Capítulo 9

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Fue la primera vez en su vida que Sebastián dejaba una pintura sin terminar.

Había sido su cansancio o tal vez todas las cosas nuevas que había vivido ese día, pero su concentración no había llegado a ser suficiente para no extrañar tanto a su novia.

Desconcertado por completo, ya de noche, preparó sus cosas para volver a casa de su abuelo.

Caminó a paso lento.

No podía dejar de mirar para todos lados.

Ni el sonido de los autos ni las imágenes de todas las luces que percibía le llamaban más la atención que su situación.

¿Qué había ocurrido con su inspiración, su amor al arte, su pasión?

¿Estarían debilitándose? ¿Su pasado sería tan fuerte? ¿Más fuerte que su presente? ¿O completamente al revés?

Entre preguntas y preguntas llegó al fin.

Su abuelo lo esperaba con la cena y una sonrisa.

- ¿Qué tal ha sido tu día, Sebastián? - le preguntó una vez que ambos se encontraron sentados frente a la comida y el silencio volvía a ser molesto.

- Intenté dibujar. ¿Y el tuyo?

- Algo aburrido.

Sebastián sintió el recorrido de una leve sensación de culpa por su cuerpo. Sintió así, luego de darse cuenta de cuanto tiempo había esperado su abuelo para verlo y cuán poco parecía haberle importado a él toda esa espera.

Sin siquiera dudarlo, permaneció en silencio.

Un rato después:

- Podríamos ir a algún lado mañana... si quieres.- invitó Sebastián dejando bien en claro que no había dejado de pensar en el día aburrido de su abuelo.

- Me parece bien. Conozco un lugar que te gustará.

Sebastián afirmó con un gesto y se levantó de la mesa dando por terminada la charla, la cena y el día: se dirigió a su habitación para ver si aún en esa condición (sin ningún retrato) lograba dormirse.

Su cansancio era enorme y su vida fue, de inmediato, un sueño.

El abuelo lo vio dormirse y se dirigió hacia la gran biblioteca de su casa. Tomó un libro y comenzó a leer.

Cada tanto levantaba su vista, pensaba unos segundos y retomaba la lectura y así durante horas.

Luego de haber terminado se puso de pie, buscó un cuaderno e hizo algunas anotaciones, seguramente a cerca de algo que había leído recientemente.

No estaba cansado aún. Al menos eso parecía ya que permaneció en silencio un buen rato más y volvió a ponerse de pie.

La estufa a leña hacía más cálido el lugar, chispa tras chispa.

La noche sobre la ciudad lo hacía más acogedor.

Parado cerca del sillón que noche a noche se hacía más y más cómodo, más y más amigo, volvió a pensar en quien sabe qué.

Estuvo a punto de tomar otro libro pero se arrepintió.

El viejo reloj en la pared le avisaba qué tan tarde era.

Cargando todo su misterio, seriamente él también se fue a dormir.

Buscaba respuestas... y cada vez tenía más preguntas.

Quién sabe qué soñarían. Pero yo sé cuanto deseaban soñar.

El abuelo estaba haciendo que la tristeza de Sebastián lo ponga peor a él que a su nieto.

Esa tristeza de Sebastián era mucho menor que su tristeza.

Era su sombra. La sombra de un misterio para él.

Ese misterio que cada noche cargaba al irse a dormir.

Y al despertarse.

Y al respirar.

Y al caminar.

Ese misterio que cargaba siempre.

Las respuestas y también las preguntas...

¿Cómo no darse cuenta de cúanto necesitaban soñar? Quién sabe qué.

El último retratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora