Capítulo 20

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Capítulo 20:


EMILY

Había un secreto que, lamentablemente, no sabía nadie más que yo misma. Ni siquiera Kate, mucho menos Helena, sabían lo que en realidad hacía detrás de las paredes del lugar al que llamo hogar. Nadie entendía el dolor profundo que me mataba poco a poco al ver de nuevo los ojos que arruinaron mi vida. Nadie sabía el infierno que vivía dentro de mí que me obligaba a hacer esto.

Nadie sabía que había recurrido al alcohol.

Todos los días llegaba a casa, apagaba mi teléfono para evitar ser interrumpida por alguien a quien no quería escuchar, sacaba una botella de cualquier tipo de alcohol del pequeño estante secreto de mi cocina, lo abría y lo bebía hasta terminarlo, y así con la siguiente botella, y la siguiente y la siguiente, hasta que ya no podía más, hasta que mi estómago regresaba todo lo que había ingerido, hasta que me dormía y despertaba al día siguiente con una resaca de las peores.

Y este día, no era la excepción.

Kyle Evenson se metió tan dentro de mí en poco tiempo, que ahora me es difícil sacarlo. Un año sin verlo no fue suficiente para poder olvidarme de él, y mi odio es mucho más grande que mi amor por ese chico. Lo único que quiero ahora es verlo sufrir de la misma forma en que sufrí yo, la misma forma en la que sigo sufriendo hoy en día. Por eso, saqué una botella de alcohol del estante, la abrí y, cuando estuve a punto de beber un enorme trago, el timbre de mi casa se escuchó. Intenté ignorarlo y embriagarme de una vez por todas, pero el sonido era tan molesto e insistente que, molesta, me dirigí a abrir y a echar a cualquiera que estuviera frente a mi puerta. Cuando estuve a punto de hablar, me topé con mi vecina y su hermosa hija.

—¡Emily! —saludó Alice amablemente con Melissa sujetando su mano—. Espero no interrumpir.

Sonreí con falsedad porque, siendo sincera, este día no me daba muchas ganas de sonreír. Si tan solo supiera lo que estaba a punto de hacer antes de su llegada...

—No, claro que no —mentí—. ¿Qué se te ofrece?

—¿Podrías cuidar a Melissa? Tengo una entrevista de trabajo, mi esposo se encuentra trabajando y no puedo llevarla conmigo.

Y hoy, después de mucho tiempo, sabía que tenía que estar completamente sobria si de una niña pequeña se trataba. Bien puedo negarle a Alice su petición y ponerme a beber hasta quedar inconsciente, pero no me lo perdonaría nunca porque ella no merece lo que sucede en mi cabeza.

—De acuerdo.

—Gracias de nuevo, Emily. —Alice sonrió enormemente—. En serio, no sé qué haría sin ti. Me has ayudado mucho desde que te conozco.

—Sabes que aquí estoy si necesitas algo, Alice. Pero, ¿por qué tienes otra entrevista de trabajo? ¿Qué pasó con el que tenías?

—Un día, derramé por accidente el café de una de las secretarias en su uniforme. La chica no se enojó, al contrario, dijo que no era problema. Lo malo es que mi jefe vio lo que hice, y pensó que lo hice a propósito. Y, pues, me dejó sin trabajo —bufó, rodando los ojos. La niña caminó hacia mí y la tomé de su mano, cargándola.

—Ese trabajo no valía la pena —admití—. Que te vaya muy bien, yo cuidaré a Melissa.

—Muchas gracias, Emily, te la debo mucho. Mi esposo vendrá por ella cuando salga del trabajo y... ¿Eso es una botella de alcohol?

Miró detrás de mí, donde se encontraba la encimera que daba dirección a la cocina. Me golpeé mentalmente al no haberla quitado antes de abrir la puerta. Ahora, necesito una excusa creíble.

Un Asesino SueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora