6 · Pasado

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 -Hároded, ¿qué ocurre?-preguntó Azórah corriendo sobre la arena a duras penas.
 Azórah y Xerion llegaron a la playa mucho más tarde que el resto, lo que alarmó a Cora y a Hároded. La noche era cerrada, pero al menos había dejado de llover aunque seguía sin poder verse nada, a pesar de aquello, Cora siempre estaba rodeada por aquellas pequeñas e intrigantes luces que resaltaban la belleza de sus ojos verdes y sus altos pómulos.
 Azórah se acercó a ellos y observó un cuerpo sobre la arena que reconoció al instante y su rostro quedó desencajado.
-Oh, dios mío... ¿Está muerta?-susurró a medida que se acercaba a Haro y a los guardianes.
-Debemos llevarla a Damaris y curarla-dijo Cora.
-No permitiré que una simple mortal entre en terreno sagrado.
-Yo también soy un simple mortal,-dijo Hároded-no veo la diferencia.
-La diferencia, Nylo, es que tú tienes una misión por delante-dijo el guardián con la mirada desafiante acercándose al chico cada vez más.
-No tenemos mucho tiempo, está en las últimas, Xerion-dijo Cora tomando el pulso de la chica.
-Cora tiene razón,-dijo Axel-aquí no podemos curarla, sé tolerante por esta vez, Xerion.
-Yara...-susurró Hároded agarrando con fuerza la mano huesuda de la chica.
-Han sido ellos, primero el cuervo y ahora nos mandan el cuerpo de Yara, es una advertencia-susurró Azórah.
-Salvadla...-dijo Haro sin poder dejar de mirar el cuerpo de la arquera.
 A pesar de la escepticismo del guardián Xerion, Cora elevó el cuerpo de Yara sobre las luces y los seis se dirigieron hacia el interior del volcán entre discrepancias y lamentos. Yara flotaba en el aire demasiado ligera, los chicos se quedaron embobados observando cómo el cuerpo de la joven se alzaba de manera casi irreal y seguidamente Azórah miró a Hároded de reojo pudiendo observar así su desasosiego.
-Estará bien.
-¿Por qué no la curas como hiciste conmigo?-preguntó Haro con resentimiento.
-No quiero ponerme ese collar, te salvé arriesgando mi vida y la tuya...-susurró la chica.
-Cora dijo que aquí no tendría efecto, tu collar aquí sólo ayuda a controlar tu magia, en Kadya la desboca si no sabes cómo contenerla, no deberías tener miedo.
-Pero lo tengo.
 Haro se detuvo y dejó que los guardianes le adelantasen, Zórah se quedó a su lado presa de la inseguridad.
-Tenemos que hablar, ahora-dijo Haro cogiendo su mano.
-¿Qué pasa?
-Tienes que decidir qué vas a hacer, Zórah, ¿vas a ayudarles?
-No lo sé, Hároded. Quiero, pero...
-Azórah, joder, ¿qué hacemos aquí entonces?-gritó Hároded agarrando a Azórah por su brazo de forma brusca.
-Estar a salvo...-susurró ella a punto de romper a llorar-Supongo.
-¿De verdad no crees que puedas ayudarles?
-No, no lo creo, ¡no lo sé!-gritó desesperada.
-¿Y qué hacemos? No podemos volver a Kadya.
-Entonces vayámonos-dijo en un momento de confusión y miedo con su voz casi temblando.
-¿Qué dices, Zórah? No podemos irnos, esta gente nos necesita. Ya ves lo que le han hecho a Yara, Elrich sigue preso y también Maeria, ¿ya no te importa? 
-Si tanto te importa a ti mata tú a los Maestros porque yo no puedo-dijo Azórah enfadada caminando en dirección opuesta al volcán.
-Les prometí a los guardianes que cuidaría de ti, que te ayudaría con esto. Tenemos que salvar a toda esta gente y salvar a tu padre...-dijo bajando la voz.
-No necesito que me cuides, Hároded, ¿no lo entiendes?
-Azórah, para, esa gente te necesita, yo... Yo te necesito.
-No me necesitas, nadie necesita de nadie, Hároded, ni siquiera tú.
-¿Te estás oyendo? Actúas como si fueses a abandonarme y yo nunca lo haría.
-¡Qué peligrosos son aquellos que ponen un sobreaviso...!-exclamó Azórah con un nudo en la garganta.
-Azórah...
  Azórah seguía caminando sin escuchar a su amigo, lleno de frustración Haro se interpuso en su camino de forma violenta, no supo qué estaba haciendo ni sabía cómo convencer a Azórah, pero ella sí supo qué hacer en ese momento y agarrándose a su cuello comenzó a besar a Hároded con determinación y ganas, como si su pecho fuese a estallar y su vientre fuese ahora sólo un cúmulo de sentimientos indescifrables que ninguno lograba entender, Azórah sostenía el rostro de Haro entre sus manos y el miedo a no saber qué pasaría luego hizo que aquello durase más de lo esperado para ambos, pero los labios de él sabían tan dulces para Zórah que le dio miedo no poder saborearlos el tiempo suficiente, pero Haro agarró de la cintura a Zórah cuando al fin pudo reaccionar y se separó de ella tratando de contener su respiración que se había vuelto repentinamente agitada al igual que la de la joven.
-Esto era lo que quería decirte antes de entrar en el volcán-dijo la chica avergonzada por sus impulsos.
-¿El qué?-preguntó Hároded confuso.
 Azórah no supo encontrar las palabras exactas que definían todo lo que ella sentía pero es que la verdad era que ella tampoco lo sabía, así que se encogió de hombros sencillamente y se giró temiendo una negativa por parte del chico.
-No puedo matar a nadie...-volvió a decir.
-Pero tampoco puedes dejarles morir...-dijo Haro-Por eso sigues aquí, tu debate interno te consume.
-Odio que me conozcas tan bien-dijo Azórah que seguía sin poder mirar al chico a los ojos-Haro... Dime qué debo hacer.
Hároded Nylo sintió que era su deber ayudarla, apoyó su frente en la de Azórah y cogió la mano en la que llevaba el collar por instinto, éste comenzó a brillar con fuerza y Hároded levantó la mano de Azórah mientras le miraba a los ojos y la luz iluminaba sus rostros teñidos de violeta.
-Quédate y salva a tu pueblo, Azórah o nadie lo hará.

KADYA'S SACRIFICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora