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|Me saca de quicio|

Derek

—¿No piensas bajar a cenar?

Miré a mamá irritado ¿hasta cuando entenderá que no quiero tener que verle la cara a el imbécil de su marido? Inhalé profundo, no quería ser grosero con ella. Se recargo de el marco de la puerta y se cruzó de brazos a esperar una respuesta. Resoplé cargado de frustración.

—Sabes mi condición para hacerlo.—Dije molesto. Sus ojos tristes cayeron al suelo, sabía que aunque quisiera sacar a ese mal nacido de aquí no podría.

Me sentí mal por ella; como siempre lo hacía cuando venía a pedirme lo mismo. Pero simplemente no podría estar en el mismo lugar que ese. Un comentario de él fuera de lugar y terminaría matándolo a trompadas.

—Sabes que no puedo— Musitó antes de salir, lo mismo de siempre.

Era como un cd rallado para mí; estaba tan acostumbrado que ya a mi corazón no le importaba el hecho de saber que él estaba primero que yo. Me pasé la mano por el rostro y me coloqué los audífonos para así desconectarme un poco de mi miserable vida. Aunque sé que eso es imposible.

Desperté por el ruido de mi alarma y me levanté perezoso a darme una ducha. Enseguida el agua quito el entorpecimiento de mis párpados y me preparé para el colegio.

—¿Qué demonios haces aquí?— Arrastré a Irina fuera de la entrada. Estaba harto de decirle que no viniera a mi casa. Resopló tratándose de soltar, hice mi agarre más fuerte.

—Quise acompañar a mi novio al colegio, ¿Acaso eso es malo?— Contestó con ironía.

Dejó de forcejear y llevó sus manos a mi cuello para acariciarme, la solté de inmediato apartandola. No estaba para sus jueguitos.

—Estoy harto de decirte que no vengas a mi casa—Espeté furioso comenzando a caminar, sentí a Irina quejarse mientras trataba de seguir mis pasos.

Siguió con su drama pero la ignoré. Me paré en seco cuando vi a la morena de ojos marrones en la entrada del colegio, hablando despreocupada con el marica de su amigo.

Su cabello negro caía por su espalda en cascada hasta la cintura, haciéndola ver bien. Unos que otros mechones volaban libre por la brisa, haciéndolo ver un poco desordenado. Por primera vez me fijé en su silueta, es increíble la curva que lleva, podría ser la perdición para cualquiera. Todo en ella es tan delicado, su trasero tan bien proporcionado; nada exagerado. Desde el primer día en que la vi supe que era una muñequita de pocerlana, a la que da miedo tocar por el temor a romperla.

Cuando la enfrente el primer día pensé que iba a salir llorando de aquí, pero sin embargo se mostró firme y me enfrentó; algo que nadie jamás en su vida se a atrevido hacer. En ese momento recordé a mi abuela, cuando me decía que algún día llegaría alguien a mi vida que rompería todos mis esquemas. Cuando se atrevió a insultarme, supe que era ella.

No sabía como diablos con tan sólo mirarme me podía sacar de quicio y a la vez hacerme sentir nervioso con su presencia. Afectaba mi sistema nervioso de una manera que me descontrolaba.

Tomé una inhalada de aire y escondí mis manos en mi pantalón, me fijé en su sonrisa. Era tan pura e inocente, no podría ni siquiera pensar en dañar eso. Envidiaba eso de ella, sonreír tan libre y despreocupada. Desde que tengo 11 no sé lo que es eso. Por eso desde que la vi, supe que tendría que alejarla de mi fuera como fuera; por eso no me importó tratarla mal hace unos días, dejándole saber de lo que era capaz. Esa noche la llamé a su celular, soló para escuchar y saber que estaba bien. Esa mirada que me dio antes de salir me dejo atormentado. Sabía que la había lastimado.

Mi Demonio Favorito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora