"turn down the lights, turn down the bed, turn down these voices inside my head, lay down with me, and tell me no lies, just hold me close and don't patronize me..."
Me fui caminando a casa pensando en qué le diría a mi familia cuando notaran que cojeaba de la pierna derecha. Tenía una mano sobre el bulto que sobresalía de mis pantalones y lo estaba apretando contra mi piel; Megan tuvo que tapar el tatuaje para que no se infectara en mi regreso a casa.
Cada vez que movía la pierna era como si clavaran la punta de un cuchillo en el área tatuada. El dolor era tan nuevo y desconocido que estaba más que segura que me iba a costar una eternidad adaptarme a él. Me preguntaba cómo las personas terminaban volviéndose adictas a tatuarse, la única explicación lógica que encontraba era que podían ser masoquistas. Yo por lo menos tenía la certeza de que este sería mi primer y último tatuaje. No veía la hora de llegar a casa, quitarme toda la ropa y tirarme en la cama hasta que amanezca.
***
La puerta de la casa estaba misteriosamente abierta. Terminé de empujarla con una mano y entré caminando cuidadosamente a la sala principal, estudiando la habitación con la mirada. Todo estaba tan silencioso que el débil y pobre tic-tac del reloj me martillaba los oídos. ¿Dónde estaban mamá y Des?
-¿Hola?-llamé, pero nadie contestó-. Mamá...ya estoy en casa...-nada-. ¿Hola?
Fruncí el ceño y fui cojeando a la cocina. Hace un par de años, mamá implantó una regla que consistía en dejar pegada una nota sobre el refrigerador justo antes de salir de casa. Debíamos escribir adónde íbamos, con quién íbamos y el motivo. A mi nunca me pareció una mala idea ya que antes no le ocultaba cosas a mamá, pero supongo que ahora eso se convertía en un problema más que se añadía a la lista. Realmente no tenía las intenciones de decirle que me escabullía por las noches para acosar a mi novio y así asegurarme de que no recibía un tiro en la cabeza. O que me gustaba jugar a cazadores de fantasmas y a las escondidas con un tipo que podía resultar siendo un pedófilo.
Me paré en frente de la nevera, arranqué la nota de un tirón y la estiré en frente de mi cara. Por suerte mamá tenía la delicadeza de seguir sus propias reglas.
"Fui con Reagan a llevar a Des al hospital. Al parecer los últimos acontecimientos lo han afectado mucho porque tuvo problemas con la presión y se desmayó en la bañera. Hay comida en el microondas para ambos.
Con cariño,
Mamá".
Suspiré con pesadez e hice una mueca cuando por error hube apoyado todo el peso de mi cuerpo sobre la pierna derecha. La idea de estar sola en casa solo hacía que aumentara mi malhumor y los nervios se me pusieran de punta. Ahora estaba convertida en un blanco fácil para la ira de Uriah, y como Harry fue a buscar problemas con él y mi novio no solía ser precisamente de los que se salían con la suya, yo era quien sufriría las consecuencias de todo este desastre, porque Uriah era este tipo de persona que no se quedaba de brazos cruzados. Le daría a Harry en su punto más débil, y ese probablemente era yo, ya que me lo había hecho saber de todas las formas que sabía.
Yo no estaba a salvo ni siquiera en mi propia casa.
Metí una mano en el bolsillo y comencé a hurgar sin saber bien lo que estaba buscando, hasta que me di cuenta que se trataba de mi celular...el cual ya no tenía. Si cerraba los ojos, todavía podía verlo volar por la habitación y estrellarse contra la pared, deshaciéndose en cientos de pedazos. Entonces volvía a pensar en esa oscuridad que eclipsaba el verde esperanza de los ojos de Harry, y cada parte de mi cuerpo, una a una, se estremecía y se tensaba como una cuerda de metal. ¿Qué hacían tantos demonios enfrascados en el cuerpo de alguien que era lo más cercano a un ángel?
Decidí enterrar en lo más profundo de mi mente aquellos pensamientos y subir a darme un baño para deshacerme de las sucias sobras de este día, pero antes de que mis pies pisaran el primer travesaño de la escalera, la puerta principal se abrió de par en par y mi mirada buscó automáticamente la suya. La independencia con la que actuaron mis músculos me dejó aturdida, porque parecía como si una gran parte de mí estuviese esperando por él.
Así que lo miré sin decir nada, permitiendo que esta vez mis ojos se comunicaran por mí; si lo hacía yo probablemente colapsaría en lágrimas. Las piernas me temblaron como gelatina cuando descubrí que su mirada era la de antes; aquel verde pálido, casi gris de sus ojos, y ese brillo que cruzaba como estrella fugaz por su iris. Era él, mi Harry. Estaba de vuelta.
Teníamos muchas cosas que contarnos, sin embargo, nadie abrió la boca. ¿Qué se suponía que debíamos decir? Harry se rascó incómodo la nuca y terminó de cerrar la puerta, después se acercó a mí, aunque no lo suficiente como para sentir su respiración chocar contra la mía. El deseo de querer asesinar los centímetros que nos separaban se hizo tan grande que me pareció increíble que un cuerpo tan débil como el mío fuera capaz de contenerlo.
-Jo...
-Harry...
-Lo...lo siento, ¿sí?-apretó los labios y pasó una mano por su cabello; me fue imposible no fijarme en los cortes que tenían sus nudillos-. No sé qué me pasa, Jodie, en serio yo...-soltó un largo suspiro e hizo una pausa, esquivando mi mirada y clavándola en las baldosas. Harry nunca fue bueno con las disculpas, por lo que decidí hacérselo más fácil; levanté una mano y delicadamente toqué su cara con mis dedos, haciendo que me mirara a los ojos. ¿Estaba tan dispuesta a perdonarlo?
Harry respondió a mi gesto colocando su mano sobre la mía y llevándosela a los labios, besando mis dedos, uno a uno, con ternura y un poquito de desesperación que no hizo más que arrancarme una sonrisa bastante estúpida. Después volvió a poner mi mano nuevamente en su rostro, frotándola muy despacio contra él, apreciando la sensación de nuestras pieles en plena interacción. Nunca antes había reparado en lo bien que me sentía cuando su cariño se manifestaba de esta manera; tan puro e inocente, lejos de intenciones morbosas. Genuino. Y lo amaba, quizás más de lo que debería o realmente podía.
-Te lastimaste en los nudillos-observé, mordiéndome el labio-. ¿Qué pasó?
-¿En serio importa?-preguntó al depositar un último beso en mi mano-. Estoy bien, Jo.
Pero me estaba mintiendo. Le veía la cara muy pálida, y a pesar de que su mirada volvía a ser la misma, estaba más perdida que antes. Tragué saliva y clavé la vista en sus pantalones.
-¿Dónde está la...pistola?
-Está en el auto-respondió y se apresuró a cambiar de tema-. Te ves muy cansada...¿ibas a subir?
-Em...sí de hecho...-me di media vuelta, cogí una enorme bocanada de aire y me impulsé con el pie derecho para poder escalar el travesaño, pero una punzada de dolor provocó a que se me escapara un grito. Harry se apresuró a sostenerme por los hombros mientras me miraba con el ceño fruncido, su expresión reflejando una pizca de terror mezclada con sorpresa.
-Mierda, Foster, ¿qué te pasa?
-Mi...pierna...-mascullé, aunque en verdad era la parte derecha de la ingle-. Apenas puedo caminar.
-¿Pero por qué no lo dijiste antes?-cuestionó, parecía que me regañaba. Hice una mueca para que se callara la boca; él rodó los ojos, suspiró aburrido y colocó los brazos detrás de mis rodillas, tomándome protector entre sus brazos-. A veces sueles ser muy idiota, 69.
-Si vas a comenzar a insultarme, prefiero arrastrarme hasta mi habitación, Harry-crucé los brazos sobre mi pecho y esquivé el beso que iba a darme-. Y no vuelvas a llamarme 69.
-Lo que tú digas...sesenta y...-rápidamente volví la cabeza hacia él y lo fulminé con la mirada. Styles se mordió el labio para reprimir una sonrisa, aunque para mí no tenía nada de gracioso-. Jodie, lo que tú digas.
Finalmente, Harry subió las escaleras y abrió la puerta de su cuarto de una sola patada, no tan fuerte, ya que no hacía falta. Me acostó con sumo cuidado sobre la cama, procurando no lastimarme, y me quitó los zapatos para después colocar mis pies sobre su regazo. Estaba enojada con él por muchas razones, y eran tantas que ahora divagaban en desorden por mí cabeza de modo que me resultaba difícil atraparlas y restregárselas en la cara, sin embargo, había una parte de mí que quería pasarse el día entero besándolo, como si los acontecimientos de hace unas horas atrás no fueran más que una horrible pesadilla de la cual había ya despertado.
El silencio se extendió entre nosotros como si fuera veneno; yo permanecía con la boca cerrada y los brazos cruzados mientras que él estaba entreteniéndose con los dedos de sus manos. Era yo la que siempre rompía los silencios incómodos, ahora era su turno.
Entonces habló.
-No llegué a dispararle, no te preocupes. Pero...-cerró sus manos en un puño y las apretó tanto que se le marcaron venas en cada brazo-, quería hacerlo, no te imaginas las ganas que tenía de vaciarle la pistola en la cabeza.
-¿Y qué pasó?-susurré.
-Pensé en ti. Y de alguna manera u otra, eso sirvió de influencia para mi estado de ánimo, no lo sé...logré calmarme un poco y pensar las cosas con claridad-entonces hizo una pausa y negó risueño con la cabeza.
-¿Qué?-junté las cejas, mirándolo confundida.
-Es que...es demasiado raro, ¿sabes? Desde que murió Alice jamás me he permitido querer tanto a una persona como para que llegue a tener alguna clase de efecto en mí. Y yo intenté odiarte pero no pude. ¿Cómo lo haces?
La luz del sol, que entraba a rebanadas por la persiana, le iluminaba un solo lado de la cara. El cuello de su elegante camisa negra tenía uno de los picos hacia arriba, yo alargué una mano y se lo acomodé bien sobre la clavícula. Acariciaba aquella tela suave mientras me dedicaba a revivir en mi cabeza la noche de ayer, cuando le rasgué esta misma camisa para dejar su pecho al descubierto. Y ahora que me decía estas cosas, que me ponía la piel de gallina y me aceleraba el corazón a mil por hora, quise revivir ese momento, aquí, ahora.
-Me he hecho un tatuaje-hablé, medio sonriente, y Harry abrió los ojos como platos.
-¿Tú? ¿Un tatuaje?
-Sí-me reí un poco-. En la ingle...por eso no puedo caminar mucho.
-En la ingle-repitió pensativo-. ¿Fue un...-tragó saliva y se puso rígido-...hombre?
-Jajá, no. Fue una chica.
La expresión de Harry era para verse. Soltó el aire contenido por la nariz y relajó los hombros inmediatamente.
-Entonces...un tatuaje en la ingle.
-Sip, alas ardiendo.
-¿Alas ardiendo, eh? ¿Y eso qué significa?
-¿Qué significa maktub?
-Tú no olvidas, ¿verdad?-volví a reírme mientras negaba con la cabeza-. Bueno, es una palabra árabe, literalmente quiere decir "lo que está escrito". Se refiere al destino, a ese tipo de cosas que no puedes controlar, pero que de alguna manera u otra, nos empujan hacia el camino que nos corresponde...guiándonos a casa.
La forma en que le brillaron los ojos al concluir con significado de maktub me daba a entender que su tatuaje no se reducía solamente a lo que me había contado. Tenía que haber más sentimiento escondido entre esas seis letras, mucho más de lo que pudiera imaginar, pero él no quería ni me lo iba a contar, no por mantener ese misterio tan característico de él en medio de nosotros, pero porque le daba vergüenza, lo supe cuando sus mejillas se coloraron cuando no dije nada y me le quedé mirando. Destino. La idea de su tatuaje era preciosa. Le ofrecí una sonrisa completa casi sin darme cuenta, la cual él me correspondió sin pensarlo dos veces.
-Maktub...es hermoso.
-¿En serio?
-Sí...es brillante, a decir verdad. Jamás hubiese pensado que creías en ese tipo de cosas.
-Por eso no suelo contárselo a nadie-se encogió de hombros, torciendo el gesto-. ¿Qué hay del tuyo?
-Oh...sí, el mío. Este, verás, es bien sencillo: las alas de ángel representan a la persona que era antes, y bueno, el fuego que las está quemando...representa lo que soy ahora, y ahora estoy viva.
El verde se sus ojos se había transformado en gris, y sonrisa de medio lado seguía intacta.
-¿Puedo verlo?
Debía bajarme los pantalones para que él pudiera verlo. Debía tirar de una parte de mis bragas para que él pudiera verlo. El corazón me bajó de golpe al estómago y me derritió las tripas. Sí, quería decirle que sí, pero estaba muy tonta para articular palabras coherentes. Asentí temblorosa con la cabeza, viendo cómo él me dejaba los pies sobre el colchón y se arrastraba por la cama en su camino hacia mí. Me desabrochó el botón de los jeans y sin darse mucha prisa, bajó el cierre de los pantalones, luego tiró lenta y sensualmente de ellos, mirando con ojos expectantes la piel que se ocultaba debajo de aquella dura y basta tela.
Esa sonrisa relajada que había visto en él hace unos segundos se había ido.
Con cuidado removió el adhesivo que cubría mi tatuaje y éste quedó al descubierto. Después pasó los dedos encima del dibujo, lo suficientemente suave como para que apenas sintiera un cosquilleo. El disco gris de su iris miraba asombrado las alas que estaban en llamas sobre mi piel.
-Es precioso-susurró con fascinación, por fin levantando su mirada y sonriendo como un niño.
-¿Te gusta?
-¿Estás bromeando, Jo? Me encanta.
Alcé ambas cejas mientras parpadeaba varias veces sin poder creérmelo. Un sentimiento de satisfacción se expandió por mi pecho y me relajó los músculos del abdomen para abajo. Entonces yo le sonreí mostrándole todos los dientes.
-A ver, del uno al diez, ¿qué tanto te gusta?
-¿Del uno al diez? Hmm.-enterró una mano en el colchón y con ella se impulsó un poco para atrás, de modo que su pecho quedó aplastado en la cama y su barbilla rozando las sábanas. Reconocí esa sonrisa coqueta y mirada traviesa que me traía vuelta loca desde un principio-. ¿De verdad quieres que te de un número del uno al diez, preciosa?
-¡Vamos! Solo quiero saber-repliqué riéndome.
-Pues...no lo sé...-pasó un brazo por encima de mi cadera hasta apoyarla en el otro costado. Su rostro estaba a unos escasos centímetros de mi tatuaje, y mis ojos, ahora expectantes, no se despegaban de los suyos. ¿Cuándo el corazón me había migrado del pecho a los oídos?
Esa mirada juguetona abandonó la mía y contempló el diseño, después, antes de que pudiera saber qué estaba pasando, su boca rozó mi ingle, besando con lentitud, deseo y sensualidad aquella parte de mi cuerpo; labios que eran como brasas calientes encima de mi piel. Se me retorcieron las entrañas y mordí mi lengua para así no soltar un gemido, mientras que Harry chupaba, lamía y besuqueaba mi tatuaje en la ingle. Resulté ser la persona más cobarde que se ve envuelta en esta situación, porque estaba segura que cualquier otra chica donaba sus extensiones para intercambiar de puesto conmigo. Yo, sin embargo, temía más que nada a la posibilidad de que él quisiera...tocarla. Era un miedo ilógico puesto que hace una noche perdí mi virginidad con él, pero nunca intentó de tocar esa parte de mi cuerpo.
-Ay, Haz, no...-el jadeo me salió estrangulado entre los dientes; me estremecí y pegué la cabeza en la cabecera de la cama, cerrando los ojos-. Para, por favor-le pedí, soltando una risita nerviosa.
-¿Estás...-ladeó la cabeza y apretó insistente su boca mojada contra la piel, y su lengua me hacía cosquillas en aquel lado sensible de mi anatomía-...segura?
Abrí la boca y suspiré. Sí, estaba segura, definitivamente, cien por ciento segura. Debía averiguar qué pasó con Uriah, qué diablos contenía el mensaje que ese tipo me había enviado y si verdaderamente Harry se encontraba bien con todo esto, pero entonces sus labios ascendieron en un camino húmedo por mi vientre mientras metía una mano por debajo de mi blusa, subiéndola hasta lograr pasarla por mi cabeza y arrojarla sin más en el suelo. No podía registrar el momento exacto en que lo agarré por el cabello y le introduje mi lengua en su garganta con la desesperación revolviéndome el estómago. Y por alguna razón, cuando dieron las tres de la tarde de ese mismo día, los dos yacíamos jadeantes en la cama de esta habitación gris, completamente desnudos, uno al lado de otro, y nuestras ropas estaban todas esparcidas por el piso.
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I knew you were trouble
Fiksi PenggemarSacaba buenas calificaciones, era una excelente hermana mayor y no me metía en problemas. Mi vida no era perfecta, pero nunca tuve motivos para quejarme de ella. Mamá siempre estuvo orgullosa de mí y Reagan no dudaba en contarme todos sus secretos...