Capítulo 15: Selena

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Me había encontrado con otros semidioses, pero estos lucían diferentes, donde yo estaba la nieve alrededor había crecido cada vez más como si su misión fuera ocultarme, pero debía ser porque era pleno invierno.

Mis ropas están mojadas y mi piel morena se siente enferma, este no era el clima tropical al que yo estaba acostumbrada. Si no me acercaba a ellos estaba segura moriría en medio de la tormenta.

- Hay alguien afuera – la muchacha pálida se mueve acercándose con intensión de salir del pequeño lugar sin nieve, pero el muchacho moreno se lo impide.

- No creo que sea buena idea, se ve peligroso

- ¿qué es peligroso? Yo no veo nada – la chica de cabellos rizados mira confundida, perdida, pero divertida. No tiene un aspecto enfermizo como la chica de cabellos oscuros.

- Hay alguien ahí, y su aura infunde terror

- ¿Un monstruo?

- No, los monstruos no tienen aura. – sentencia el muchacho. Parece que solo ellos dos pueden verme. El otro muchacho, el rubio, se mantiene lejos y me doy cuenta porque, es un Dios, por lo que trato de escabullirme luego, estoy segura que me enviara a casa.

- Pues si hay algo ahí, yo puedo atraparlo – la muchacha de risos termina de decir eso y comienza a correr.

La miro un poco aterrada, esto de ver a otras personas me desconcierta, incluso cuando llevo semanas viajando. Me apresuro a huir, no por ella, sino porque si el dios decide intervenir mi misión terminara.

La chica salta sobre la nieve y apenas deja huellas que la delaten, mientras que a mí la nieve me dificulta el paso. La amazona donde yo vivía no era así, era selva, árboles que escalar, animales a los que temer. Ahora entendía porque solo las más preparadas salían de la amazona, porque las entrenaban diferente.

- Oh querida, ahora te vi - ¿qué? ¿no me había visto aún? Rayos, quizás la muchacha era más temible de lo que parecía.

Me persigue otro par de metros, pero no hay forma en realidad de que pueda ganar. Termino amarrada en un látigo de bronce celestial. Malditos griegos.

Caigo hacia un lado y la chica me recoge para voltearme, le lanzo un escupo en cuanto puedo y cae en su sueter rojo.

- Es nuevo – dice ofendida y luego me golpea, es raro, pero mis instintos me dicen que no pretendía pegarme de no ser porque arruine su sueter. Me toma de una pierna e indignamente soy arrastrada hacia el claro. El dios se ha ido y veo con horror el rostro de la otra chica. Es horrorosa la cantidad de cicatrices que tiene. Retrocedo un poco asustada, descompuesta entre las ganas de vomitar – Es una amazona – dice la chica que me capturo, la forma en que lo dice es llena de desprecio y me pregunto qué hay de especial con el sueter que la dejo tan ofendida.

- Está asustada, no nos va a dañar – dice el chico y siento que son demasiado poderosos, los tres, y que lo que acaba de decir más que una afirmación es una amenaza" no, nos va a dañar...ella sabe que si lo intenta la mato". Hay algo oscuro respecto a los dos muchachos que están abrazados, o más que abrazados es como si ella se sostuviera en él.

- La soltare, pero al más mínimo indicio de traición se va arrepentir tanto, ¿Quién eres? ¿Quiénes te acompañan? ¿Cuántas de ustedes hay?

- Soy Selena, hija de Ares – la chica mira el piso, evidentemente el nombre del dios le produjo algo – estoy sola

- Las amazonas no viajan solas, todos lo saben

- Me escape.

- Bien.

Se aleja y puedo ver como al darse vuelta se limpia una lagrima. No sé cuál es su problema, pero la chica de las cicatrices se preocupa y va con ella, el chico me quita el látigo de bronce celestial con cuidado.

Ahora que lo pienso dos veces, morir en la nieve parece mejor que estar entre estos semidioses a medio morir.

Amanecer de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora