Versatiles One Shots.

Apomeda 3. (S&B)

Lo que temíamos.

Andrómeda tiraba de su mano con emoción. Ella no era de las que se comportaban así, usualmente era Meredith quien chillaba y saltaba. Claro que también solía hacerlo, pero no con semejante sentimiento. Apolo se dejaba guiar sin dar mucha objeción, pues le estaba agradando la sonrisa que ella tenía.

— ¡Debes verlo, debes verlo! Es azul y verde, y turquesa, y celeste... ¡Es hermoso!

—Seguro a alguien le gustará que hables así de los pavos reales —masculla con media sonrisa.

— ¡Era enorme!

Ella había visto una de esas aves en medio del parque. Apolo escuchó a unos mortales del zoológico quejarse porque se les escapó. Su instinto le decía que esa niña había tenido que ver con eso, pues la jaula se abrió de la nada.

—Era tan hermoso que no debía ir en una jaula, ¿verdad?

Andy se detiene, le mira con una sonrisa vergonzosa.

—Fue sin querer.

—Ya está. Pero debes controlarte más, preciosa. Los mortales se ponen como locos cuando pasa algo sin explicación.

—Lo sé —ríe—. Culpan a extraterrestres.

Siguen su camino hacia el lugar con más árboles del enorme parque. Señala tras unos arbustos con los ojos muy abiertos, ambos se acercan más. Logran ver al enorme pavo real picoteando sus plumas, luego parece notarlos y se muestra en todo su esplendor.

—Me encanta —susurra Andy—. Es hermoso.

Apolo deja de mirar al animal para verla a ella. La pequeña niña que cuidaba desde hace mucho tiempo. La de expresión severa cuando veía a Zeus o a Poseidón porque no les tenía mucha confianza. La que parecía sólo mostrarse ante él y Meredith. Pequeña de ojos azules que le arrebataba el aliento.

Él era muy mayor, literalmente, ignorando su físico. Él ya había pasado por tanto, había hecho tanto. Pero le encantaba ver la fascinación de la niña ante las cosas que él había vivido mil veces pero que ella apenas conocía. Era como volver a vivirlo todo. Amaba sus ojos brillantes y sus labios rosados formados en una sonrisa. La amaba a ella y estaba seguro de eso. Esperaría, esperaría los años necesarios para que ella lo ame igual.

—Apolo —escuchó de pronto su susurro asustado.

Parpadeó varias veces, la antigua expresión fascinada fue reemplazada por una llena de pavor.

—Hay un monstro allá, Apo —le informa, la siente temblar de pies a cabeza.

Todo sucede muy rápido. Apenas logra sacarla de peligro. Unas garras se le incrustan en la espalda, le desgarran la piel. Aprieta la mandíbula mientras su camiseta se tiñe de dorado, como su sangre.

Andy lo observa aterrada, el pavo real ya se había ido. Unos cuantos hombres del zoológico se acercaban con sus armas el mano, dispuestos a recuperar a sus animales perdidos. Pues ella no sólo había liberado al pavo.

Apolo no podía sacarse al monstruo de encima tan rápido, además también estaba al pendiente de la niña estática a unos metros.

Entonces algo hace clic en la cabeza de Andy. Ese sonido de algo rompiéndose dentro de ella, lo que todos temían que sucediera. De pronto olvidó quién era y simplemente atacó.

Él sólo pudo controlarla cuando la dejó inconsciente, pero ya era muy tarde. Sus manos estaban manchadas de sangre.