2 • Tibaltos

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 Haro recogió su espada del suelo plagado de hojas que rascaron sus dedos. Seguidamente, desvió la mirada hacia el cuerpo malherido de Asthor una última vez, antes de ir tras Yara.
Sin embargo, algo en aquel cuerpo captó su atención con tanta nitidez que le fue imposible ignorarlo.
Se acercó lentamente. Mientras, tras los árboles, Azórah le llamaba con impaciencia. La desoyó por completo, pues algo había cambiado en el cuerpo del Maestro, algo que no había visto antes y que ahora no podía ignorar.
 Hároded apoyó su mano temblorosa en el hombro del varón y lo giró con temor a ver su rostro desencajado, pero la realidad fue otra, pues el rostro de Asthor había desaparecido. En su lugar no había nada y esta nada aterrorizó a Hároded todavía más, gritó de sorpresa. Fue un grito breve pero intenso, tanto, que aquello sonó a través del bosque llegando a oídos de las chicas.
 Azórah al escuchar aquello corrió hacia Hároded, pero a medida que se acercaba a él ralentizaba su paso quedándose a escasos metros por pura prudencia.
-Asthor es más inteligente de lo que creemos...-susurró Hároded.
-¿Eso es un...?
-Sí, -dijo el chico incorporándose y dándole la espalda al cuerpo- era un hombre de la tribu de los Hexes, un cambiante al servicio de los Maestros.
-Creí que era una leyenda.
-Pues ya ves que no, Zórah-dijo Haro echando a caminar por el bosque siguiendo el rastro de Yara-, cosas peores hemos visto.
-Haro, espera. Si los Hexes están de parte de los Maestros, ¿cómo sabremos de quién fiarnos?
-No lo sabremos.
-Pero Yara, ella podría ser uno de ellos...
-De ser así ya estaríamos muertos, -dijo interrumpiendo a la joven de forma tajante-en marcha, Yara sospechará que tramamos algo.
-Hároded.
-¿Sí?-dijo deteniéndose.
-No vuelvas a dejar que me vaya.

***

-Señor, los Hexes no han sido capaces de cumplir la misión con éxito.
-¿Han escapado?-preguntó Asthor levantándose de la silla en la que se sentaba, apoyando con un gesto brusco sus manos en la mesa redonda del salón-¿Otra vez?
-Piense que aún tenemos a Maeria, señor...-dijo el escuálido hombre agachando la cabeza.
-Necesitamos ese libro y a esos niños sea como sea, no deben llegar a leerlo.
-Asthor, deberíamos ponernos nosotros mismos en marcha y atacarles-dijo otro de los Maestros sentado a la izquierda de Asthor.
-Maestro Neisan, se le ve seguro de sí mismo-dijo refiriéndose a éste-, creo que voy a dejar eso en sus manos, asegúrese de que no lleguen a los Tres Reinos del Mar, pase lo que pase. ¿Cree que podrá?
 El Maestro Neisan sonrió tras su espesa barba blanca que contrastaba con su oscuro color de piel, se acomodó en el asiento colocando sus huesudas manos sobre su estómago sin añadir nada más. Asthor sonrió al ver a su compañero tan relajado y le indicó a su mensajero que saliese del salón, las miradas de los otros Maestros siguieron al chico hasta la puerta que se cerró tras un leve chirrido.
 Neisan aclaró su voz tras la estridencia y volviendo a apoyarse sobre la mesa miró a sus compañeros con una mirada desafiante y llena de odio. Sus ojos oscuros intimidaron a un joven Maestro llamado Llix; el cual llevaba el rostro cubierto, pocos Maestros sabían de su auténtico aspecto por alguna razón oculta.
-No cruzarán ese mar, preparad al Tibalto, acabaremos lo que Maeria no pudo-tras decir esto, Neisan desapareció de la sala dejándola en silencio.
-Ingenuo...-susurró otro de los Maestros con malicia.

***

 Un manto de nubes comenzaba a nacer en el quicio del cielo. La llegada del noveno mes había teñido el bosque del color del nacimiento del sol, aquellos colores tiñeron la melena plateada de la joven hasta tal punto que parecía haberse vuelto dorado.
 La chica buscó la mano de Haro y la apretó con fuerza contra ella, divisando cierta vacilación en la mirada de su compañero que trató de apaciguar sin éxito.
 Yara se detuvo poco antes de que terminase el bosque y se dirigió a los chicos.
-Ya estamos en la colonia de Treimaine, ¿queréis continuar?-preguntó dejando al descubierto su rostro.
-No, tienes que contarnos lo que sabes. ¿De qué conoces a Maeria y qué sabes de nosotros?-preguntó Hároded finalmente.
-Ya es un poco tarde para preguntar eso, ¿no crees?-respondió la arquera dirigiendo su mirada hacia Zórah.
-Responde, Yara-dijo la chica a media voz.
-Maeria también fue mi Maestra. No conozco la historia de Kadya pero sé que el libro que os dio y por el cual os buscan es importante, ni siquiera yo puedo saber qué dice, sólo vosotros. La gente como yo tiene prohibido saber, nací y me crié en la colonia de Sábor. Maeria me educó, a mí y a más niños de la colonia a espaldas de los Maestros. Aquello agotó su paciencia y recluyeron a Maeria en la capital donde os educó a vosotros. Los otros niños desaparecieron tras aquello...-susurró tratando de mantenerse seria- No volví a ver a nadie de allí.
-¿Desaparecer?-preguntó Haro siendo ignorado por la joven Yara.
-¿Por qué a nosotros?-inquirió Zórah.
-Yo no lo sé, pero he sido adiestrada de algún modo para protegeros y llevaros hasta los Reinos del Mar. Si os encontrasen... le habría fallado a Maeria y no pienso permitir eso, a estas alturas estará muerta y no voy a deshonrar su memoria.
 Aquellas últimas palabras atravesaron el pecho de Azórah, Hároded apretó su mano con fuerza molesto por aquella respuesta tan cruda. Miró a Yara con severidad, la mujer se encogió de hombros sin arrepentimiento y siguió caminando, pensó que debían prepararse para lo peor,al igual que ella lo estaba.
-Haceos a la idea de que esto no será fácil,-dijo mientras les daba la espalda-las personas no son eternas.
-Confío en que Maeria sigue viva-dijo Haro.
-Yo también quiero creer eso-repuso Yara con un nudo en la garganta.
 Haro se llevó su mano a su brazo herido, a pesar del apaño que la mujer le había hecho seguía sangrando. Zórah le miró apenada queriendo decirle algo, él se mostraba distante, aún así aclaró su voz y le susurró con preocupación en su tono:
-¿Quieres descansar? Has perdido sangre...
-No, estoy bien.
-Pero, Haro...
-¿Nos vamos?-insistió Yara ya a escasos metros de ellos.
 Hároded asintió, comenzó a caminar tratando de ignorar el dolor de su herida, parecía que el corazón se había movido hacia su brazo y sentía cada latido insertado en su tríceps. 

KADYA'S SACRIFICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora