Capítulo 14

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Sebastián tuvo la sensación de que serían aproximadamente las cinco o seis de la tarde cuando se puso de pie.

Estaba algo mareado y le dolía un poco la cabeza.

Notó cómo al levantarse, le dolía un poco más. Tal cual ocurre al dejar atrás el sueño que en vez de hacerle bien, parecía haberle hecho mal.

A su alrededor todo era extraño. Según la hora que había supuesto que era, había demasiada oscuridad.

"Debe de haber una tormenta impresionante", pensó en silencio al instante en que se dignaba a dar un unos pasos.

Se sentía como sumergido en otro lugar en vez de la casa de su abuelo. Un lugar totalemtne desconocido, aunque todo estaba en la misma posición que antes.

Recorrió su habitación una vez más con su mirada y sintió un poco mas de confusión. Nada era lo que lograba recordar de la noche anterior.

Hasta que justo cuando su espalda tocaba la puerta (había estado retrocediendo lentamente, acercándose hacia ella caminando para atrás) visualizó la foto de Sabrina hecha pedazos.

Allí, en ese instante pudo recordar algo.

Aún hecha pedazos, la foto mostraba algunos rasgos de la cara de esa mujer nueva e insignificante para él.

Disimulando ante si mismo, no le dio importancia y se dirigió a la cocina.

Notó algo de desorden, pero nada fuera de lo normal.

Su abuelo no se encontraba.

Estaba a punto de sentarse a comer lo que su abuelo le había preparado antes de irse a algún lugar ("tal vez a caminar", pensó Sebastián) cuando de repente sintió una fuerza que lo tiraba hacia atrás con un fuerte golpe. Lo arrastró por el piso. Él estaba totalmente inmóvil, paralizado. Sintió un poco de libertad en sus hombros y al fin pudo darse vuelta para matar algo de su curiosidad. Inesperadamente no tenía miedo.

Logró ver a dos sujetos vestidos de negro que volvieron a golpearlo en el estomago con puños cerrados.

Sebastián no sentía dolor, sí sintió un chorro de sangre corriendo por su frente. Cuando quiso tocarse y corroborar, otro puñetazo en la nuca se lo prohibió.

Sintió mucha, muchísima curiosidad; y ahora sí, mucho miedo.

Tuvo una milésima de segundo antes de desmayarse y lo aprovecho para decirse que él no le tenía miedo a la muerte, que debía tranquilizarse, que a lo que más le temía era a la vida.

Sin salir de esa milésima de segundo, asoció la palabra "vida" con "abuelo". Pudo adivinar lo que iba a decir su abuelo si lo hallaba muerto por dos delincuentes. Decidió aguantar y pelear por vivir. Lo dio horror por su abuelo que quedaría vivo.

Su miedo a la vida creció, pero ya había decidido defenderse.

De todas formas una milésima de segundo a veces pasa muy rápido. Fue consciente de su debilidad y lentamente sus ojos se cerraron y una luz potente se apoderó de su marco visual.

Pareció caer en un intenso sueño completamente diferente a los sueños que estaba acostumbrado a tener: este le hacía muy bien y deseaba no despertar jamás.

Tuvo, quién sabe cuánto tiempo después, la sensación e que sus ojos se abrían. Volvieron a cerrarse y casi al mismo tiempo volvieron a abrirse. Esta vez pudo ver mejor que la anterior.

La primera reacción fue quedarse quieto, duro. Su cara también. Cualquier gesto en ese estado hubiese sido imposible.

Los sujetos vestidos de negro aún estaban allí, frente a él.

El último retratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora