Capítulo 2: Secretos. Parte 2 †

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-Peter, ya es la tercera vez que gano a esta cosa – dijo Hera refunfuñando por la actitud del chico, que no la dejaba cambiar de juego hasta haberle ganado.
-Mí honor depende de este Luddo – dijo dramático. Riendo, alejó el juego.
    La morena había estallado en risas, aliviada de no tener que volver a tirar los dados. Iban por a tercera vela y la luz no volvía; May estaba en el salón con una sopa de letras sobre el pecho, que subía y bajaba con tranquilidad mientras dormía.
      Peter se ofreció a mostrarle a Hera sus fotografías y la chica aceptó con gusto. Riendo bajo por la torpeza de Peter y para no despertar a May, subieron las escaleras hasta la habitación del castaño. Hera miraba todo a su alrededor con atención, curiosa. Se asomó a la ventana y observó lo pacífico que era el vecindario sin luz, además de que así era la única forma de ver las estrellas en la ciudad.
-Ven – dijo Peter sacándola de sus pensamientos al salir por la ventana de su habitación y sentarse debajo del toldo con un álbum de fotografías sobre sus piernas.
    Con una pequeña sonrisa, Hera salió como el por la ventana y se sentó como indio. El castaño abrió el álbum, donde hermosas fotografías reposaban debajo de un plástico transparente y fino. La chica se quedó sorprendida del talento de Peter, mientras este hablaba de donde las había tomado, con quien estaba y alguna anécdota divertida. Fotos de una preciosa chica rubia, de hermosos ojos azules, le llamaron la atención.
-Es hermosa – se le escapó a Hera en un murmuro, viendo al delicadeza de la joven y el tacto con el que habían tomado las fotografías.
- Su nombre era Gwen – Comentó él con voz triste.
-Lo lamento. -'' Así que ella es...''.
    Peter no sabía que contestar, así que solo sonrió a medias y siguió pasando las fotos, estas eran de tía May con su marido, Ben Parker. Había una de Peter retando a la cámara, y este explicaba que su tía le había sacado la foto correteando por la casa. Había algunas de actos públicos, otras que no tenían ningún propósito quizá, pero que eran igual de hermosas que las anteriores.
-Te tomaré una foto – dijo Peter de la nada riéndose y entrando por la cámara dentro de su habitación, pero Hera creyó que estaba bromeando hasta que el flash la tomó por sorpresa.
-No, ¿qué haces? – se reía la chica cubriéndose la cara.
-Vamos, sonríe para la cámara.
    Estuvieron riéndose media hora por las caras raras que ambos ponían en cada foto. Así, ambos sentados en el piso de la habitación, siguieron el resto de la noche riéndose y hablando sobre la vida, sobre comida, el colegio, y Peter sintió que por primera vez en todo ese tiempo, podía hablar de Gwen sin sentirse mal o triste, porque Hera no parecía molesta ni nada cercano. Era una gran compañía para esa noche de secretos.

 
  

  A la mañana siguiente, el sol le pegó de lleno en la cara a Peter, haciéndolo despertarse molesto. Miró a su alrededor: había paquetes vacíos de comida por el piso y en el tacho, latas de gaseosa a medio terminar sobre la mesa de luz, su habitación parecía sala de hermandad después de una fiesta.
    Con un suspiro divertido, Peter se levantó a levantar las cosas y arrojar la basura, pero la tranquilidad de la mañana se vio arrollada por un grito de sorpresa por parte del joven al verse en el espejo: tenía toda la cara dibujada con marcador.
    Unas risas divertidas desde afuera de la habitación, hizo que se diera cuenta de lo que había pasado. Abrió la puerta tomando por sorpresa a Hera (que llevaba un pijama prestado de Peter) y a May. Ambas se fueron lejos de él, riendo. El chico rodó los ojos y fue lavarse refunfuñando que esperaba que no sea indeleble, pero un grito de frustración fue la señal para que ambas mujeres, que ahora estaban en la cocina desayunando, estallen en sonoras carcajadas.
     El ruido del teléfono de Hera, la distrajo cuando Peter entró a la cocina con cara de pocos amigos, roja por los esfuerzos para quitarse la tinta. Mientras se levantaba aún riendo a buscar el teléfono, vio como May con una sonrisa cariñosa le daba a Peter un beso en la mejilla y un tazón de cereales. La ternura que le causó ese momento se vio arruinada por la voz de Mafalda Figgs al otro lado de la línea cuando contestó:
-Debes venir, ahora.
-Buenos días, querida mía, yo estoy bien, ¿ y tu cómo estás? – pregunta Hera sarcásticamente rodando los ojos.
    Peter volteo a mirarla mientras ella caminaba con el teléfono en la oreja, en la otra habitación. Mientras tanto, la joven hablaba enojada con alguien en la línea.
-No me interesa si cree que es Jesucristo, ya te dije que los caprichos no me mueven un pelo – hizo una pausa escuchando la contestación mientras soltaba un resoplido de total indignación.- No es mi culpa lo que le pasa, él se lo buscó – replicaba, y Peter la miró con curiosidad, pero May lo arrastró a la cocina para que no escuche la conversación.
- Yo no te enseñé a ir donde no te llaman – regañó la mujer a su sobrino, pegándole suavemente en el brazo con un trapo de cocina.
-Lo siento, es que se me hace raro escucharla discutir...
-Suele pasar. A veces la llaman en el trabajo y discute de igual manera, creo que es con la misma persona, no se...
-¿y ahora quien se mete donde no la llaman? – preguntó Peter con una sonrisa divertida, recibiendo otro golpe de May ofendida, haciéndolo reír.
-Lo siento, chicos – Hera entró en la habitación como un rayo con sus cosas en la mano, aún con el pijama puesto.- Es una emergencia, debo irme. Te prometo devolverte el pijama cuanto antes – dijo apenada a Peter y este negó comprensivo.
-Esta bien, no te preocupes. Suerte. – gritó el joven, viendo como la chica salía corriendo otra vez, pero en dirección contraria, a la puerta de salida, que cerro apresurada pero sin azotar.
-Pobrecita, siempre corriendo de aquí para allá.
-¿no sabes por qué hace eso? – preguntó Peter a su tía que volvía a hacer cosas en la cocina.
-Hera es una muchacha joven y activa, que se guarda mucho para sí misma – contestó la mujer haciendo reflexionar al joven.- Si algún día así lo desea, nos contará sobre su vida. Eso estoy tratando desde que entró a trabajar conmigo, siempre tan misteriosa y con ese aire de rebeldía y libertad. No se tu, pero a mi me recuerda a alguien que conozco – dijo May mirando a Peter, pero el chico estaba pensando en qué secreto tan grave debía guardar Hera para estar siempre corriendo y discutiendo.

La chica Osborn / Marvel  - Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora