Camino a Hogwarts

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 Caminaba fastidiado por la estación de King's Cross, que fastidio ser premio anual ya tener que compartir torre con la Sangre Sucia de Granger. Si, ya había abandonado ese estúpido pensamiento sobre la pureza de sangre, pero desde pequeño con tan solo oír su nombre se le fastidiaba por completo el día.

Él suspira, observando con aburrimiento como pasan las personas por la estación de tren, mirando su reloj con frecuencia. En tan solo una hora abandonaría el perfecto verano que había pasado en las Bahamas, cada noche diferente, una chica diferente. Todo quedaba atrás para volver a la aburrida escuela de magia, con todas esas santas, a su ver. Con solo pensar en las su verano, siente una punzada de excitación y se le dibuja una sonrisa en el rostro.

-¡Hola muchacho!- Dice la señora de las golosinas nada más subir al expreso.

La señora de piel canosa pasa a su lado y le sonríe, le faltaban unos cuentos dientes, Draco sintió como si toda la sangre que se le había acumulado en el miembro, prácticamente huía de allí.

Maldita sea, pensó. Ya llevaba allí más de media hora buscando un vagón libre. Ocho años después de la primera vez y aun creía que encontraría un compartimento solo para él. Suspiró nuevamente bastante mosqueado, recorriendo con la mirada a cada paso que daba, hasta que su mirada encuentra un trasero bastante apetecible dentro de un vagón vacío.

El se enderezó por completo al ver sus curvas, observándolas con deseo. La chica se encontraba de espaldas colocando su equipaje de mano. Estaba vestida con una blusa color crema y una falda de tubo negra. La ropa le quedaba bastante ajustada, abrazando perfectamente sus tremendas curvas. Su cabello largo, y ahora liso era de un moreno oscuro precioso. mientras entraba sin hacer ruido el calor y el grado de deseo de Draco aumentaba

Se acerca a ella y se toma unos segundos para aspirar el aroma fresco de su cabello y de su cuerpo. Antes de que ella le diera tiempo a voltearse, le aparta el cabello a un lado, dejando su oreja al aire.

-Hola preciosa.

Antes ella no era así, pero ahora era bastante coqueta, aprovechaba la espectacular belleza que había adquirido durante ese verano para dominar a los hombres y los manejaba a su antojo. Desde hacía dos meses, tras romper con Ron, se dio cuenta del poder que tenía sobre ellos, cosa que la encantaba. Pero tampoco se acostaba con cualquier tipo que se le cruzara enfrente, consideraba su cuerpo un templo. Y aquellos que tenían acceso a él era por que se lo merecían. De hecho nada más ha habido dos, un ex-novio pelirrojo su ''amigo intimo'', Cormac.

Hermione voltea sonriente, pero su sonrisa rápidamente se borra.

-Tú...- pero él la miraba confundido, pues aun no la había reconocido.

Ella sonrió de nuevo, Como ha cambiado... pensó ante un Draco alto, con los músculos marcados bajo una camiseta gris. Llevaba el pelo rubio platino revuelto, y no todo engominado con ella lo recordaba. Le recorrió de arriba a abajo con la mirada, sin nada de disimulo.

-¿Nos conocemos?- Dijo aun babeando.

La morena sonrió ante el echo de que no la reconociera con su nueva imagen, por lo que decidió divertirse un poco. Quiso preguntarle si le sonaba a alguien, pero él tenía la mirada enfocada en sus labios carnosos, luego se dirigieron hacía sus pechos que se admiraban, dado que ella no se había pasado los últimos botones.

-No.. no creo conocerte. -Logró murmurar el rubio.

Draco, seguía sin quitar los ojos de la blusa de Hermione, imaginándose con la cara perdida ahí dentro. Ella en cambio utilizó todas sus fuerzas para no echarse a reír, acercó su cuerpo hacía él, rozando la cadera contra su pantalón provocando que el rubio suspirara. Poco a poco se fue acercando a su oreja.

Hace mucho calor, Draco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora