Me encuentro en medio de una multitud que no deja de moverse de un lado para el otro, empujando mi cuerpo como si fuese un muñeco. De alguna forma termino en medio de una de las transitadas calles del callejón diagon, apenas pestañeando o dando señales de inteligencia. Pero sé que me miran raro, puedo sentirlo, y aun así no soy capaz de hacer algún gesto para cambiar esos ojos curiosos que me miran como un bicho raro.
Estoy congelado, frío, adolorido. Mi corazón latía con tanta fuerza que parecía querer destrozarse a sí mismo, volviendo algo literal lo que sentía. Repetía en mi cabeza una y otra vez la noticia que acababa de recibir, pero no podía digerirla por completo.
Tenía ganas de vomitar.
¿Por qué...? Solo eso se me ocurría pensar, mientras la pregunta se paseaba por mis labios sin llegar a ser escuchada.
Y de pronto arranco para adelante, empujando a algunos y con la vista nublada. Tenía una buena cantidad de sollozos atascados en la garganta, apenas podía controlarlos; no pensaba permitirme llorar en medio de tantas personas. Realmente ese era mi planta hasta que pasé frente a uno de los puestos de comida.
El olor de los pasteles llenó mi nariz, ahogando mis ojos en lágrimas que no tardaron en salir, a la par que un gemido lastimero. Me tapé el rostro con ambas manos, mi cuerpo se sacudía a la par que mi llanto.
¿Por qué tenía que irse hoy? Justo hoy... No, más allá del día que era, ¿por qué debía irse? La muerte no podía verse más incomprensible en estos momentos.
Allí estaba yo, llorando en medio de curiosos ojos que no detenían su paso. Así era el mundo, yo acababa de perder a la persona más importante de mi vida, pero eso no detenía al resto... Solo me paralizaba dolorosamente a mí.
—No volvió... Scorpius, no volvió vivo —Había dicho James en su llamada hace unos minutos, con la voz rota y recitando palabras que me dejaron sin aliento.
No quise creerle, prácticamente le grité que se dejase de estupideces. Fue entonces cuando él se quebró por completo, pude oírlo sollozar y jadear a través de la línea. Maldijo varias veces, gritándome histérico que él mismo lo había visto, que acababa de venir de la morgue. Toda la sangre en mi cuerpo se enfrió, no tenía palabras para decirle entonces.
Yo estaba tan roto como él, solo quería llorar y gritar como él.
De alguna forma, tambaleándome, y con la bilis subiendo y bajando, llegué al fin a casa. A nuestra casa. Era amargo llamarla así.
Fui hasta la ventana, abriéndola de par en par para poder tomar aire mientras no dejaba de llorar. Lancé varios lamentos, poniéndome de rodillas mientras tiraba de mis cabellos.
—Se suponía que nos íbamos a ver en el callejón diagon a las cuatro de la tarde, el viernes —murmuro, reprochándole como si pudiera escucharme—. Hoy es viernes, y ya son las cinco de la tarde, Albus Potter... Maldito imbécil.
Sorbo mi nariz sonoramente, intentando secarme el rostro. Al notar que el dolor en mi pecho había disminuido luego de hablar, decidí volver a hacerlo.
—No debiste ilusionarme con que volverías —Cierro los ojos con expresión lamentable—, yo te creí.
Saco la pequeña caja de mi abrigo, abriéndola para luego mirar el par de anillos dentro de ella... Ahora se veían tan miserables que esa caja en mis dedos quemaba como el hielo.
—Así no habría planeado tanto si no iba a disponer de ese tiempo —termino diciendo en voz baja, volviendo a cerrarla para ponerla en el suelo.
Me había visto junto a él en su cafetería favorita, comiendo el pastel que tanto le gustaba, pero era jodidamente empalagoso para mí. Pude visualizarme tomando su mano, mirándole a los ojos y recitando las cursis palabras que me tomó un mes unir en un discurso decente. Sus ojos verdes brillando tras esos gruesos cristales, tan vívido, mientras me acercaba a besarlo.
Sus labios tibios y tal vez algo resecos, siempre estaban así luego de volver de sus misiones como auror. Pero aun así disfrutaba besarlo, porque lograba revolotear mi interior con un montón de emociones a las que era adicto. Podía sentir sus manos aferrándose a mí, su pecho contra el mío.
Desde eso, hasta la idea de tomar sus manos y jurar amor eterno, llegar a casa como una pareja de esposos oficial... Las vacaciones juntos, las visitas de nuestras familias que a veces parecían agua y aceite, la idea de adoptar para hacer una familia. Yo había pensado en todo.
En todo menos esto.
—¿Qué haré ahora? —lloriqueo, recostándome de espaldas mientras me tapo el rostro con ambas manos.
No era parte del plan, no me gustaba, no quería aceptarlo.
Ese viernes, a las cuatro de la tarde mi vida se fue a la mierda. Y fue el momento en que odié con todas mis fuerzas lo ridículo que podía ser el instante en que la muerte llega a ti, destrozándolo todo en un segundo.
***
Quise volver y... ¿por qué no con un one shot triste de Scorbus?
Deseo estar más seguido por aquí, no con cosas tristes siempre xD pero pasarme más con otros shots. Por lo tanto... ¡nos leemos luego!
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Versatiles One Shots.
Fiksi Penggemar¡Vengan todos los malditos fandoms! Esto se va a descontrolaaaar.