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«Creo que los dos deberíais quedaron». dijo Madre. «Por lo que dice Dilsey, cada vez hace
más frío».
«Ande, Madre». dijo Caddy.
«Tonterías». dijo el tío Maury. «Lleva todo el día en la escuela. Necesita tomar el aire. Vete,
Candace».
«Déjele salir, Madre». dijo Caddy. «Por favor. Sabe que se pondrá a llorar».
«Y por qué has tenido que decirlo delante de él». dijo Madre. «Para qué has entrado. Para
darme motivos que me hagan volver a preocuparme. Creo que deberías quedarte aquí dentro
jugando con él».
«Que se vayan, Caroline». dijo el tío Maury. «Un poco de frío no les va a sentar mal.
Recuerda que tienes que reposar».
«Ya lo sé». dijo Madre. «Nadie puede imaginarse cómo temo las Navidades. No soy una
mujer fuerte. Ojalá lo fuera por bien de Jason y de los niños».
«Tan sólo tienes que limitarte a hacer lo que puedas y no te agobies». dijo el tío Maury.
«Vamos, marcharos. Pero no os quedéis ahí fuera mucho tiempo. Se preocuparía vuestra madre».
«Sí, señor». dijo Caddy. «Ven, Benjy. Vamos a volver a salir». Me abrochó el abrigo y fuimos
hacia la puerta.
«Es que vas a sacar al niño sin los chanclos». dijo Madre. «Quieres que se ponga malo con la
casa llena de gente».
«Se me han olvidado». dijo Caddy. «Creía que los tenía puestos».
Volvimos. «Para qué tienes la cabeza». dijo Madre. Ahora estése quieto dijo Versh. Me puso
los chanclos. «Un día faltaré yo y tú tendrás que pensar por él». Empuje dijo Versh. «Ven a dar un
beso a tu madre, Benjamin».
Caddy me llevó al sillón de Madre y Madre cogió mi cara entre sus manos y luego me apretó
contra ella.
«Mi pobrecito niño». dijo. Me soltó. «Cuidad bien de él Versh y tú, cariño».
«Sí, señora». dijo Caddy. Salimos. Caddy dijo. «No hace falta que vengas, Versh. Yo me
ocuparé de él un rato».
«Bueno». dijo Versh. «Para qué voy a salir sin motivo con este frío». El siguió andando y
nosotros nos detuvimos en el vestíbulo y Caddy se arrodilló y me rodeó con los brazos y su cara fría
y brillante contra la mía. Olía como los árboles.
«No eres ningún pobrecito. A que no. Tienes a Caddy. A que tienes a tu Caddy».
Es que no puede dejar de gimplar y de babear, lijo Luster. No le da vergüenza, armar este
follón. Pasamos al lado de la cochera, donde estaba el birlocho. Tenía una rueda nueva .
«Ahora entre y estése quieto hasta que venga su mamá». dijo Dilsey. Me empujó para subirme
al birlocho. T.P. sujetaba las riendas. «No sé por qué Jason no compra otro coche». dijo Dilsey.
«Porque éste se va a hacer añicos el día menos pensado. Mire qué ruedas».
Madre salió, bajándose el velo. Llevaba unas flores.
«Dónde está Roskus». dijo.
«Hoy Roskus no se puede tener de pie». dijo Dilsey. «T.P. conducirá».
«No me fío». dijo Madre. «Me parece que no es mucho pedir que uno de vosotros me sirva de
cochero una vez por semana, por Dios».
«Usted sabe tan bien como yo que Roskus tiene un reúma que no le deja hacer más de lo que
hace, señorita Caroline». dijo Dilsey. «Vamos, suba, que T.P. puede llevarla igual que Roskus».
«No me fío». dijo Madre. «Y con el niño».
Dilsey subió los escalones. «Dice que esto es un niño», dijo. Tomó a Madre del brazo. «Es un
hombre tan grande como T.P. Vamos, si es que se decide a ir».
«No me fío». dijo Madre. Bajaron por la escalera y Dilsey ayudó a Madre a subir. «Quizás
sería lo mejor para todos». dijo Madre.
«No le da vergüenza decir esas cosas». dijo Dilsey. «Es que no sabe que un negro de
dieciocho años no puede hacer correr a Queenie. Es más vieja que él y Benjy juntos. Y no te pongas

El Ruido Y La Furia William FaulknerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora