3 • Damaris

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Hároded remaba persistente en el pequeño bote hacia la isla desconocida. Mientras, el barco se iba alejando poco a poco, difuminándose sobre el oscuro mar en plena noche.
Azórah permanecía en silencio expectante agarrando la bolsa contra su pecho que latía desbocado, apretando con fuerza sus labios con sus pequeños dientes de puro nervio, sin sentir dolor apenas por la adrenalina que recorría su cuerpo incansable.
Azórah desvió la mirada hacia su colgante casi por instinto, por un momento recordó al tibalto y a Hároded a punto de ahogarse. Aquello la sobrecogió y fijó su mirada en los labios del chico, parecía estar bien de nuevo, él sin embargo no prestaba atención a su compañera. A pesar de esto ella se había quedado prendada de sus labios, como muchas otras veces le había pasado. Aquel día su memoria no dejaba de hacerle revivir cosas que creía haber olvidado, sintió que el porqué de aquello no era más que la consciencia de que una nueva etapa se abría ante ellos y esa sensación la descolocó.
Las olas se rompían suavemente contra el pequeño bote de madera y aquel sonido relajó al chico que permanecía en tensión mientras remaba, sus brazos fuertes habían comenzado a cansarse y ahora sus venas podían verse sobresaliendo bajo su piel cerca de sus muñecas y siguiendo un recorrido por sus antebrazos.
Hároded en seguida se percató de que Azórah le miraba fijamente y trató de forzar una sonrisa.
-Cuando esto acabe volveremos y estarás con Yara-susurró Azórah.
-¿Qué?-preguntó Hároded completamente absorto en sus pensamientos.
-Yara, ¿te gusta, no? He visto cómo la mirabas, bueno, ella te salvó y...
-No es nada de eso, ¿por qué lo dices?
-A mí no me miras así, parece que cuando me miras ves a la niña pequeña de la Capital que no sabía defenderse sola y he cambiado, Haro.
-Te precipitas, como siempre... Es cierto que te miro diferente-dijo sin poder añadir nada más por miedo a una negativa de Azórah.
-Yo estaré bien-dijo Azórah con seriedad.
-Lo sé-dijo el chico bajando la voz-. Oye, Zórah, hay algo que quería decirte antes y no pude.
-¿Qué ocurre?
-Yara y el capitán Elrich dijeron que uno de nosotros es probable que no vuelva, creo que este es lugar al que pertenecemos-dijo sin prestar demasiada atención a Azórah.
-No comprendo-respondió ella apartando su pelo hacia un lado sonriendo ingenuamente.
-Ni yo-dijo forzando una sonrisa que le arrugó la nariz.
-Haro, será mejor que lleguemos a tierra y leamos el libro cuanto antes, darle vueltas no va a servir de nada. Ya está hecho, ya estamos aquí.
Hároded admiraba a Azórah. A pesar de todo lo que sufría a causa del collar era la que mantenía la calma, podía ver lo agotada que estaba y el miedo en sus ojos, pero su voz le tranquilizaba. Su voz y su sola presencia.
-Azórah, hay algo más...-dijo sintiendo cómo la barca ya rozaba la arena de la playa de la isla frenando así el bote con brusquedad.
-Hároded, la barca...-dijo Azórah ignorando el comentario de su amigo.
-Hemos llegado-suspiró Haro tratando de fingir alivio tras ser ignorado.
-¿Listo?-le preguntó ella apoyando su mano en su rodilla.
Hároded asintió algo nervioso y bajó primero. El agua empapó en seguida sus pies y sus zapatos, pero la euforia hizo que esto pasase inadvertido. Ayudó a Azórah a bajar con cuidado de la pequeña barca. La joven Zórah trató de no mojar su túnica y se descalzó para caminar por la playa, aquella sensación la agradó, hundía satisfecha sus pies a cada paso.
La arena le provocó cosquillas y sonrió mirando a Haro, éste le devolvió la sonrisa entrecerrando sus ojos grises mientras observaba a Azórah correr por la playa y bailando con sus pies desnudos en la arena como nunca. Aquello hizo que Hároded olvidase durante unos instantes quién era y observó simplemente cómo la noche y la arena, el sonido del mar y el viento, todo aquello, residía en la belleza de Azórah.
Azórah, que era de naturaleza dispersa, quiso captar las mil nuevas sensaciones de golpe y en un pestañeo desvió su mirada hacia el interior de la isla, prestando atención al volcán que se regía imponente tras los árboles.
Ante tal paisaje ambos chicos se quedaron en silencio, pasmados ante la belleza de la flora tropical que rodeaba el Astherion. Las palmeras y los pequeños arbustos eran movidos tenuemente por el viento con olor a sal, que despeinó también el pelo plateado de Azórah. La chica se había quedado petrificada, trató de respirar hondo siendo consciente de que todo estaba a punto de cambiar. Aquella idea le dio fuerzas y determinación para seguir mas el recuerdo de la voz de Maeria enseguida le llenó de congoja.
-Es la hora...-dijo Azórah cogiendo el libro y sus zapatos tratando de parecer calmada.
Azórah cogió aire de nuevo, esperó hasta estar segura de que sus pulmones estaban bien llenos y acto seguido cerró los ojos meditando un instante, sin embargo Hároded interrumpió su relativa calma agarrando su mano.
-¡Espera, mira!-exclamó señalando al interior del bosque.
Una luz apareció de entre los árboles iluminando una extraña figura y las hojas de las plantas que rodeaban a la silueta oculta entre la maleza.
-¿Qué es eso?-preguntó Zórah en susurros cogiendo a Haro de la mano.
-No lo sé, ¿otra trampa?
-¿Hola?-dijo Azórah en alto exenta de miedo.
La luz se movió y la figura pareció más borrosa todavía.
-¿Estás loca?-dijo Hároded agarrando a la chica contra él.
-Algo me dice que no es un enemigo.
-¿Cómo lo sabes?
El collar de Azórah comenzó a brillar inexplicablemente y la luz se perdió entre los árboles, pero no del todo, Azórah reaccionó a esto y comenzó a correr tras la luz ansiosa por conocer al portador de ésta.
-¡Vamos, Haro!-gritó Zórah tratando de sortear arbustos y rocas del sendo bosque.
-¡Azórah, espérame!-gritó el joven tratando de alcanzarla.
La luz se movía con una pasmosa agilidad, al igual que Azórah, quien la portaba conocía bien el terreno. Aquellos destellos podían verse reflejados en las hojas de los árboles, provocando sombras desconcertantes a lo largo del bosque.
La figura borrosa había despertado tanta curiosidad en Zórah que no podía evitar seguirla para ver qué ocurría; y es que supuestamente aquella isla estaba desierta desde hacía años según los habitantes de Kadya. Aunque allí estaba aquella sombra, tratando de escabullirse a ojos de aquellos chicos sedientos de respuestas y de ganas de saber quiénes eran.
Hároded seguía llamando a Azórah a pesar de que ésta le ignoraba mientras corría entre jadeos, por fortuna para él la chica se detuvo en seco cuando llegó al pie del volcán rocoso que se cernía sobre ellos. Parecía que la luz y la extraña figura habían desaparecido sin dejar rastro.
-Pero, si estaba justo aquí...-susurró la chica sin lograr entender nada.
Ambos permanecieron en silencio llenos de frustración, pero este relativo silencio apenas duró un par de minutos y Azórah volvió a susurrar algo que Hároded no comprendía.
-¿Escuchas eso?
-¿El qué?-preguntó Hároded con su respiración entrecortada.
-Parece que el volcán respira, es como si tuviese vida.
-Yo no escucho nada, Zórah.
-Shh, no respires tan fuerte... Siento algo extraño, Haro... El collar sigue brillando y cada vez va a más, estamos cerca.
-¿De qué?
-¿No lo comprendes? Los Tres Reinos del Mar, residen en el interior de este volcán-dijo Zórah finalmente mientras se acercaba a éste pudiendo sentir un inconmensurable poder en él.
-Así que es cierto, has vuelto a casa-dijo una suave voz a espaldas de los chicos.

KADYA'S SACRIFICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora