5 • Cuervos

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-Pero eso no tiene sentido, Zórah, todo esto pasó hace cincuenta años, no podrías serlo-dijo Haro completamente aturdido por la conclusión de Zórah.
-Pero lo es-sentenció Cora mirando al chico a sus ojos grises que se perdían en la mirada de la guardiana.
-¿Cómo?-preguntó Hároded casi en un susurro ahogado.
 Un nudo se había formado en la garganta de Azórah poco poco y ahora apenas podía decir nada, simplemente se limitaba a intentar ordenar sus pensamientos y las sensaciones que había experimentado tan pronto había entrado en Damaris y que ahora empezaban a cobrar sentido de un modo extraño y perturbador, como si el sonido de la cascada o las luces del volcán fuesen el atisbo a un recuerdo mucho mayor que no lograba localizar.
-Mara Riceo era una bruja poderosa, sin duda-intervino Axel finalmente con un tono tranquilo-, puso al bebé a buen recaudo retrasando su crecimiento y cuidó de los hijos de los otros reyes y de los suyos, desobedeciendo las órdenes del dios y de Cora.
-En los Reinos tenemos algo que se llama la Sed Eterna, sólo hay tres, uno por cada...-Cra dudó un instante y trató de cambiar el discurso, sabía que Azórah no sabía nada acerca de los otros dioses y de los dones que ellos poseían así que se saltó aquel dato-aquí quedan dos actualmente siguen en las Runas-dijo la guardiana titubeando-, el caso es que si te metes en una de esas vidrieras mientras estés en ella no pasará el tiempo por tu piel, es magia de luz, luz de Astherion. Se la di a Mara Riceo con el bebé, con Azórah-hizo hincapié en el nombre de la chica y clavó su mirada en ella-, con el fin de despertarla cuando la monarca de la casa Riceo estuviese preparada para contar la verdad y-se detuvo unos instantes y tras aclarar su voz añadió-morir.
-Fue la debilidad de Cora-inquirió Xerion con severidad apartando la mirada de la guardiana.
-Era piedad, no debilidad-le corrigió la guardiana sin dejar de mirar el rostro de Zórah.
-Los Maestros son los hijos de los monarcas...-dijo Azórah con la voz temblorosa-es eso, ¿no? Por eso nos buscan.
-En efecto-dijo Axel poniendose en pie caminando por la habitación-, Mara Riceo los adiestró para que reinasen Kadya con sabiduría con el fin de que enmendasen los errores de sus padres, pero parece ser que los Maestros querían quitarte de en medio, debieron leer ese libro y hay algo más...
-Mara Riceo...-susurró Haro sin escuchar al guardián-Es Maeria, Maeria era la Maestra de éstos y el cambio de nombre y la desaparición de la casa Riceo, todo tiene sentido así. Eso explicaría su letra también. Pero... ¿en qué me deja esto a mí? ¿Qué pinto yo en esta historia?-preguntó el chico cambiando el discurso de las preguntas enfadado, se levantó de un salto alterando así a los guardianes que se miraron entre sí.
-Una carta nos llegó hace años de Mara Riceo,-dijo Axel finalmente-quizá quieras leerla, chico.
-Pues la verdad es que sí, me gustaría saber...
-Tengo que irme-dijo Zórah interrumpiendo groseramente a Haro con la mirada perdida.
La chica se levantó deprisa y presa de un ataque de pánico salió corriendo de la sala con el corazón desbocado y con la mirada vidriosa, Cora se levantó también y corrió tras ella rezando para que Zórah quisiera ayudarles mientras Hároded se resignaba.
-Cora se encargará de tu amiga-dijo Axel observando lo nervioso que se había puesto Hároded.
-Quizá debería ir con ella...-susurró el chico-Yo le conozco mejor que nadie.
-Cora le conoce más de lo que crees-dijo Xerion con una sonrisa sarcástica.
 Ante aquello Hároded se quedó confuso, pero Axel volvió a intervenir.
-Escucha, Nylo, sabemos que eres importante para Azórah y que tienes un gran poder en ti. Tienes que hacer que termine lo que Astherion no pudo o nuestro pueblo nunca despertará-dijo el guardián bajando la voz a medida que sus palabras se volvían más crudas-y tú debes ayudarla, pase lo que pase tienes que hacer lo que sea mejor para ella, aunque eso te perjudique a ti.
Hároded miró los rostros de los guardianes y apretó sus manos con fuerza, las dudas le comían por dentro pero sabía que no mentían, podía presentirlo. Sin embargo un amargo sabor de boca le decía que se estaba equivocando, que no debía confiar en aquella gente.
-Le ayudaré en lo que necesite, siempre ha sido así-dijo finalmente-y con respecto a esa carta...

KADYA'S SACRIFICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora