hacía afuera, pero aun así nada le quitaba el ánimo a la tarde.

—De verdad extraño al Ejército de Dumbledore...—Comentó Ron en una de sus tantas charlas.

—Fue genial, de verdad nos ayudó bastante, Harry. Gracias a ti aprendí a conjurar un patronus—Dijo Ginny mientras bebía un sorbo de su cerveza.

—Gracias, en realidad creo que sin ustedes el ED jamás hubiese llegado tan lejos, fueron la mejor ayuda—Afirmó el pelinegro.

—Sí, pero ¿Recuerdan cuando Umbridge nos atrapó? —Preguntó Hermione—Casi me da un infarto...

—Después de todo la vencimos, ¿No? Ahora la cara de sapo debe de estar en San Mungo a causa del trauma que le dejaron los centauros—Agregó Ginny, y todos rieron. Hermione de verdad extrañaba esas charlas con sus amigos, hacía tiempo que no tenían una.

Pasaron cuarenta minutos y la castaña decidió que ya era tiempo de marcharse para verse con Draco.

—Debo ir a comprar un libro—Les mintió. Los tres voltearon a verla.

—¿Un libro? Pues luego te acompañamos—Ofreció Harry.

—Eh... no. De verdad, debo ir ahora, nos vemos luego—Se excusó, la verdad es que no soportaba mentirles y mirarlos a los ojos.

Salió rápidamente del local y cruzó la calle, dirigiéndose discretamente hacia la parte de atrás de Cabeza de Puerco. Malfoy ya estaba allí, tenía el rostro encapuchado y la bufanda de Slytherin cubriéndole el cuello.

—Te atrasaste—Le dijo con media sonrisa.

—Sí, lo siento, es que...—Pero él la interrumpió con un beso. La apoyó suavemente contra la pared y continuó con sus caricias. La verdad es que hacía bastante frío, pero ya nada importaba. Por fin habían podido verse. Ambos se separaron para tomar aire, aunque sin romper su cercanía.

—La verdad es que ya te ansiaba—Comentó el rubio mientras rozaba su nariz con la de ella.

—Vamos, solo fue un día... Hemos pasado seis años peleándonos—Dijo la castaña con una sonrisa.

—Pero antes nunca supe cómo era tenerte—Añadió Draco—Y ahora que te tengo no pienso dejarte ir jamás.

Sus labios volvieron a conectarse formando un solo ser, esa sensación que los cubría era realmente mágica. El Slytherin tomó a la Gryffindor por la cadera y bajó delicadamente por su cuello, todo era demasiado perfecto. Por semanas su relación había sido así; besos, caricias, escapadas, mentiras y un montón de cosas más... pero aun así nada dejaba de ser especial. Nunca se cansaría de besar sus labios.

Malfoy se separó un poco y le dio un delicado beso en la frente mientras ella percibía su delicioso perfume.

—No tenemos mucho tiempo, les dije que iba a comprar un libro—Habló Hermione mientras jugaba con los botones de su abrigo.

—¿Y te creyeron? —Preguntó el rubio con gesto divertido y arqueando una ceja. —De verdad que son unos idiotas...

—¡Hey! ¡Son mis amigos!

—Está bien, lo siento—Se disculpó poniendo los ojos en blanco, pero sin perder su atesorada sonrisa.

La castaña volvió a besarlo y, casi sin darse cuenta, comenzó a tiritar.

—¿Tienes frío? —Preguntó Draco.

—¿Qué? Ah... bueno, solo un poco.

—Toma mi bufanda—Hermione rio ante ese ofrecimiento.

—Draco, ¿Qué crees que pensarían todos al verme con una bufanda de Slytherin? Soy una Gryffindor, recuerda.

Malfoy cerró los ojos, un poco avergonzado de no haberse percatado de eso.

—Mejor vuelvo a las Tres Escobas—Dijo Hermione. —Aunque de verdad estoy en contra del racismo entre casas de Hogwarts.

Draco rio fuerte, al igual que ella. Era sensacional ver esa sonrisa perfecta dedicada solo para ella.

—Tengo la llave de tu corazón, ¿Verdad? —Preguntó la castaña con una voz cálida y apacible.

El Slytherin volvió a cobrar serenidad y suspiró.

—No puedes tener la llave de mi corazón porque yo no tengo tal cosa...

—No digas eso, en todo este tiempo me has demostrado lo contrario.

Draco la besó, se despidieron y volvieron a dividirse. Cuando Hermione llegó al local, notó que sus amigos seguían allí.

—¿Cómo te ha ido? —Preguntó Ginny. Oh no, Hermione conocía esa mirada, de seguro no había disimulado lo suficientemente bien y la pelirroja se había dado cuenta.

—Bien—Afirmó la castaña, tratando de sonar convincente.

—¿Y tu libro? —Preguntó Ron. ¡Demonios!

—Ah, es que... ya no quedaban ejemplares—Se excusó, sus mejillas ya se estaban ruborizando; y misteriosamente, Ginny sonrió.

—Creo que sería mejor regresar al castillo, ya se está volviendo muy frío—Dijo Harry, los demás asintieron, pagaron y salieron del bar.

Cuando llegaron a Hogwarts ya era casi la hora de cenar, por lo que se dirigieron al Gran Comedor. Ron y Harry estaban muy enfrascados en una conversación acerca del pasadizo secreto que conectaba a Honeydukes, entonces Ginny aprovechó.

—Oye, Herms...

—¿Sí?

—¿Con quién te has visto? —Preguntó, Hermione la miró a la cara, tratando de fingir sorpresa.

—Pero ¿qué dices?

Ginny alzó una ceja y sonrió.

—No sabes mentir. Además...—Dijo mientras le frenaba el paso a su amiga y le corría el cuello de su chaqueta. —No sé si te diste cuenta, pero tu amado dragón te ha dejado una marquita...

A Hermione se le incendiaron las mejillas, ¿Cómo era posible que Ginny siempre se enterase de todo? La pelirroja sonrió y corrió hacia Harry; mientras que la castaña, cuando se sentó, miró sigilosamente su reflejo en uno de los platos y notó que, como había dicho su amiga, tenía un rojizo chupetón marcado en el cuello. Maldijo profundamente a Malfoy y lo miró con el ceño fruncido, el rubio también la miraba y le sonreía con picardía, al menos ver a Draco feliz también le hacía feliz a ella, pero de algún modo se las iba a pagar...

♥Traición Mestiza♥ #DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora