16 · Hogar

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-¿Dónde estoy?
-Bienvenida, Hija de Astherion.

***

Killian ya estaba lo suficiente lejos de la Capital como para saber que ya no corría peligro.
Su carruaje avanzaba a paso ligero, tirado por dos caballos de pelaje atezado y brillante que dejaban sus huellas bien marcadas sobre la tierra densa, dejando rastro de su destino por aquel sendero.
De pronto, una presencia apareció enfrente a los caballos, aquello provocó que frenasen en seco y que el carruaje se precipitase drásticamente fuera del camino. Ante la conmoción y los berridos de los animales, Killian se apeó del vehículo a duras penas tratando de procesar lo que había ocurrido mientras su cabeza daba vueltas.
-Tú...-susurró nervioso al ver al hombre de las sombras tras aclarar su vista.
-¿Creías que podrías evitarme?-preguntó el otro extraño calmado con su usual voz grave.
Killian permaneció en silencio y apretó sus puños contra sus piernas, los caballos no dejaban de piafar. Estaban nerviosos, Killian temía que intentasen tirar del carruaje y le dejasen allí, sin embargo no hizo ningún movimiento, estaba petrificado por el respeto que sentía hacia el hombre de las sombras y finalmente cayó de rodillas en un vano intento de suplicar por su vida. Aquel hombre no parecía inmutarse ante nada, en lugar de actuar se limitó a observar cómo aquel Maestro se arrastraba ante sus pies.
-Mortales...-susurró enfadado-Sólo sabéis valorar vuestra propia vida por puro egoísmo, pero vuestro tormento pronto terminará. Afortunadamente he encontrado a alguien que puede ocupar tu puesto con efecto inmediato.
-¿Qué? ¿Quién? ¿Y qué pasará conmigo?-preguntó mientras la angustia y la desesperación se apoderaban de él.
-No tengas miedo, eres libre, tarde o temprano... Azórah Astran te matará.
-Pero prometiste que...
-Y tú dijiste que me conseguirías la piedra de Circes, ya he perdido bastante tiempo contigo.
-No, por favor, necesitaba tiempo. Necesito conseguir algo antes de ir a esa isla.
-Ahora es tarde, Soldia se encargará de ello.
-¿Soldia? ¿Soldia de Zérir?
-Sí, la hija de los jefes de la colonia, su única hija. Veo que la conoces.
-No sabes lo que has hecho, cuando se enteren de esto... Zérir se sublevará y con ella muchas otras colonias de la región, Asthor no tendrá sus apoyos y...
-Pero a ti Asthor te da igual, por eso te has ido. No creías que podríais ganar esta guerra, sólo quieres conservar tu vida.
-¿Y qué hay de malo en querer conservarla?
-Que los humanos deben morir para que Kadya se purifique-dijo una voz femenina a sus espadas.
-Killian, esta es Soldia de Zérir, hija de los jefes de la colonia de Zérir y futura Reina de la región de Riceo.
-¿Reina de Riceo? ¿Qué?
-Cuando Kadya se purifique necesitaremos nuevos Monarcas y he decidido darle a Soldia la región de Riceo, buen pacto, ¿no crees?
-¿Ha accedido ella?-preguntó el Maestro observando a la chica que parecía no ser consciente de sí misma, su rostro serio e inexpresivo le produjo escalofríos y volvió a dirigir su mirada al hombre.
-En Riceo los poseedores de magia vivían en paz hasta que aparecisteis y esclavizasteis a los Hexes y al resto e las colonias para vuestros propios fines. 
 Killian se sentía avergonzado por aquello.
-Tranquilo, sólo he venido a advertirte de que serás el tercero en morir.
-No puede ser, en pocos días ya estaré en Erra, allí no podrán encontrarme.
-Te olvidas de que un dios siempre será un dios.
Killian tragó saliva, sintió la mano gélida de la joven Soldia en su hombro, aunque en seguida se evaporó como si estuviese hecha de niebla y con ella, la sombra también se esfumó sin dejar rastro en apenas unas milésimas de segundo, dejando a Killian lleno de un inusual pavor que le había dejado en shock, ahora se sentía todavía más perdido.

***

-¡Detende, Llix, por favor, no tiene porqué ser de este modo!-gritó Axel mientras sentía aquel extraño fuego de color del bosque quemarle la piel.
-Entrégame a Azórah Astran.
-Nun... Nunca...-susurró a duras penas, sentía cómo su cuerpo estaba a punto de colapsar del dolor, su piel hecha ceniza se evaporaba tras una columna de humo negra que se alzaba ya por encima del volcán de la isla Magna.
-¡Axel!-gritaron Xerion y Cora casi al unísono.
-Ayuda...-suplicó el guardián lleno de miedo y con los ojos completamente inyectados en sangre.
Cora reaccionó en seguida y atacó primera al Maestro con el poder de la luz, aquello le alcanzó en seguida causándole graves heridas en su piel blanquecina, sin embargo el joven Maestro no se inmutó de su sitio, era como si fuese inmune al dolor, tan sólo una mirada de odio se dibujaba tras la sangre que había comenzado a caer proveniente de su ceja. Aquella turbia reacción asustó a Cora que retrocedió un paso y clavó su mirada en el Maestro, dándose cuenta de quién era realmente y a qué había venido. Xerion lo supo de inmediato al leer la mente de Cora, aquello le intranquilizó.
-Xerion, busca a Azórah...-susurró Cora-Mantenla a salvo.
-No pienso irme de aquí.
-Xerion, obedéceme-ordenó la guardiana preparando su siguiente ataque.
-Lo que haces no funcionará, algo le protege de la luz, Cora...-susurró Xerion.
-Entonces, ¿qué se supone que debo hacer?-preguntó desesperada.
Xerion y Cora observaron el agua cristalina del océano y una idea cruzó a la vez sus mentes pero antes de que pudiesen ejecutar ningún plan, Llix les miró esbozando una sonrisa pérfida que perturbó todavía más a los guardianes de la isla.
-¿Dónde está Azórah? Nadie tiene porqué sufrir.
-No vas a llevártela-sentenció Xerion lleno de ira.
Llix le propició una fuerte patada a Axel que finalmente cayó rendido sobre la arena, su cuerpo no sentía calma, pero tampoco sentía dolor. Era como si hubiese colapsado y ahora se encontraba inconsciente en carne viva y con la arenilla en las heridas escociéndolas todavía más.
Cora quiso correr hacia él pero la mano de Xerion y la prudencia de éste le detuvieron antes de que echase a correr.
-No voy a hacerle daño, de hecho, he venido a salvarla de vosotros y vuestras mentiras.
-Ya no hay mentiras, Azórah ha aceptado la verdad-repuso Cora entre dientes.
-Entonces sabrá quién soy, imagino.
Los dos guardianes guardaron silencio ante aquello, avergonzados de sí mismos se miraron con desdén y acto seguido Cora bajó la mirada ocultando su rabia.
-Me lo suponía. Sé dónde está él en estos momentos y no tardarán en encontrarle,-siguió diciendo-podemos hacerlo por las buenas o por las malas, ya habéis visto lo que puedo hacer, yo no soy como el resto de los Maestros, tengo su mismo poder.
-Esto es absurdo, todos queremos lo mejor para Kadya-dijo Xerion lleno de impotencia, sus ojos y su vista habían comenzado a nublarse a causa de las lágrimas.
-Ahí no estamos de acuerdo, conozco a Azórah mejor que vosotros, sé lo que ella necesita, lo que ella quiere. Vosotros sólo la utilizáis para enmendar lo que vosotros en un pasado no pudisteis impedir. Voy a llevarme a Azórah de aquí donde nadie pueda herirla, ni física ni psicológicamente, que es lo que vosotros estáis haciendo.
-Tú no tienes derecho a decidir por Azórah-dijo Cora.
-Pero tú sí, ¿no?
-Yo no he decidido por ella.
-No directamente.
-¿Cómo puedes saber tú nada de eso?
Llix comenzó a caminar hacia los guardianes, un halo de luz se formó en la palma de la mano de Cora que temblaba a cada paso que daba el Maestro. Xerion se interpuso entre ambos con decisión y observó el rostro de Llix con detenimiento y horror.
-Empieza la competición...-susurró el Maestro-No eres el único capaz de leer mentes,-dijo mientras giraba sobre sí mismo y caminaba hacia el adarce de la playa-podría decirse que a la hora de la verdad no habrá enemigo más poderoso que yo.

KADYA'S SACRIFICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora