Capítulo 25

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-Cuando uno es pequeño le enseñan que no están aptos para saber mucho a cerca de las cosas que los cinco sentidos le muestran- dijo Sabrina- Pero no es verdad. Puede que la psicología llama amnesia infantil sea la razón por la cual todo esto no sea verdad. Eso tan audaz como la represión de nuestro inconsciente.

- ¿Adónde vamos?

Sebastián aún estaba mareado.

- Sólo aguarda unos pocos pasos más y ya llegaremos.

Y así fue.

A los pocos pasos se encontraban bajo el puente más ancho jamás visto. Junto al río más poderoso del lugar.

- ¡AQUÍ ES! - Grito Sabrina- ¡AQUÍ ES DONDE QUERÍA TRAERTE!

- ¡¿QUE?!. ¡¿POR QUÉ AQUÍ?!

- ¡¡ PORQUE AQUÍ GRITAR ES ALGO QUE NADIE PERCIBE!! ¡¡¡ Y NADIE LO LOGRA!!!

Entonces Sebastián lleno de rabia, gritó.

Gritó como nunca.

- ¡¡ASI NO!! – Aclaró Sabrina- ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGHHHHH!!!! ¡ASI!...

Sebastián hizo un nuevo intento.

- ¡¡¡NO!!! ¡¡ASI!! : ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGHHHHHH!!!!

Sebastián lo intentó otra vez. Pero se quedó sin fuerzas.

Sabrina lo tomó antes que cayera al suelo.

Se alejaron un poco y pudieron hablar más tranquilos.

- Aquí es donde vengo cuando mi mundo no para de castigarme. De golpearme y golpearme. – Sabrina le dejó a Sebastián esas palabras de regalo... sin otra intención más que ayudarlo... sin otra intención... sincera.

Las hojas que quedaban aún en los árboles cayeron todas a la vez.

Los árboles quedaron solos.

- Lo primero que supe de mí fue que algún día moriría- continuó Sabrina- recuerdo que parecía ser lo peor del mundo, pero lo peor del mundo, en ese momento, fue saber que no solamente algún día moriría sino que también sufriría. Así fue que llegue hasta aquí. Aquí grité y grité hasta no solo sentir dolor en mi garganta sino en todo el cuerpo. Cuando terminaba de gritar pensaba que yo era la mujer que más gritaba en el mundo- rió apenas.

- ¿Cuándo fue la última vez que gritaste?- preguntó Sebastián.

- Recién- contestó Sabrina y poniéndose de pié rescató algo de alegría en su vida. Igual fue poca.

Las sombras comenzaban a invadir el lugar.

- Una vez- continuó Sabrina- salí corriendo desde eso que debía llamarse "hogar", sin saber a donde ir. Sólo quería correr. Simular que me alejaba de cualquier lado. Sólo quería alejarse de mí... por eso a veces correr en esos casos es tan ridículos...

- ¿Por qué haces esto por mí?- preguntó Sebastián pareciéndose a un niño.

- Porque necesito que estés bien. Porque te amo. El amor es nuevo ahora. Suena raro. Son palabras que no encajan en esta historia pero yo tampoco comprendo.

Él guardó silencio. Sabrina continuó.

- Pero a la vez te veo tan enamorado... al principio sentí celos- rió para sí misma- ¡Celos! Es increíble ¡Te había visto una sólo vez y tenía celos! Luego pensé que solo eran ganas de que tal vez alguien me amase alguna vez como tú a ella... pero luego no pude dejar de extrañarte.

Sebastián se puso de pie y atinó a irse, pero se frenó y se paró frente al rostro de Sabrina.

Sacó de su bolsillo la foto que Sabrina le había dado aquella tarde. Estaba armada al mejor estilo rompecabezas pegado con cinta adhesiva y muy arrugada.

- Aquí tienes mis sentimientos- le dijo él, entregándosela.

- No comprendo.

- Intente hacerla un bollo pero la planché con mis manos. Intenté romperla y volví a armarla. Sea como fuese es mejor que un retrato...

- No comprendo.

Y Sebastián la besó.

Ni el sonido del río, ni los ángeles ni fantasmas, ni el mundo ni el esclavo hambriento de humanidad, ni la excusa perfecta de un Dios egoísta.

Solo un beso, ese beso, explicó a Sabrina lo que era el Verdadero Amor.

Sebastián aún estaba confundido, pero preso por el ala de Sabrina, que lo acompañaría a volar.

La miró con dulzura.

Pensó en Nadia, estaría sonriéndole desde ese lugar sin posesiones.

- Te amo – le dijo

Sabrina se sobresalto, como si hubiesen dado la noticia más sorprendente de su vida.

Se sintió una niña.

Entre lágrimas sólo pudo decir:

- ¿Me qué?...

Ahora soy yo quien los veo, desde arriba, como si nos separase un suave vuelo. Como si yo estuviese alzando un vuelo sobre ellos.

Me quedo con la imagen producida por ellos dos abrazados, con un río que corre fuertemente por detrás. Con las primeras estrellas de esa noche. Con las primeras estrellas de la vida de ellos.

Ahora me elevo, feliz por haber conocido a los últimos retratos de los hombres. A los que no ven muertes. A los que ya no los destruye el dolor. A los que son verdaderamente libres de ellos mismos.

Me elevo aún más, se ven cada vez con menos detalles.

Hasta que Sabrina y Sebastián ni siquiera se distinguen en mis ojos.

Y tal vez nunca vuelva a verlos así.

Sólo eso, mí querido Sebastián. Solo eso.

Eso es todo.

Al menos por ahora.

Tengo el presentimiento que tendré algo mas que contar a cerca tuyo. Pero eso será dentro de mucho.

Simplemente puedo adelantar que desde que Sabrina y Sebastián fueron uno, el mundo mejoró casi al instante. Se coloreó de un rosa claro y se lo limpió de muertes e imposibles.

Lejos, ya muy lejos de ellos, solo me queda una cosa más que decirles: "Los espero en mi mundo".

El último retratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora