"Bibidi babidi boo..."
"Harold" limpió el desastre que ocasionó su estúpido gato sarnoso sin poner "peros" mientras su increíble abuela fregaba los trastes y cantaba con su melodiosa voz órdenes repugnantes a mi hermana Reagan, que ponía cara de asco y hacía todo de mala gana. Yo, sin embargo, estaba con los pies sobre la mesa, comiéndome mi segundo plato de tarta de manzana y mirando a Harry mientras terminaba de barrer la sala de estar.
-Oye Styles-le dije, entrándome un pedazo de tarta en la boca-, cuando termine le llevas mi plato a Stella, ¿sí? Oh, y antes de que subas a limpiar los baños, no te olvides de barrer detrás de la puerta-Harry rodó los ojos y me ignoró, continuando con su ardua tarea sin prestarme atención. Yo exploté en carcajadas y comencé a retorcerme en el sillón. ¡Esto era tan divertido!
Stella se la pasaba en la cocina haciendo yo no sé qué cosa, Reagan ahora ordenaba los libros de la biblioteca de Des, y Harry, el pobre, no salió del jardín hasta que se deshiciera de toda la maleza.
Al parecer le había agradado a la señora Styles, porque me pedía que la ayudara a decorar sus magdalenas o a poner el té de las seis, y a veces me decía que supervisara el trabajo de los chicos. Harry no se atrevió a contarle lo de la fiesta de Halloween en Londres, ni siquiera la miraba a la cara cuando ella le hablaba sobre todos los quehaceres hogareños que tendría que hacer hasta que nuestros padres llegaran de Manchester.
Estaba tan feliz de que Harry por fin hubiera perdido en algo que ya no cabía en mí misma. Ahora podía andarme por ahí con mi estúpida sonrisa victoriosa en la cara y aquella odiosa mirada triunfante y superior, mientras que el odioso Styles hacía el papel de Cenicienta en vez de ir a su estúpida fiesta de disfraces en Londres.
La vida era genial...a veces.
Lo que me preocupaba era que todo iba muy bien...bastante. Y ahora me encontraba en uno de esos momentos en los que cuestionaba la perfección de las cosas, debatiéndome entre si estaba soñando o no, pero llegué a la conclusión de que esto era la dulce realidad y debía restregársela a Harry en la cara, como él siempre solía hacer conmigo. Así que de un salto me paré de la cama y fui a su habitación con todas las malas e inmaduras intenciones de reírme de él hasta más no poder. Toqué la puerta de su cuarto con insistencia, al ver que no quería abrirme, entré por la fuerza y...lo vi con un pie afuera de la ventana y otro dentro de la habitación.
Me costó una milésima de segundo comprender que se estaba escapando y yo debía hacer algo.
Hijo de puta.
Nos lanzamos miradas consternadas al mismo tiempo; lenta y cuidadosamente abrí la boca para gritar como una sirena de policía y advertirle a Stella lo que su odioso nieto estaba a punto de hacer, pero Harry fue más rápido y logró llegar hasta mí a tiempo para impedirlo. Con su mano libre cerró de un portazo la puerta.
La palma de su mano que descansaba encima de mi boca ahogaba todos mis gritos, insultos y amenazas de muerte hacia su persona, pero cuando reparé en el hecho de que su rostro estaba a unos cuantos centímetros del mío, comencé a calmarme y volví a ser víctima de sus curiosos ojos verdes, que me contemplaban expectantes mientras me advertían que hiciera silencio. Con precaución, Harry retiró la mano de mi cara sin dejar de sostenerme la vista, probablemente velando por que me quedara callada. Cuando notó que ya no tenía las intenciones de gritar, se relajó.
-Estas totalmente loco si crees que voy a dejar que te salgas con la tuya-susurré finalmente dando unos cuantos pasos hacia atrás, buscando disimuladamente el pomo de la puerta para poder salir corriendo en la primera oportunidad que tuviera-, estas castigado y tu abuela se daría cuenta.
-No tiene por qué hacerlo si te quedas con la boca cerrada-me advirtió con su sonrisa cínica, jugando con la cuerda elástica de su máscara del Fantasma de la Ópera.
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I knew you were trouble
FanfictionSacaba buenas calificaciones, era una excelente hermana mayor y no me metía en problemas. Mi vida no era perfecta, pero nunca tuve motivos para quejarme de ella. Mamá siempre estuvo orgullosa de mí y Reagan no dudaba en contarme todos sus secretos...