LXXXVI

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Estábamos en clase escuchando una charla infernal sobre el autoestima y lo malo que era... bla bla bla. Desconecte, como siempre, y no era porque no quisiera escuchar eso, quizás me vendría bien comprender que debo quererme a mi misma, era simplemente que no podía escucharlo.

Me sentía tan vacía, tan dolorida... como un sentimiento agónico que no tenía nombres ni etiquetas, mas doloroso de lo que puedo recordar y mas intenso de lo que os puedo llegar a trasmitir.

Dolía, y dolía en el alma, el peor de los dolores.

Mire por la ventana, la idea volvió a surgir por mi cabeza.

Hazlo.

Hazlo.

No, no, otra vez no...

 Miré mi muñeca intentado rencontrar el camino en mi mente, pero solo surgía la idea de volver a hacerlo.

Hazlo.

Hazlo.

¡Basta! 

Intentaba gritarme a mi misma, pero la idea cogía cada vez mas forma en mi cabeza, y no podía pararlo, era un sentimiento reconfortante en medio de tal congoja y eso hacía de una idea mortal... la mejor de las ideas.

Una mano me saco de mis pensamientos, y eras tú.

"No lo vuelvas a pensar." Me dijiste, con la voz entre cortada, tus ojos marrones casi negros chocaron con los míos.

"Sácame de aquí..." Solloce. No sé como me llegaste a escuchar pero metiste mis cosas en la mochila dejándolas caer, la cerraste y cogiste la tuya haciendo lo mismo. Pusiste ambas a tu espalda.

"Ven." Agarraste mi mano y tiraste de mi. Todo el mundo nos comenzó a ver...

¿Cuándo había llegado la hora del recreo? ¿Por qué me salvabas? Ellos no me quieren... tú tampoco, aunque lo digas... Dy, déjame morir.

"Vamos." Volviste a murmurar como un caballero de brillante armadura que rescataba a su princesa de la soledad.


La chica depresiva. #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora