"NYADA"

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CAPITULO 28

Llegar a Palmetto y ver los carteles de felicitaciones, las serpentinas y la gente que nos sonríe y felicita en los pasillos no tiene comparación, y creo que ninguno de nosotros lo cambiaría por nada en el mundo.

Nunca nos hemos sentido tan admirados y respetados (yo al menos en el coro) como hasta ahora. Es esta sensación de plenitud lo que nos hacía falta para terminar la preparatoria como se debe. Después de los esfuerzos empleados en las competencias anteriores, de los tropezones en cada una de ellas, vemos por fin, los frutos de tanto trabajo y dedicación al coro.

Somos los campeones por fin, tenemos con nosotros el enorme y precioso trofeo de los vencedores nacionales. Y, lo estamos paseando por los pasillos de la preparatoria mientras escuchamos las ovaciones que bien nos merecemos.

Camila parece que irradia luz propia, como si fuera un sol, aunque la verdad es que ya sabemos que es una estrella que brilla mucho más. Por fin se nos cumplió este deseo y no fue necesario usar el once once de la noche para que se hiciera realidad.

Fuimos todos nosotros los que logramos la victoria anhelada.

Camz me toma del dedo índice y caminamos así hasta llegar al salón del coro, dejando atrás las mantas de letras pintadas con plumón que dicen 'felicidades campeones'.

Eufóricos como estamos, tomamos asiento en nuestros respectivos lugares, yo no me he podido quitar la sonrisa del rostro y Camila mucho menos, creo que la traerá todo el día, es más, puedo apostar porque incluso, cuando llegue a casa seguirá teniéndola.

Me abraza y puedo oler el suavizante en su ropa, huele rico, me reconforta, creo que a mí me enamoran por medio del olfato y es que Camila siempre ha tenido un aroma delicioso. Recuerdo aquellos días donde pasábamos una al lado de la otra sin dirigirnos la mirada, o yo sin dirigirle la mirada y al pasar ella de largo, cerraba mis ojos por unos segundos para aspirar profundo el aroma que dejaba a su paso.

¡Qué tiempos aquellos! Y ahora que la tengo para mí... pareciera irreal todo lo que tuve que pasar para llegar a donde estoy ahora y que, incluso era más bien a Lauren a quien quería, no a Laurence.

Sigo recordando con añoranza aquellos días de rasurarme la barba y el bigote que me crecían dos días después de haberme deshecho de ellos. Extraño los pantalones holgados y las camisas, incluso mi moica, pues el cabello ya me ha crecido considerablemente.

Y, definitivamente lo extraño más cuando llegan aquellos días del mes que me tienen tan temperamental.

Adoro ser mujer, me gusta eso de que te abran la puerta o te cedan el asiento. No me desagradan los elogios y considero muchas cosas de mujer mucho más atractivas que las de hombre.

Aunque, he de confesar que si tuviera que ser hombre de nuevo, tampoco me quejaría. Todo tiene sus pros y sus contras, así que si bien estoy contenta con este cuerpo, he comprobado que puedo adaptarme muy bien a otro. No que vaya a pasar de nuevo, pero en caso contrario no me echaría a llorar como hice en el principio, cuando me desperté con algo extra entre las piernas y no precisamente quieto dentro de mis shorts.

Ya no me avergüenza el recuerdo, pero en su momento me abochornó que Mani y DJ fueran testigos de aquella erección con la que me recibió mi nuevo cuerpo. No era suficiente con el shock de saberme hombre, no, aparte debía de tener como dijeran algunos vulgarmente: a Little Laurence contento.

-¿En qué piensas?-. Me saca Camila de mis pensamientos, de mis divagaciones que como sabes, son frecuentes.
-Recordaba aquellos días en los que era...-. Me detengo antes de terminar la oración por si hay algún orejón que quiera enterarse de lo que estoy platicando –Laurence-. Susurro cerca de su oído.
-Oh mi guapo y caballero ex novio Laurence-. Lo dice algo fuerte; agradecemos que Austin no ha entrado al salón, de lo contrario podríamos esperarnos una molestia de su parte.

Cuidado con lo que deseas JaureguiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora