Capítulo 3: The Fool On The Hill

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Prudence

Caminaba por los pasillos de la escuela y seguía sintiendo las miradas y los susurros a mi espalda, "algún día dejaran de hacerlo ¿Cierto?" pensé para mis adentros. Suspiré resignada y entre a mi salón, las miradas continuaron durante toda la clase, especialmente por parte de un chico de pelo castaño, cada cierto tiempo me dedicaba una sonrisa confiada, puse los ojos en blanco, afortunadamente era la última clase del día.

La clase por fin termino, solo quería salir de ahí, pero antes de lograrlo el chico se acercó.

—Hola soy Jake. ¿Tu nombre es Prudence, cierto?

—Así es.

—Escucha, estaba pensando, que, dado que eres nueva, no sé, quizá necesites alguien que te muestre la ciudad. ¿Que dices?

— ¿Siempre eres así de directo o solo estas desesperado por atención femenina? — no supo que responder se quedó ahí parado con los ojos muy abiertos, mientras me iba dije: —Puedo recorrer la ciudad yo sola, gracias.

Muchos chicos habían tratado de acercarse a mí en estos días y podían llegar a ser un fastidio, a muchas chicas les habría encantado recibir tanta atención, no era mi caso, yo apreciaba mi soledad y evitaba relacionarme con cualquier persona, sobre todo cuando chico como ese me veían de una forma que me incomodaba. Esperaba que con esto mantuvieran su distancia.

El día acabo de la misma forma que empezó, con miradas curiosas y murmullos. Fui a mi casa, mi madre estaba sentada en el sofá cuando entre, su mirada se centraba en el dedo en el que solía estar su anillo de matrimonio, aun no me acostumbraba a verla sin él, supongo que ella tampoco, pues de vez en cuando la descubría haciendo lo mismo, supongo que seguía doliendo.

Entendía el sentimiento de mi madre, porque yo me sentía igual, mi padre era la persona en la que yo más confiaba ¿Cómo es que todo esto pasó? Desde muy pequeña cuando empecé a escribir, él me apoyo siempre, mientras mi madre pensaba que solo era cosa de niños, él me alentó a seguir adelante siempre, y ahora ni siquiera había llamado, parecía que no nos quería en su vida para nada ¿No se supone que un padre siempre está cuidando de su familia?

La gente habla del amor, de la familia, el matrimonio, dicen que todo eso es para siempre, pero el para siempre solo es un engaño, una ilusión, mirar a mi madre de esa forma solo era la confirmación de todo lo que ya sabía: el amor no existe y si es que existe, entonces es destructivo. Ella mantenía la mirada fija en aquel lugar donde se suponía debía seguir aquel símbolo de las promesas de amor, me jure que jamás estaría en esa situación.

Cuando se dio cuenta de que me encontraba ahí, sonrió, de una forma no muy convincente, ella seguía fingiendo que todo estaría bien, así que pretendí que no había visto nada, por la noche quizá lloraría y apretaría el anillo de bodas en su puño hasta quedarse dormida, pero que más daba, era un nuevo comienzo ¿No?

Julie se había tomado un poco mejor el cambio, ella era una chica bastante sociable y no tardó en hacer amigos, parecía feliz de estar aquí, sabía que una parte de ella guardaba las esperanzas de que nuestra familia estuviera junta de nuevo, a veces preguntaba por mi padre, aun cuando era evidente que no llamaría, pero ella mantenía una actitud optimista.

Al día siguiente de nuevo me enfrente a la mirada de todos en la escuela, preferí ignorarlas, me pregunte ¿Quien se hartará primero ellos de mirarme o yo de ignorarlos?

Al final del día me senté fuera de la escuela mi madre había quedado de recogernos a Julie y a mí en la escuela cada que pudiera y hoy al parecer era el día. Evan el chico de cabello castaño que iba en mi clase de literatura se acercó a mí, ya lo había descubierto mirándome varias veces, pero no de forma morbosa como otros chicos, sino con un genuino interés. Desde la primera vez que lo vi me pareció agradable.

Mi madre llamo y dijo que no podría ir, así que debía irme caminando. Me quede sentada por un rato más.

— ¿Eres fan de the beatles? —dijo Evan refiriéndose al todo de mi teléfono.

—Sí, de hecho, a ellos les debo mi nombre. Por cierto, soy Prudence mucho gusto.

—Evan, mucho gusto.

Nos dimos la mano, y sonreímos, la primera sonrisa honesta que había dado en mucho tiempo.

Después de eso nos saludábamos a lo lejos, en clase de literatura nos sentábamos juntos, un día lo encontré en Facebook y comenzamos a hablar un poco más, rápidamente nuestras conversaciones se hicieron más y más largas, Evan era un chico en el que se podía confiar y eso es lo que hice.


Dear PrudenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora